Discapacidad

Tarde de toros

  • Hay que ir cambiando el concepto de luchar contra las barreras arquitectónicas por el de promover el diseño universal · Los equipamientos y las ciudades no deben ni pueden excluir a parte de su población

LAS ciudades van cambiando, se remodelan a un ritmo galopante, quizás no a la velocidad a la que algunos desearíamos, pero sin duda hemos de admitir que estamos saliendo de la prehistoria de las urbes masificadas de un ladrillo injusto que condenaba a muchas personas a realizar mil peripecias para acabar llegando a su destino, aunque no para todos, porque la misma injusticia se llevaba a cabo hasta límites insospechados, imposibilitando los accesos normalizados a veces.

No para todos, para nada, porque la accesibilidad se entiende de formas muy diferentes, y por más que lo intentamos, es difícil trasladar un mensaje generalizado sobre la materia, de forma que contemple el concepto de diseño universal, dejando ya atrás el tan sabido concepto de barreras arquitectónicas.

Pero para algunos van apareciendo estas nuevas ideas que trasforman de forma inesperada los entornos, convirtiéndolos en más cómodos y amables para todos, y no sólo para aquellos que por obligatoriedad lo precisan.

Esta lucha que se antoja eterna tendrá fin mediante la exclusión de aquellos ilusos que dejen para mañana la tarea pendiente por entenderla fruto de un gasto más que de una inversión hacia el bienestar que producirá, no sólo un más y mejor uso de sus instalaciones, sino también una placentera aceptación social y por qué no, también personal.

Por más que pensemos en la marginación de los propios, las pruebas determinan el grave error que supone tal consideración. Error por suponer que algunos no queremos participar en primera persona de las ofertas de la ciudad, y segundo, por considerar desiguales a los diferentes.

Al final todos nos privamos de verdaderos personajes que forman parte de la sociedad, aunque quizás no de una forma tan activa como desearían, pero que tienen su propio espacio. Quizás más el que han sido capaces de generar per se, aunque a todas luces insuficientes para todos.

Pues es una pena, porque el 10% de la población es una fracción demasiado importante como para excluirla de las aportaciones que el resto debemos realizar.

Este fin de semana, en la plaza de toros de La Malagueta, pudimos asistir a una lección de toreo, de conocimiento del mundo taurino, de sabiduría popular trasladada a la última fila de un tendido.

Son doce asientos, quizás no tantos como deberían, pero suficientes para representar a un nutrido grupo de forofos a la fiesta nacional.

Se puede entrar, desplazarse en el interior, tiene ascensor y un espacio reservado a personas con movilidad reducida, que permite no sólo que aquellos a quienes a veces se les priva de forma injusta de sus derechos fundamentales accedan a la plaza, sino también que el resto de asistentes a la corrida puedan participar de los comentarios de estos sabios conocedores del toreo.

Créanme, he tenido la suerte de asistir a los toros tanto de pie como sentado en una silla y jamás encontré tanto conocimiento y cordura como en la fila de los cojos. Así la llaman ellos.

No es demagogia, lo aseguro, y como cantaba el Sabina, quien por cierto también asistió el Domingo de Resurrección, "lejos de la falsa belleza, igual que el sabio, que no cambia París por su Aldea, me abrazo a la verdad desnuda de mi fea".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios