Opinión

Repensar Málaga II

  • Segundo artículo del catedrático de Geografía Física de la UMA en el que  reflexiona sobre el futuro próximo que nos aguarda tras el coronavirus

Vista de la costa occidental de la provincia de Málaga.

Vista de la costa occidental de la provincia de Málaga. / Javier Albiñana

Han sido diversos medios de comunicación los que, de una forma más o menos explícita, han recogido la idea de repensar Málaga lanzada por esta vía allá por el 12 de abril, como estrategia para salir de una crisis que inicialmente ha sido sanitaria, pero cuyas connotaciones económicas, sociales y territoriales no se van a hacer esperar. Hemos de estar preparados. Hemos de valorar las estrategias preventivas, como primera lección a aprender para el manual de cosas a NO hacer ante una pandemia.

Efectivamente la sociedad malagueña ya ha mostrado en otros periodos críticos su extraordinario nivel de resiliencia, es decir, la capacidad para recuperarse con recursos endógenos. Pero hemos de conseguir un estado de nueva normalidad sin manual de instrucciones. ¿En qué se basará? La provincia de Málaga tiene recursos suficientes para garantizar la resiliencia post-COVID19.

Medio natural excepcional, condiciones climáticas buenas, a pesar de los indicadores de cambio climático, excelentes infraestructuras, buena masa empresarial, buen andamiaje turístico conseguido a lo largo de muchos años de experiencia, una Universidad con una excelente masa crítica científica y un PTA cada vez más pujantes. Mimbres suficientes para hacer un buen cesto, que, sin un criterio definido desde el principio, difícilmente se conseguirá.

Los nuevos tiempos tendrán que basarse en la necesidad de buscar alternativas que generen empleo, equilibrio territorial, utilización sostenible de recursos, y garantice la calidad de vida. Y esta garantía de la calidad de vida, un concepto que hay que reforzar en estos tiempos, debe ser independiente del territorio en el que se resida. Es decir, en la Costa del Sol, en el área metropolitana de Málaga, pero también en el Valle del Genal, en la Sierra de las Nieves, en el piedemonte de la Sierra Tejeda-Almijara, o en la Sierra de Bentomiz, por poner unos simples ejemplos.

La garantía del empleo deberá atender a su doble pauta, la presencia allí donde sea imprescindible y la virtual donde no. ¿Teletrabajo como moda? ¿Cómo nuevo paradigma? No, teletrabajo porque se ha demostrado que muchas tareas pueden resolverse de una forma no presencial, por tanto, contribuyendo a un ahorro de combustibles fósiles, por ejemplo. Pero también, porque la no presencialidad puede contribuir a la lucha contra la despoblación de municipios del interior de la provincia, siempre y cuando se les garanticen similares indicadores de calidad de vida que los del litoral.

Así que, en esta estrategia, la generalización del 5G es clave, unido a la erradicación de la brecha digital. Un espacio de oportunidad. El ámbito rural malagueño ha sufrido históricamente un cierto abandono, afectado por importantes crisis agrícolas, y se somete a una visión poco propicia dando por hecho que participa de un atraso secular con respecto a las áreas urbanas y litorales. Es la hora tanto de la Diputación Provincial como de las entidades locales.

Frente a la dinámica de despoblación tradicional de la provincia de Málaga, hay que cambiar la filosofía para comprender lo rural, no solo como lo vinculado con las prácticas agrícolas, sino como un territorio amplio, de poblamiento heterogéneo, multifuncional en lo social y en lo económico, con alta calidad ambiental y en el que vivir y prosperar, haciendo uso de sus activos materiales y humanos y atrayendo a nuevos talentos y emprendedores, como necesario y beneficioso para el conjunto de la sociedad.

La provincia de Málaga está desequilibrada desde el punto de vista territorial, con una fuerte densidad demográfica en el litoral que, por cierto, es demandante de unos recursos básicos que se generan en el interior, cada vez más despoblado. Su reequilibrio es la base de una sociedad que es capaz de extender al conjunto de la ciudadanía la igualdad de oportunidades, y debe pivotar en la existencia de opciones de vida adecuadas a cada espacio.

