Calle Larios

Muévete (si puedes)

  • Que la movilidad sea un problema en Málaga es, hasta cierto punto, normal

  • Lo que ya no parece tan normal es que haya quien prefiera no verlo como un problema

  • Ni los carriles 30

Juego de percepción: adivine el lector quiénes son los vasallos y quiénes los señores.

Juego de percepción: adivine el lector quiénes son los vasallos y quiénes los señores. / Marilú Báez (Málaga)

Está bien, lo confieso: la primera vez que me metí con el coche en uno de esos carriles 30 no sabía de qué iba la movida y casi pensé que me había liado a circular en sentido contrario. Me limité a reducir la velocidad, poner toda la atención para incorporarme a otro carril en cuanto fuese posible y cruzar los dedos para que no pasara nada extraño ni me cayera una multa por conducción temeraria. Cuando supe después la utilidad de estas vías respiré tranquilo: no había incurrido en barrabasada alguna. Lo peor que habría podido pasar era encontrarme con algún ciclista que circulara plácidamente y compartir el carril pacientemente, circunstancia, por otra parte, cada vez más común sobre todo desde que empieza a hacer buen tiempo. Uno se pregunta en qué piensan los genios que consideran una buena idea delimitar espacios comunes para coches y bicicletas, cuando desde hace ya décadas la decisión más extendida, y más razonable, es la contraria; y si encima te pilla desprevenido, como a un servidor, pues ya me dirán. Como peatón, eso sí, las sensaciones son a veces parecidas: son tantas las normativas en juego y tantos los cambios respecto a las mismas que uno no sabe si corresponde compartir las aceras con bicicletas y patinetes, ni cuándo toca hacerlo y cuándo no. Es relativamente fácil verte metido en una coyuntura en la que no sepas si estás haciendo lo correcto. Más allá del peligro, siempre indeseable, que estas circunstancias puedan procurar, también hay que decir que es hasta cierto punto normal que existan problemas de movilidad en Málaga. Por una parte, hablamos de una ciudad que se ha reinventado como gran metrópoli sin tener espacio natural para crecer en consecuencia y sin fomentar siempre, cuando habría sido oportuno, las estructuras que habrían facilitado esta transición (respecto al futuro inmediato, esperemos que alguien caiga en la cuenta de que habrá que poner en marcha soluciones para que los potenciales usuarios de los enormes rascacielos puedan desplazarse con la mayor comodidad posible a los mismos); y, por otra, el buen tiempo invita aquí a probar mil y un cacharros, motorizados o no, en los que moverse a gusto a la vez que se disfruta del sol y el buen tiempo. La orografía llana y exenta de accidentes considerables juega a favor, también, del pedaleo y los dispositivos más, digamos, frágiles. En fin, que con todo esto Málaga es una continua feria de automóviles y ponerlos a todos de acuerdo no puede ser misión sencilla. Lo que no se entiende, sin embargo, es que algunos, y especialmente el Ayuntamiento, no consideren que la movilidad en Málaga es un problema. Ni que, en consecuencia, sea urgente tomar medidas.

En la nueva Málaga, la movilidad sigue siendo bastante antigua

Tal vez, para empezar, no estaría mal dejar a un lado las decisiones desacertadas. Lo de los carriles 30 es un parche inexplicable, pero también se envían a la ciudadanía mensajes contradictorios cuando se anuncian políticas disuasorias respecto al uso del coche para ir al centro mientras se rebajan las tarifas de los aparcamientos públicos al 50% como medida de apoyo al comercio. Tampoco contribuye a mejorar la movilidad llenar los barrios de zonas azules a cambio de presuntos descuentos para los residentes. Tiene el Ayuntamiento toda la razón cuando culpa a la Junta de Andalucía de no haber cumplido ni en su mínima expresión sus cacareados planes respecto a los carriles-bici, que son, todavía, la primera medida que esta ciudad necesita; y sí, es doloroso tener que cortar carriles al tráfico, con los consiguientes atascos, para habilitar espacios a bicicletas y patinetes y suplir de alguna forma lo que la Junta no cumple. Pero rechazar la posibilidad de un plan integral de movilidad sostenible en Málaga no parece la actitud más lógica. Mientras el transporte público siga siendo tan abiertamente mejorable (y ya sabemos hasta dónde podrá el Metro solucionar las cosas), y mientras no se ponga en marcha la ordenación racional, exhaustiva y sobre todo clarificadora que nuestras calles necesitan, estaremos condenados a jugárnosla un poco (mención aparte merece la cada vez más reducida proporción de espacios públicos reservados a los peatones). En la nueva Málaga, la movilidad sigue siendo bastante antigua, impropia de una ciudad que invita a cada paso a dejarse embelesar por sus encantos. Será mejor dejarse el casco puesto. Por si acaso.

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