Territorio Comanche | Opinión

Vaya, vaya, ¿aquí sí hay playa?

  • Nos seguimos moviendo en la ambivalencia, como si tuviésemos que aprender cada día de los impactos que conlleva cualquier actuación territorial, pretendiendo tener buenas playas y haciendo todo lo posible por impedir su dinámica litoral

Una madre y su hijo, el pasado sábado en una playa.

Una madre y su hijo, el pasado sábado en una playa. / Marilú Báez

EL reciente temporal de levante que durante algunos días ha azotado a todo el litoral malagueño ha supuesto la desaparición de algunas playas como efecto inmediato. Esa es la propia dinámica litoral, que supone la movilización y reposición de arena como consecuencia de la alternancia de levantes y ponientes. Sin embargo, esta dinámica natural, que no debería ser objeto de mayor atención ciudadana, encuentra un especial eco en nuestras costas debido a varios motivos, entre los que se encuentra la circunstancia natural de que un litoral no tiene por qué tener necesariamente una playa arenosa, como tampoco un acantilado, sino que su morfología, su forma, estará condicionada por los factores y procesos dominantes en donde se ubique.

Consecuencia del temporal, diversas informaciones aparecidas en este diario han reseñado como en Marbella se han iniciado movilizaciones con el fin de pedir al Gobierno central que impulse los proyectos de estabilización del litoral. Bajo el lema Marbella por sus playas, insisten en que no pueden esperar hasta 2025 para que Marbella tenga una playa en condiciones, y en que “Marbella por su calidad se merece unas playas como tienen otros destinos turísticos de lujo”. Especialmente significativa ha sido la valoración de la presidenta de la Asociación de Comerciantes y Profesionales del Casco Antiguo de Marbella apuntando a que “el desarrollo ha traído que nos carguemos las playas”, e indicando que, puesto que “naturalmente no se van a regenerar, necesitamos una ayuda artificial que sea lo menos agresiva posible, pero que se regeneren”.

El delegado de la Asociación de empresarios de playa de la Costa del Sol destacó que “es imprescindible” la estabilización del litoral porque “Marbella sin espigones perdería las playas”. Movilizaciones de este estilo se podrán producir a todo lo largo del litoral malagueño, puesto que la playa es una referencia turística, desde las propias entrañas del origen de la Costa del Sol, siempre vinculada al turismo soliplayista, y no solo para que los cuerpos de las criaturas se asalmoneten, sino como espacio generador de economía, los tan denostados chiringuitos en otros lugares, o de actividades lúdicas en general. En definitiva, han formado y forman parte de nuestros activos económicos.

Y es en este punto donde conviene reseñar que las playas y dunas costeras son ecosistemas en sí mismos, sujetos a cambios repetidos debido a su ubicación en la transición entre el mar y la tierra, de modo que, de manera natural, la arena de estos ambientes se mueve, acumulándose en unas zonas y perdiéndose en otras. De esta forma, la línea de costa avance hacia el continente o hacia el mar. Es decir, que como se trata de zonas de acumulación de sedimentos en el litoral, su morfología ha ido evolucionando constantemente, de ahí que se produzca una variación en la reserva de sedimentos. Los principales agentes de esta dinámica continua no pueden ser otros que el viento, las olas, la marea y las corrientes asociadas. Las playas mantienen también un intercambio constante de sedimentos con las dunas: la playa abastece a la duna y la duna constituye una reserva de arena necesaria para el equilibrio de la playa. En definitiva, estoy remarcando unos procesos que son absolutamente naturales, pero que en nuestro entorno poseen una especial connotación; la excesiva antropización, derivada de la dependencia económica.

Se produce una doble casuística. De un lado, donde hay playa, la duna debería de estar continuamente alimentando y siendo retroalimentada de arena de la playa litoral, pero aquí colocamos longitudinalmente calles y especialmente paseos marítimos tutiplén que han supuesto un estupendo ejemplo de malas practicas en la conservación de los sistemas de conexión de biotopos. Dicho de otra forma, cuando el viento ha transportado la arena hacia el interior, no se ha depositado en la duna, sino en el paseo marítimo de turno, y por tanto la arena ha dejado de formar parte del ecosistema litoral, sencillamente porque hemos eliminado la duna.

Paralelamente, a los paseos marítimos le ha acompañado la construcción y/o ampliación de toda una serie de puertos a lo largo de la costa que ha supuesto la ruptura de la dinámica de recarga de sedimentos litoral, de tal forma que hemos expuesto mas algunas de nuestras playas a levantes o ponientes, pero sin posibilidad de compensación posterior. Es decir, si el levante se llevaba la arena, el dique del puerto ha imposibilitado que el poniente la reponga, y para buen ejemplo, las playas situadas en la zona occidental de la capital, desde San Andrés a Huelin, en donde la autoridad portuaria tiene que obligatoriamente reponer arena como medida compensatoria. De otro lado, donde no hay playa porque no la ha habido nunca, se pretende que la haya, y eso solo es posible mediante el aporte de arena artificial, que no dudará el siguiente temporal en barrer, simplemente porque una playa es mucho mas que un montón de arena.

Mientras tanto, nos seguimos moviendo en la ambivalencia, como si tuviésemos que aprender cada día de los impactos que conlleva cualquier actuación territorial, pretendiendo tener buenas playas, y haciendo todo lo posible por impedir su dinámica litoral. Un lío oiga…

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