Málaga

Tensa operación en La Corta con cuatro arrestos tras la revuelta del sábado

  • Policías acudieron con protecciones antidisturbios y pasamontañas

  • Vecinos insisten en pedir que cese la presión

Agentes de la Policía Nacional y la Local, ayer en la barriada de La Corta.

Agentes de la Policía Nacional y la Local, ayer en la barriada de La Corta. / m. h.

La Policía practicó ayer las primeras detenciones en la barriada malagueña de La Corta tras el incidente ocurrido el sábado entre una multitud de vecinos y cuatro agentes, que presuntamente terminaron acorralados y resultaron heridos. Hasta el momento, según las fuentes consultadas por este periódico, han sido cuatro las personas arrestadas por su supuesta implicación en los hechos. Los investigadores han llevado a cabo de esta forma la fase de explotación que tenían prevista tras haber identificado a algunos de los participantes en el violento episodio, en el que un amplio grupo de personas acorraló, supuestamente, con barras de hierro, palos de madera y navajas a los efectivos que habían acudido a calle Orfeo para apoyar a un equipo médico que atendía a una paciente con problemas psiquiátricos.

Ayer, las alarmas saltaron a media mañana. Poco antes de las 11:00 en La Corta se respiraba una tranquilidad apacible. Caían algunas gotas, los niños estaban en el colegio y los vecinos, en casa o en sus ocupaciones. Llegó el vendedor de papas, que las tenía a cinco euros los tres sacos. Amalia se disponía a ir al supermercado pero antes charlaba con su amiga. Su hija, casi una adolescente, paseaba con la nieta en brazos. No era más que un día como otro cualquiera. Juan Rodríguez Bustamante, presidente de la Asociación de Vecinos La Nueva Corta, relataba a este periódico los avances de los últimos años y enseñaba los bloques pintados y rehabilitados, esas viviendas provisionales que iban a ser para diez años y ya han cumplido los veinte. Su intención última, quitar el estigma a un barrio que con los últimos acontecimientos ha visto su imagen seriamente dañada. "No podemos pagar justos por pecadores", decía.

Pedía que la presión policial que consideraba desproporcionada cesase y reiteraba que el supuesto agresor que comenzó los incidentes con la Policía el pasado sábado "no es del barrio". En el centro ciudadano, trabajadores y voluntarios corroboraban las palabras del presidente de la asociación. "Es gente muy humilde que lo que quiere es progresar, desarrollarse y que sus hijos tengan una educación", comentó Teresa Montes, orientadora laboral de la ONG Naim. "Llevo cuatro años trabajando aquí y siempre me he sentido segura", agregó. Antonio Jesús Ruiz, guardia civil retirado y ahora voluntario de inserción laboral de Naim, relataba lo bien tratado que se ha sentido desde que llegó en septiembre pasado cuando el móvil de Juan Rodríguez sonó de nuevo. Al otro lado del teléfono se escuchaban voces aceleradas, quizás llantos. Decían que la Policía estaba entrando en las viviendas y procediendo a nuevas detenciones y que su mujer, que había intentado mediar para que no pegaran a un joven discapacitado, la tenían "de rodillas en el suelo". En cuestión de minutos el escenario había mutado.

Se escuchaban gritos, se veían furgones de la Policía Nacional y coches de la Policía Local, gente corriendo asustada y un gran barullo en la calle. Un agente detuvo el paso del presidente de la asociación que intentaba acceder al lugar donde supuestamente había sucedido el altercado. Quería mediar para tranquilizar los ánimos, cosa casi imposible en aquellos momentos. Un grupo de policías, algunos con protecciones antidisturbios, otros con pasamontañas, subieron, armados, las escaleras arriba con celeridad. Momentos después se pudo ver cómo llevaban a un hombre detenido, con los brazos esposados a la espalda.

"El Lolo, se están llevando al Lolo", decían algunas mujeres con gritos desgarrados que se contagiaron y fueron subiendo de volumen. "Un linchamiento, esto es lo que está pasando", comentaban algunos vecinos mientras afirmaban que El Lolo "no tiene nada que ver". Abucheos y acusaciones de "abusones" y "asesinos" caldearon aún más el tenso ambiente. Algunos intentaban mirar lo que ocurría desde el final de la calle, con esa mezcla de miedo y curiosidad que se produce en situaciones violentas. "Le han pegado a Manolito, que está malito de la cabeza", relataba Amalia, muy nerviosa, con el corazón en la boca. Poco después le pidieron la documentación cuando acusaba a un agente de haberla amenazado. "Llegan aquí con una actitud agresiva y esto no puede ser", se lamentaba Juan Rodríguez. "No somos animales, somos personas, esto es inconcebible", se quejaba. No en vano, como presidente de la asociación de vecinos ha intentando en los últimos días que la respuesta del barrio fuese de respeto y paz y veía cómo sus logros caían por tierra en tan solo una hora. La madre del joven discapacitado supuestamente agredido llegó a uno de los corrillos con la cara desencajada. Lloraba al contar que su hijo que no había hecho nada, que solo traía un suavizante en la mano, repetía. El pastor evangélico criticaba la actuación policial. "Nos dijeron que no iba a pasar nada, que calmáramos al barrio, pero esta mañana han entrado, han pegado a los muchachos y han asustado a los niños, esto no tiene precedentes", comentó Amador Silva. "Lo que pedimos es paz, estamos asustados, no sabemos qué hacer, queremos volver a la normalidad".

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