Málaga

El auténtico 'tikitaca' es español

  • l Ruta del futbolín: Shamrock Nights, Mosquera, 3 (www.shamrock-malaga.es, tiene presencia en el Facebook); O'Neills, calle La Bolsa (www.oneillspubs.com); y La Guarida, en Beatas, 15.

ruta del futbolín

Muchas teorías hay sobre el origen y la procedencia del futbolín, pero la noche malagueña deja de manifiesto que los jugadores de cada nacionalidad hacen propio el invento y que todos saben jugar. Así, se abre la primera cerveza, se echa en la máquina el primer euro y comienza la partida. En el centro de la capital hay tres enclaves distintos, cada uno con un sabor propio, donde practicar deporte de madrugada. Para los novicios, un consejo: no hay rival pequeño en el futbolín -es una de sus grandezas- pero hay que hacerle ver al rival que él está más nervioso que tú.

En el Shamrock, todo un punto de encuentro de la comunidad Erasmu de Málaga, hay uno de pequeñas dimensiones con la disposición típica internacional (1-2-5-3). No podía ser de otro modo con la clientela que tiene el bar. Allí vale todo menos el molinillo. Los más técnicos se quejan, pues normalmente no se permite pasar en la delantera, pero mejor así que poner de acuerdo a parejas de más de media docena de nacionalidades, según las noches. Pero un futbolín no tiene idiomas y en cuanto la bola echa a rodar, la comunión es total. En este caso, pese a la competitividad que reina en los reyes de pista que se organizan, hay buen rollo. Para calmar la sed, cerveza barata (2,5 euros los botellines) y chupitos de más de 300 tipos distintos. Pero la especialidad de la casa es el mojito.

Los otros dos futbolines en los que se puede jugar en el centro de Málaga son los clásicos españoles (1-3-3-4). Uno se encuentra en la popular coctelería, La Guarida. Sus porrones son todo un clásico de la noche malagueña. El otro, mejor conservado, en la cervecería O'Neills. Éste tiene la peculiaridad de que suele reunir a profesionales de la hostelería malagueña que trabajan en el entorno. Cuando cierran sus bares, muchas noches suelen acabar sus jornadas allí con unas cervezas y un futbolín. O varios.

Por si surge el debate del origen del futbolín, los españoles defienden que existen patentes desde 1890 y que su creador es Alexandre Finisterre. Éste dijo ser herido en la Guerra Civil y viendo a muchos niños heridos como él en el hospital, todos incapaces de jugar al fútbol, pensó en la idea inspirándose en el tenis de mesa.

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