Discapacidad

De ONG a OG

  • Algunas organizaciones no gubernamentales tienen demasiada dependencia de la administración, que quizás ha pecado al utilizarlas como brazo ejecutor de determinadas políticas sectoriales

CON el paso de los años y, casi sin querer, aquellos locos solidarios que luchaban por conseguir igualar ciertos aspectos de la vida organizados mediante asociaciones, han convertido en algo habitual esta actividad en nuestra sociedad, cubriendo ya no sólo las carencias sociales, sino que han comenzado a realizar actividades cotidianas claramente definidas en los marcos competenciales de referencia. No nos engañemos ni nos pongamos las manos en la cabeza ante posibles situaciones incomodas de estos días.

Todos hemos contribuido a construir el actual sistema de actuación social, donde unas veces por dejación de funciones y otras, por pura economía, hemos consolidado un modelo que quizás se ha deteriorado precisamente por su inesperada estabilidad.

En origen y por pura justicia social, no sólo las administraciones apoyaban este tipo de iniciativas, sino que los propios ciudadanos, por conocimiento cercano o por solidaridad con sus iguales, participaban de alguna u otra forma con estas entidades no gubernativas, más conocidas como ONG.

El conocimiento del medio, la responsabilidad compartida y cómo no la disminución económica que implica atender estas actuaciones por estos colectivos ha consolidado las mismas, generando verdaderas estructuras empresariales, donde cientos de miles de personas en nuestro país han encontrado no sólo un alivio a sus reivindicaciones, sino también un puesto de trabajo con altos fines sociales.

En esta realidad idílica que algunos han querido ver se esconden dos fenómenos tácitamente aceptados, y que por su antagonismo han creado dos focos de opinión claramente posicionados.

Por todos es conocido la brillante labor que desarrollan ciertas entidades no gubernamentales altamente consolidadas en nuestro país y que se avala su trabajo no sólo por la contrastada imagen que han generado con el pasar de los años, sino también por los datos cuantitativos que se perciben en sus memorias y en la opinión generalizada de la sociedad.

Pero también descubrimos ciertas entidades que con los números en las manos, nos demuestran un elevado grado de estancamiento en su actividad, causado probablemente por el alto grado de burocratización que han alcanzado, y que cada día, para su continuidad necesitan un mayor aporte económico por parte de las administraciones y de los ciudadanos, no olvidando en estas contribuciones las realizadas por fundaciones y obras sociales.

La falta de agilidad de la administración, los nuevos fenómenos sociales, así como el incalculable grado de emprendimiento de los ciudadanos ha generado un sinfín de entidades no gubernamentales que se han ido consolidando en nuestro país y que unas veces por la mala gestión y otras por el desconocimiento de ciertos factores han trasformado la idea original de las mismas, trasformándolas en verdaderas organizaciones gubernamentales, con demasiado grado de dependencia de la administración, que quizás ha pecado de utilizarlas como brazo ejecutor de determinadas políticas sectoriales y que sin duda han variado el panorama de atención social.

El principal error ha consistido en que éstas ocupen un lugar principal en el desarrollo de ciertas políticas en vez de complementar las mismas, provocando no sólo su necesario funcionamiento, sino permitiendo que no existan a veces ramificaciones de las administraciones en algunos sectores, por lo que algunas de ellas han pasado de ONG a OG.

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