El Prisma

Propósitos para el nuevo año

  • En un primer semestre que se presenta agotador por empacho electoral, debemos frenar la tendencia gasista de los políticos: ocupan todo el espacio que se les ponga

ES habitual arrancar el nuevo año poniendo el contador a cero, llenos de buenas intenciones y férreos compromisos que se diluyen como un azucarillo a medida que pasan los días. Hace falta algo más que pasar una hoja en el calendario para cumplir todos estos propósitos. Pero si quedan por escrito siempre será más difícil que se los lleve el viento.

Propósito número 1: Cambiar la visión de la economía. Los periodistas somos, entre otras muchas cosas, tan incoherentes como los políticos a los que analizamos, examinamos y seguimos. Podemos emplear páginas y páginas en sentar, con los expertos, las bases de la economía sostenible, apuntar hacia dónde debe ir la actividad, abogar por las nuevas tecnologías, el respeto al medio ambiente, la lucha contra el cambio climático, criticar al empresario tradicional con poca amplitud de miras. Pero luego si te he visto no me acuerdo, llegan los datos trimestrales del INE y con ellos se nos ve el plumero. Seguimos midiendo el desarrollo económico en base a indicadores perversos: el visado de nuevas viviendas, la venta de automóviles, el consumo de cemento y electricidad, la constitución de hipotecas… Si este año conseguimos entender que nada volverá a ser como antes y que además no es deseable que volvamos al modelo anterior, bienvenido sea.

Propósito número 2: Identificar mejor a la opinión pública. Políticos y periodistas tenemos tendencia a confundir la parte con el todo. Es muy cómodo atribuir la opinión general de la ciudadanía a los representantes de una, dos o tres asociaciones vecinales, obviando la preocupante contaminación política de muchas de ellas y que a menudo las palabras del dirigente vecinal no representan a nadie más que a él mismo. También se ha convertido en costumbre hacer una ronda de seis o siete llamadas y en base a ellas interpretar qué piensa Málaga sobre un asunto. Es casi norma consultar a sindicatos, las federaciones de vecinos, las cofradías, los empresarios, a los políticos de siempre y a tres o cuatro arquitectos que sienten la ciudad. Desde luego esta pobreza intelectual no es culpa de quienes se prestan amablemente a dar su opinión sobre un proyecto o polémica, sino de quienes no abrimos un poco más el debate.

Propósito número 3: Ser más exigentes. En un primer semestre de año que se presenta agotador por empacho electoral, debemos frenar la tendencia gasista de los políticos: ocupan todo el espacio que se les ponga por delante. No debe ser noticia todo lo que se diga en rueda de prensa. No debe ser noticia la crítica de un político a otro si no va acompañada de la contextualización oportuna: con demasiada frecuencia se acusa al rival de hacer precisamente lo que hacen los propios en las instituciones que gobiernan. ¿Ejemplos recientes? 25.000. Los calendarios de Esperanza Oña pagados por el Ayuntamiento de Fuengirola.

Propósito número 4: Huir del simplismo, las zafiedades y el pesimismo. Ni la culpa de la crisis económica es exclusiva de Zapatero, ni todos los males de Málaga se deben al centralismo, ni somos un desastre sin remedio. Hay que alejarse de los agoreros. Se los identifica fácilmente: lo mismo dicen una cosa un día que la contraria al día siguiente.

Propósito número 5: Usar más la hemeroteca. Último ejemplo: ¿Qué tienen en común la disparatada sede de la Gerencia de Urbanismo y la electoralista y pobre reforma de la Plaza de la Merced? Los autores del diseño y las empresas adjudicatarias de las obras. Como sean igual de rigurosos con el cumplimiento del presupuesto…

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