Málaga

Siempre fuertes

  • Amigos de Pablo Ráez recuerdan la figura del joven marbellí cuando está a punto de cumplirse un año desde su fallecimiento a causa de la leucemia

Roberto, Margarita, Isaac y Lucho, cuatro de los amigos de Pablo Ráez con el gesto que simbolizó la lucha del joven marbellí.

Roberto, Margarita, Isaac y Lucho, cuatro de los amigos de Pablo Ráez con el gesto que simbolizó la lucha del joven marbellí. / elisa moreno

"De alguna manera parece que no se ha ido, que sigue aquí. Yo sigo teniendo su foto en el despacho y su nombre está presente siempre. Nos acordamos de él casi todos los días, pero el dolor de su ausencia pega bocados en el alma". Dentro de una semana se cumplirá un año sin Pablo Ráez, pero su recuerdo sigue tan vivo como su mensaje y sus desinteresadas ganas de ayudar. Su vitalidad, su optimismo, su filosofía de vida y la madurez con la que se enfrentó a la leucemia con solo 20 años hizo que su inquebrantable voz llegara a todos los rincones de España. "Pablo es vida y la muerte no pudo con él porque sigue vivo para muchas personas", asegura José López Solórzano, párroco de la iglesia de La Encarnación, en Marbella.

Este sacerdote acompañó desde muy temprano la trayectoria vital de Pablo Ráez, quien con 14 años manifestó su intención de bautizarse. "Mi relación con Pablo trasciende más allá de la relación del cura joven, era parte de mi familia. Él a veces me llamaba tito, otras Pepe o Pepillo. Él me abrió su corazón", destaca. Poco después se convirtió en monaguillo, donde entabló amistad con su compañero Salguero, para quien Pablo se ha convertido en un referente "por su forma de afrontar la enfermedad y de hacernos ver a nosotros que su enfermedad no era lo principal, sino que lo importante era ayudar a los demás". "Él era muy bromista. A veces entraba por la sacristía dando voces y haciendo reír a las señoras mayores", recuerda.

Pablo es vida y la muerte no pudo con él porque sigue vivo en muchas personas"

"Pablo era un tío muy divertido, con él no parabas de reírte, era el más payaso del grupo, y a pesar de su enfermedad nunca cambió su actitud", agrega Lucho Sánchez. Se conocieron en el instituto y juntos compartieron su afición por el deporte. "Era una persona que motivaba mucho y nos enganchó a todo el círculo a entrenar, hacíamos de todo", señala. El último deporte que practicó fue el crossfit. Ahí conoció a Isaac. "Pablo era una persona muy pasional, tanto para lo bueno como para lo malo. También era muy mosqueón", apunta. "Si de una cosa podemos estar contentos es de que se ha ido en paz, que ha conseguido su objetivo y que se sigue luchando por ello. Fuera de la donación de médula él pedía ayudar y demostró que realmente se puede ayudar a la gente sin pedir nada a cambio", continuó Sánchez.

Si hubo algo en lo que Pablo no destacó fue precisamente en los estudios. Abandonó el instituto con la intención de prepararse las oposiciones a bombero y soñaba con portar algún día el mismo traje del cuerpo al que también pertenece su padre. "Era un mal estudiante, o él no supo adaptarse al sistema o el sistema no supo captar sus intereses y lo acabó dejando. Pero era un niño muy especial y muy maduro con el que era muy fácil dialogar", comenta Roberto Rebollo, quien fuera su profesor de Biología en primero de Bachillerato y con quien entabló una estrecha amistad después de dejar las aulas.

En el instituto Victoria Kent donde estudió aún puede verse una gran pancarta con su lema Siempre fuerte y el gesto que simbolizó su lucha. Además, le han dedicado una placa con su nombre en el gimnasio del centro. "Él era una persona muy deportista y queríamos rendirle homenaje de alguna manera tras su paso por el centro y que los alumnos siempre le recuerden como un luchador", expresa Margarita Mayoral, directora del instituto.

Otro superhéroe que lo acompañó durante su enfermedad fue Edu Balboa, un agente de policía que en sus ratos libres visita a los niños con cáncer de los hospitales. Se conocieron por redes sociales y cuando tuvo conocimiento de que había recaído le acompañó, asegura, hasta el último momento. "Iba a visitarle todos los días que era posible, queríamos hacer un proyecto en común, pero se vio truncado con su recaída", explica. "Pablo siempre ha sido un líder, un referente, un elegido para hacer algo grande, y lo hizo. A mí me ha enseñado mucho", asegura Balboa, quien en su memoria lleva tatuado en su brazo izquierdo a un niño peloncete con un dilatador en su oreja y el gesto de su brazo y puño en alza como símbolo de la fuerza ya mundialmente conocido.

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