Tribuna de opinión

Los camellos de los Reyes Magos piden la liberación sindical

  • Las rentas no solo serán golpeadas por la inflación sino también por un sistema impositivo cuyos tipos aún no descuentan el persistente efecto inflacionario

Los camellos de los Reyes Magos piden la liberación sindical

Los camellos de los Reyes Magos piden la liberación sindical

QUIEN no ha subido nunca una cuesta. Esa geometría terca que atrapa la atención del individuo. Antes de coronar, te ha absorbido. Te anula. Recorrer la inclinación implica máximo cansancio, pero también desconexión: no piensas. Concentración. Esa rampa es atrevida, insolente, y requiere total atención. Una situación de enorme exigencia en la que solo ves el final y donde no importan los detalles. Solo importa llegar, el cómo a nadie importa. Pues bien, la cuesta de enero no debería recibir ese nombre. Enero no lo merece, ya que es un mes del año en el que el hombre consigue hacer dos cosas a la vez. La mujer, hasta tres. Y recordad que en cualquier otra cuesta no se hacen ni dos, ni tres. Me refiero, a cosas. Enero es convulso. Un periodo en el que se rinden cuentas: las empresas cierran sus ejercicios y hay que planificar los próximos meses. No hay tiempo que perder. En enero, sí se hacen dos cosas a la vez: enero no es una cuesta… Pues como no teníamos bastante con la mal llamada cuesta de enero, encima los Reyes Magos. Tras su reciente campaña de regalos, ellos comienzan ya la planificación del próximo año. No hay descanso. Los tres Magos otean problemas con su logística (no son los únicos). Y es que, tras las continuas peticiones de subida salarial de pajes y camellos, los Reyes se han despertado hoy en Oriente con una nueva noticia: los camellos de los Reyes Magos piden la liberación sindical”.

El impuesto de los pobres, más conocido como inflación, continúa azotando nuestro poder adquisitivo. El revisado de diciembre se ha instalado en el 6,5% interanual, con un punto de avance en tasa mensual y una media del 3,1% para el ejercicio 2021. Un final de año histórico. Y es el impuesto de los pobres porque nunca la inflación recortará la cesta de la compra en familias de rentas altas. Ellas seguirán accediendo al lote completo. El impacto en el consumo, y por ende en el crecimiento, vendrá por el lado de las rentas medias y bajas que serán las que acusen el efecto perverso de este impuesto invisible. Unos efectos dañinos para esas clases que el destino ha querido que, paradójicamente, fuesen gobiernos progresistas los que se cruzaran en su camino. Lo fue en 1992 con González, en el 2008 con Zapatero y ahora con Sánchez, padeciendo en dichos periodos ratios de inflación del 5-6%. Las constantes devaluaciones de nuestra moneda por aquel entonces o ahora la creación sistémica de dinero en forma de gasto público y deuda juegan papeles estabilizadores en situaciones de shock, pero no terminan de resolver la merma en el poder adquisitivo por el efecto incontrolado que esas medidas provocan en los precios. En esas, la escuela de Chicago sentencia: la economía se corrige sola, no hay que tocar nada. Por otro lado, los keynesianos: lo anterior ya lo sabemos, pero hay que intervenir para resolver los problemas rápidamente, la gente no puede pasar hambre. Los neoclásicos: sí, sí, tú toca… que lo que arregles, por un lado, nos costará años de sufrimiento y arreglos por otro. Pero… realmente no hay debate: gana Keynes.

El impuesto de los pobres continúa azotando nuestro poder adquisitivo

Así las cosas, las rentas no solo serán golpeadas por la inflación sino también por un sistema impositivo cuyos tipos aún no descuentan el persistente efecto inflacionario. Ahora todo el mundo es sensiblemente más pobre. Si rectificáramos los tipos de gravamen a tanto constante (sin inflación) las rentas medias y bajas serían las más favorecidas. Un recorte justo (de tipos), podría llamarle nuestro Gobierno. La presión fiscal sobre las rentas altas en proporciones geométricas es asumida por todos: está en el dietario de este Ejecutivo de coalición. Pero, bajo este contexto, al menos se podría ejercer un progresismo, llamémosle inverso, que consistiría en beneficiar a las rentas más bajas reduciendo sus impuestos tras corregir el efecto inflación en los tipos de gravamen. Los mecanismos liberales son para todos.

Sea como fuere, lo anterior no está sucediendo. Y, en consecuencia, se produce una tensión al alza de los salarios para mantener el poder adquisitivo. Lo cierto es que cuando los salarios deben bajar para absorber empleo, como se requiere en épocas de recesión, esto no sucede. Pero cuando deben subir todos, solo lo hacen algunos, por lo que se demuestra que el salario no obedece a los mecanismos estabilizadores que acompañan las medidas de política económica. La imposibilidad, hoy en día, de moverlos de forma homogénea han convertido los instrumentos monetarios en un armamento pesado contra las ratios de desempleo en los países avanzados. Llevamos más de un siglo donde las rigideces salariales no acompañan a las medidas fiscales y monetarias, generando enormes desacoples entre recuperación, crecimiento y tasa de empleo. La flexibilidad salarial desapareció hace más de un siglo. Sindicatos, revolución industrial y un gran cambio en las condiciones del trabajo dinamitaron los antiguos equilibrios de las políticas económicas. Alguien entrenado en la tradición marshalliana pensaría que el problema actual de desempleo estructural o paro involuntario comenzó por la presión sindical que mantuvo el salario por encima del nivel de compensación del mercado. Un desequilibrio, hasta ahora, incorregible. El caso es que las guerras del pasado también demuestran que con el salario no se juega.

Aumenta el empleo, aumentan los precios, también el consumo y lo hace hasta el ahorro

Con todo, lo genuino de esta situación pandémica nos recuerda que la marcha de la economía no obedece a ninguna teoría económica. Ahora nada tiene sentido, pues nos encontramos con un mapa macro en el que aumenta el empleo, aumentan los precios, también el consumo y lo hace hasta el ahorro. Se anuncia incluso alguna burbuja. Una situación artificial y desconocida. De ahí que Lagarde simplemente desee que la inflación sea transitoria. Honestamente, no se sabe cuándo cesará el repunte, pues no existen herramientas que estimen con precisión la vuelta a la normalidad. Visto lo visto, necesitamos otro Keynes.

“Y en esta tesitura los camellos de los Reyes Magos, que ven el problema que existe en la logística, piden subida salarial. Pero es que, además, solicitan la liberación sindical. Los Reyes dan por hecho que los camellos librarán la noche del día 5 de enero, cosas del sindicato. Así es que, otro lío: a ver quién cubre el servicio. Nos queda un año largo de negociaciones, menudos son los camellos. Con el sindicato hemos topado”. + Responsabilidad = + Economía.

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