Calle Larios

Nuevos inmigrantes, vieja pobreza

  • Ahora que se vuelve a hablar de invasión, de islamización y de puestos de trabajo en peligro, igual cabe recordar que el prejuicio más extendido tiene que ver con la miseria, no con el lugar de origen

El problema no es de dónde vienen, ni a quién rezan ni qué tradición profesan, sino cuánto dinero tienen.

El problema no es de dónde vienen, ni a quién rezan ni qué tradición profesan, sino cuánto dinero tienen. / Javier Albiñana (Málaga)

ESTE curso Irene forma parte del equipo de mediación de su colegio, por lo que todas las semanas acude a un encuentro dirigido por técnicos del Ayuntamiento en el que recibe herramientas para la resolución de conflictos entre alumnos en su centro. En estos encuentros, los participantes debaten sobre distintas ideas propuestas con la intención de desbaratar tópicos y clichés asentados en la cultura cotidiana. La inteligencia humana funciona a base de patrones también en lo relativo a las relaciones sociales, y eso conduce a generalidades ampliamente aceptadas que no siempre se ajustan a la realidad.

En uno de sus últimos encuentros, la educadora que dirigía la sesión preguntó a los alumnos, todos ellos de primero de ESO, de dónde vienen los inmigrantes. Las respuestas, previsibles, señalaban el norte de África, China y América Latina como los principales territorios de origen de los inmigrantes, pero en realidad aquí la respuesta es lo de menos. Lo importante es esta pregunta que, de manera amplia, debería hacerse también la sociedad malagueña en su conjunto: de dónde vienen los inmigrantes.

No es difícil aventurar que las mujeres que cada mañana acuden al economato de Lagunillas tocadas con su hiyab y las que lucen el mismo velo islámico cuando van a hacer sus compras a Puerto Banús comparten determinados signos que una mirada occidental tiende a relacionar inmediatamente: es fácil adivinar que, aunque hayan podido nacer aquí, o donde quiera que lo hayan hecho, unas y otras mujeres tienen orígenes familiares en otros países. Es posible que las localizaciones geográficas de esos orígenes sean cercanas, pero también que no lo sean: cierta tendencia mayoritaria se inclinaría a situar las raíces de las primeras mujeres en Marruecos y a considerar que las segundas pueden proceder de algún país de Oriente Medio, aunque perfectamente podría ser al revés.

El uso común del hiyab denota el apego a una tradición propia de países árabes, pero también aquí hay diferencias: los que emplean las primeras mujeres son sencillos y presumiblemente confeccionados por ellas mismas, mientras que los que lucen las segundas son de seda y presentan bordes dorados. Lo oportuno, en todo caso, sería preguntar a quién estamos dispuestos a considerar como inmigrantes: a la mujer que se hace con un paquete de arroz en el economato de Lagunillas o a la que tiene garantizados sus recambios en Louis Vuitton cada cierto tiempo.

Málaga presume de hospitalaria e innovadora cuando se trata de que se instalen aquí los jefazos de Google

El contexto es aquí también fundamental: de un tiempo a esta parte volvemos a oír hablar del fenómeno de la inmigración en relación a las mafias, a la invasión, a la islamización de la sociedad y a los puestos de trabajo que presuntamente corresponden por derecho a los nativos y ahora quedan en peligro. Cualquier búsqueda en Google relativa a la inmigración nos lleva a las imágenes de las pateras, pero difícilmente nos va a conducir a Puerto Banús.

Y es que, ahora que vuelven a la opinión pública estas cuestiones que ya parecían superadas, cabe recordar que el prejuicio afirmado contra la inmigración no tiene que ver con los lugares de origen ni con las religiones profesadas, sino con la pobreza. Todas y cada una de las acciones que el populismo de nuevo cuño e inspiración vieja ha lanzado de manera directa para denunciar lo que considera una presencia masiva de inmigrantes se ha dado en entornos y con protagonistas marcados por la exclusión y la marginación: es previsible que los nostálgicos menos acomplejados armen una manifestación en defensa de la pureza de España frente a un centro de menores, pero difícilmente lo harán delante de un yate o en un restaurante exclusivo.

En este sentido, Málaga presume, y con razón, de hospitalaria e innovadora cuando se trata de que se instalen aquí los jefazos que se incorporarán al centro de ciberseguridad de Google (mira por dónde) o a cualquiera de las muchas empresas tecnológicas que al parecer arden en deseos de instalarse en las futuras torres del Muelle Heredia, pero, al mismo tiempo, conduce a cada vez más gente sin recursos a la calle sin una respuesta política a la altura. Y a ver quién considera inmigrantes a los empollones de Silicon Valley que vengan a Málaga a hincharse de espetos. El problema no es de dónde vienen los inmigrantes, sino cuánto dinero tienen. Claro: si son inmigrantes, ninguno.

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