Calle Larios

Quien confunde valor y precio

  • A veces, uno se pone a leer el periódico y cree retroceder a otros tiempos l Ahora resulta que quieren hacer de la Costa del Sol un destino para el turismo de lujo l Pero, entonces, ¿qué ha venido siendo esta bendita tierra desde 1957? l El nombre de la marca escogida lo dice todo: 'Elite Collection'

LO deseable, claro, sería salir de la maldita crisis económica cuanto antes. Pero también, y no en menor grado, que se accediera a un mayor y más estable bienestar con la lección aprendida, es decir, con las estrategias asimiladas y los conocimientos necesarios para evitar una segunda caída en la misma piedra. Por eso resulta profundamente desalentador encontrar titulares en los que se anuncian proyectos y medidas políticas que nos devuelven a un punto de partida ya conocido y cuyo desenlace, esto ya lo sabemos por experiencia, no es otro que la catástrofe. La situación es la siguiente: un servidor compra una buena mañana su periódico, entra en una cafetería, pide el consabido mitad doble con el mollete y encuentra esta noticia mientras espera el avituallamiento: los responsables del desarrollo turístico de la Costa del Sol, regionales y provinciales, han acordado fomentar la zona como destino turístico de lujo. Para ello han acuñado una nueva marca, Elite Collection, que aparecerá en las agencias de viajes y carteras de negocios del mayor postín. Se trata, en definitiva, de que a partir de este año los municipios playeros se llenen de millonarios rusos, estadounidenses y saudíes para que se dejen aquí sus buenos cuartos. La premisa es evidente: dinero llama a dinero. Si las calles de esos pueblos y ciudades se llenan de ferraris y las muñecas sacan a relucir sus rolex, la aparente prosperidad terminará por convertirse en una prosperidad real. Ante semejante prodigio, uno no puede más que cerrar el periódico, poner cara de tonto y preguntarse en qué año vive. ¿Esto no lo habían hecho ya antes? ¿Es ahora cuando quieren hacer de la Costa del Sol un destino para el turismo de lujo? Pero, entonces, ¿qué ha venido siendo desde 1957? ¿No era en Marbella donde el rey Fahd daba sus propinas de hasta 30.000 pesetas a quien le abriera la puerta a su paso? ¿No se sacrificó, precisamente, la discoteca chic y superguay que fue Torremolinos en los 60 para adoptar el mismo modelo? ¿No se proyectó desde la Costa del Sol a todo el planeta la imagen de la beautiful people como gente que precisamente tenía mucho dinero y no sabía en qué gastarlo? ¿Es que no han circulado suficientes automóviles de esos que apenas levantan dos palmos del suelo y cuestan lo que el producto interior bruto anual de más de la mitad de los países del mundo por Puerto Banús? ¿De qué ha servido todo aquello? De nada. Absolutamente nada. Ahora, Puerto Marina es un refugio de hooligans cafres que se entretienen emborrachándose con cualquier cosa y de cocainómanos que se sientan con el bañador empapado en las terrazas de los bares. El pasado verano me dio por pasear por ahí con mi hija una tarde y los guiris de temporada la miraban como a un bicho raro. Y ahora resulta que se quiere volver a lo mismo: a llamar a gente que venga con mucho dinero. La siguiente crisis será entonces tan hortera que habrá que contemplar el suicidio como escapatoria.

Claro que el dinero es importante. Y por supuesto que son preferibles los turistas que vengan a dejar ingresos, cuanto más copiosos mejor. Pero orientar el turismo únicamente a esta condición es un despropósito que además se corresponde bien con la definición que Antonio Machado brindó del necio: quien confunde valor y precio. ¿Sería posible servir de atractivo a turistas que, además de dinero, tuvieran sensibilidad por la cultura, la historia, el patrimonio y el medio ambiente? ¿Existen estos turistas? Yo diría que sí. Pero lo que no se puede es ofrecer un turismo cultural con museos a cruceristas que vienen a pasar una tarde y una infraestructura lujosa de sol y playa a individuos del más diverso pelaje cuyo único nexo en común sea lo abultado de sus cuentas corrientes. Esta escisión, pacata y corta de miras, es la que pone en peligro al sector turístico. Apunten a toda la excelencia, próceres del gremio. No sólo a la que huele a metal.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios