Málaga

La balanza del retornado

  • Los profesionales vuelven por sus afectos, pero retroceden en estabilidad respecto al extranjero

  • No descartan irse otra vez si continúa su precariedad

Homenaje realizado por el Colegio de Enfermería durante la Feria a los profesionales retornados.

Homenaje realizado por el Colegio de Enfermería durante la Feria a los profesionales retornados.

Silvia Urbano tiene 28 años. Acabó enfermería en 2014. Entonces sólo consiguió un contrato en prácticas en la privada. Un año después su situación laboral no había mejorado ni un ápice así que emigró a Reino Unido. Se marchó a Bedford, a un hospital público. "Me fui con un contrato indefinido y alojamiento. Trabajé tres años en el mismo servicio", cuenta. Silvia retornó este año. "Allí disfruté de una estabilidad que sé que aquí no voy a volver a ver en muchos años. Pero pongo en la balanza a mi familia; a mis padres, mis hermanos, mis amigos... y gano en calidad de vida".

El empleo en el extranjero en centros privados no da puntos, pero sí cuando es en públicos. Así que esta enfermera nerjeña, además de aprender inglés, sumó puntos para la bolsa. Por eso consiguió un contrato en las Urgencias del Hospital de Motril, que no le pilla muy lejos de casa. Pero sólo de tres meses. Tras el verano, el SAS dirá. "Mi sueño es comprarme una casa, formar una familia, vivir aquí y tener un contrato digno. No quisiera haberme ido. He vuelto para trabajar donde me he formado. Es vergonzoso que nos tengamos que ir. El sistema debería facilitar nuestra incorporación laboral. No podemos estar todo el año pendientes de que nos llamen sólo días sueltos, en verano o en Navidad. Además, con los contratos cortos al final no te da tiempo a adaptarte a ningún servicio".

Silvia es uno de los enfermeros retornados del extranjero a los que el Colegio homenajeó en un reciente acto durante la Feria. El presidente de la institución colegial, Juan Antonio Astorga, elogió el sacrificio que hicieron de "salir de su zona de confort" para trabajar en otro país "renunciando a comodidades personales y familiares".

En el acto también fueron reconocidas Beatriz Podadera y Marta León. La primera tiene 27 años. Acabó la carrera en 2011 y estuvo dos años sin conseguir un empleo. "Empapelé Málaga con mis curriculum, pero no conseguí trabajo", dice con una alegría contagiosa. Así que hizo las maletas y se fue a Brighton (Reino Unido). Empezó en una residencia privada. Pero sabía que aquello no daba puntos. Así que en cuanto pudo se pasó a un hospital público y acabó trabajando en el quirófano. Tras casi cuatro años en tierras británicas, volvió en mayo pasado. En julio, comenzó a trabajar en Cardiología del Clínico. El contrato es de tres meses. "Espero que me vuelvan a llamar", confía. "¿Qué que me parece que tuviéramos que emigrar? Muy mal... Pero estuve dos años intentándolo y no me llamaron ni de la privada ni de la pública", dice. Beatriz rezuma optimismo y le ve el lado positivo: "He aprendido mucho, he mejorado mi inglés, he hecho amigas y he viajado".

Una de esas amigas es Marta León, de 32 años, también enfermera. Terminó la carrera en 2008. "No me salía nada digno. Trabajé en una residencia privada en la que no me pagaron. Me fui a Canarias. En la sanidad pública me ofrecían días sueltos. Así que me marché a Inglaterra", relata. También a Brighton. Empezó en una residencia privada y luego pasó al sistema nacional de salud (NHS). Tras cuatro años, volvió a España en 2017. De inmediato la fichó una empresa estadounidense para hacer investigación en Madrid. Trabaja en ensayos clínicos con fármacos oncológicos. "Me parece fatal que te formen para que otros se lleven tu capacitación. Primero porque es una formación que paga España y además porque aquí falta personal", sostiene. Durante la cena del homenaje ríen, desgranan sus historias y reciben ramos de flores. Cuando se les pregunta si volverán a marcharse si después de un tiempo no gozan de estabilidad laboral lo tienen rotundamente claro y contestan: "Sin lugar a dudas".

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