Y esto nos debe llevar a redefinir el concepto de vulnerabilidad territorial en el marco de la COVID-19. Si hasta ahora se había planteado como la probabilidad de resultar perjudicados por la ocurrencia de sucesos inesperados provocados por los desastres naturales o ambientales, COVID1-9 ha mostrado como algunos de los territorios que tradicionalmente hemos marcado como sujetos a una elevada vulnerabilidad, por una alta probabilidad de que ocurriesen daños económicos, humanos o ambientales debido a la intensidad de un evento externo y a la fragilidad de los elementos expuestos, pues no lo sean tanto.

Hasta el punto, que son precisamente estos territorios teóricamente vulnerables, aquellos en los que se resisten mejor los envites de la pandemia, aquellos en los que la distancia social estaba garantizada, aquellos en los que el acceso a los recursos básicos también lo estaba, etc., como nos muestra el IECA en su Información sobre el COVID-19 en Andalucía.

Bajo estas circunstancias, un buen objetivo para la provincia debe ser lograr que los espacios rurales lleguen a ser la vanguardia, nuevos espacios de oportunidad, esos ámbitos donde vivir y prosperar con alta calidad ambiental. Garantizando accesibilidad, conectividad, recursos, servicios y, en definitiva, calidad de vida, ¿por qué no ser espacios, también, de atracción de nuevo talentos?

Sin embargo, como contraposición a estas áreas del interior, la dinámica económica, demográfica, laboral, etc., en Málaga se ubica a lo largo del litoral, con una importante área metropolitana que conecta a ambos lados con otros dos espacios de una gran dinámica económica como el campo de Gibraltar o la costa subtropical granadina. Una extraordinaria actividad turística y fuente de recursos a los que la provincia lleva dedicada más de sesenta años, pero que también ha dado muestras suficientes de vulnerabilidad, plasmada en otra no menos extraordinaria dependencia. De tour-operadores, de coyunturas económicas externas, dinámicas turísticas, compañías de cruceros, etc., y de los efectos fulminantes del COVID-19.

"Mientras no se haya generalizado una vacuna, el turismo no recuperará los estándares previos, por lo que hemos de hacer de la necesidad, virtud; modificar el modelo turístico, el modelo de expansión urbano..."

De una parte, porque dada su gran capacidad de contagio, son las zonas de gran transito y elevada densidad de población aquellas que se han mostrado como mas vulnerables, y de otro, porque en la propia estrategia de retorno a la normalidad, son precisamente estas mismas áreas, en las que hay que mantener unos básicos principios de cautela. Al cabo, la distancia social no deja de ser equivalente a reducir la masificación, la densificación o la saturación de algunas zonas del litoral malagueño. De hecho, la ralentización del transito hacia la fase 1, quizá esté relacionada con esa circunstancia.

COVID-19 ha mostrado como vulnerables, territorios con economías sólidas hace apenas un par de meses, mientras que los que eran espacios sensibles e incluso residuales, se han conformado como los más adecuados para resistir los imperativos de la pandemia.

La vulnerabilidad es de tal calibre, que mientras no se haya generalizado una vacuna, el turismo no recuperará los estándares previos, por lo que hemos de hacer de la necesidad, virtud. Y eso quizá deba pasar por modificar el modelo turístico, el modelo de expansión urbano, y reducir la dependencia económica, con todas sus sinergias. En esa estrategia, debería determinarse la capacidad de carga demográfica del territorio, y reequilibrarlo mediante una gestión y ordenación adecuada del mismo que garantice tanto servicios como calidad de vida de la ciudadanía.

En definitiva, en el marco de una necesaria ordenación y reequilibrio territorial entre el interior y la costa, que se debe realizar en la provincia para evitar vulnerabilidades y riesgos, es imprescindible otorgar al interior el papel que ha mostrado tener, como fuente de recursos, estabilizador de empleo y equilibrio territorial, pero también adecuar al turismo a unas nuevas condiciones en las que deberán prevalecer los aspectos cualitativos sobre los cuantitativos, estableciendo óptimos de capacidad de carga demográfica. Y por último, repensar el uso ciudadano de la capital, mediante una estrategia en la que impere la gobernanza de la ciudadanía. 

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