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El Prisma

Victorias y derrotas

  • En el deporte lo realmente importante no es participar, sino ganar. No tanto vencer al rival como alcanzar los objetivos impuestos. Y tanto la UMA como Málaga acaban de cosechar un sonoro fracaso

SI no fuera porque lleva mucho tiempo criando malvas, a veces dan ganas de volver a matar al barón de Coubertin por aquella cínica frase de que lo importante no es ganar, sino participar. Sí, es importante estar en disposición de llegar al torneo y jugarlo, pero a ver qué deportista no compite con la única intención de ganar, de vencer, de triunfar sobre los demás y los elementos. Y no necesariamente eso significa imponerse al rival oficial. En ocasiones el enemigo en la pista es uno mismo, su pasado, los obstáculos que ha sufrido, las injusticias y arbitrariedades a las que ha sido sometido, las veces en que los hados le han vuelto la espalda o los errores cometidos anteriormente, que pesan como una losa.

Así que lo realmente importante no es participar. Pero tampoco vencer. La historia está llena de victorias injustas, vergonzosas, carentes de honor, y de hermosas derrotas. Lo que cuenta de verdad es darlo todo para ganar, merecer más que nadie el triunfo. Llegar a casa, mirarse al espejo, y sentirse orgulloso del esfuerzo independientemente del resultado. Y en caso de batacazo, tener la determinación de levantarse para intentarlo de nuevo.

Por más que ahora seamos una potencia deportiva, este es un país que sigue digiriendo muy mal las victorias y los fracasos. No hay más que oír nuestro himno extraoficial, el infame A por ellos. En el triunfo, casi siempre despreciamos al rival, ignoramos sus méritos y magnificamos los nuestros. En la derrota siempre, siempre, siempre, buscamos una excusa. Que si los árbitros, que si el césped, que si la lesión oculta, que si el motor, que si la conspiración en nuestra contra.

En las retransmisiones televisivas de la carrera olímpica tuvimos el viernes un buen ejemplo de todo esto. A las cadenas y a las audiencias les importó un pimiento conocer a los rivales de Madrid. Nuestra candidatura era la mejor porque sí y punto. Chicago sólo tenía a Obama, Río a Lula y por Tokio ni los japoneses daban un yen. Pero la realidad es que tanto nuestro vídeo como la presentación fueron anodinos, carentes de chispa, muy lejos de los que en su momento auparon a Barcelona. En cambio, el discurso de Lula fue emocionante y sus argumentos justos.

Ignoro si algo parecido le ha ocurrido a la Universidad de Málaga, nuestra competidora local. Todo lo que sé de su proyecto para convertirse en uno de los 15 campus de excelencia internacional de España, nuestra particular competición olímpica, es que giraba en torno a la hortofruticultura y el turismo. A priori nos sentimos inferiores a las demás en el resto de aspectos -aunque existen algunos motivos para el orgullo-, y a última hora quisimos hacer algo para diferenciarnos. La eliminación de la UMA en la primera ronda es el fracaso de toda la ciudad, con una preocupante tendencia al triunfalismo y al conformismo. Y con una obsesión patológica por darle siempre más importancia al continente que al contenido. Ahí tenemos el magnífico, aunque exiliado, campus de Teatinos. Pero unos bonitos edificios, por muy nuevos que sean, no hacen una universidad. La UMA no debe rendirse. Pero sí evolucionar si realmente quiere competir. Y ganar.

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