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La crisis, según los estudiantes de Económicas

La crisis del comercio internacional y la estructura de tipos de cambio

Actualmente, resulta evidente que los desajustes, tensiones e incertidumbres que afectan a la economía mundial tienen efectos negativos sobre los intercambios comerciales entre países, es decir, sobre su comercio internacional. A pesar de todo, los efectos de la crisis financiera solo se hicieron visibles después de las turbulencias en los mercados financieros de 2008, por lo que el comercio internacional de mercancías continuó aumentando intensamente durante el primer semestre de ese año, hasta registrar un crecimiento del 15% en el conjunto, tan sólo ligeramente inferior al de 2007. Las mayores pérdidas se produjeron en Europa, donde descendió casi un 16 por ciento en el cuarto trimestre de 2008 en relación con el mismo período de 2007, mientras que las exportaciones de Asia tan sólo lo hicieron un 5% y las de América del Norte, un 7%. Un signo de que la presente crisis es un fenómeno de alcance mundial, más que una crisis del proceso de globalización, es que el comercio intrarregional se contrajo más rápidamente que el comercio interregional: el comercio entre los países de Europa disminuyó un 18 por ciento.

En el primer trimestre de 2009 se intensificó la caída y el volumen del comercio mundial se redujo en un 12%, que es el peor dato desde el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque durante los tres primeros trimestres de 2010 se notó una mejoría, ya que el valor del comercio mundial de mercancías aumentó un 25 por ciento aproximadamente en comparación con el mismo período de 2009, según cifras de la OMC publicadas el 2 de junio de 2010.

En una economía global las relaciones económicas internacionales, tanto comerciales como financieras, seguirán desempeñando el mismo papel central que tenían antes de la crisis. Si una economía quiere jugar un papel destacado en este mundo, deberá abrirse al exterior y estar preparada para competir y aquí es donde entra plenamente el papel de los tipos de cambio.

El banco central de un país o un territorio (en Europa, el Banco Central Europeo) es quien ha de decidir qué clase de sistema cambiario adopta. Y existen diversas formas en que los países controlan y establecen los tipos de cambio.

Entre las modalidades de tipos de cambios se encuentran los sistemas de tipos de cambio fluctuantes, en el cual el precio de cada moneda lo establecen los mercados. Es el tipo de cambio usado por las principales economías del mundo (Japón, EEUU, Europa, etc.). Algunas veces, el banco central puede intervenir en los mercados para lograr un tipo de cambio favorable. Esta intervención se conoce como fluctuación dirigida. En estos momentos de crisis donde el euro sigue depreciándose sería beneficiosa la intervención del Banco Central Europeo impulsando así la moneda, aunque esto causaría un importante shock en los mercados financieros. Tenemos que señalar que no sería suficiente con una intervención unilateral, ya que necesitaría el apoyo internacional para un impulso al euro, pero dicho apoyo es más difícil que ocurra siempre que EEUU prefiera un dólar fuerte.

En tipos de cambio fijos, la moneda tiene un valor medio que podrá revaluarse o devaluarse cuando las autoridades monetarias lo consideren necesario. Dicho de otra forma, los bancos centrales que optan por el tipo de cambio fijo valoran su moneda respecto a otra de un país económicamente potente y estable, con baja inflación, como EEUU. Esto es algo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos y son criticados porque, al ser un precio rígido, pueden generar rigideces y desequilibrios en la economía. Por ejemplo, un déficit de balanza de pagos se puede prolongar por un período de tiempo sin que el tipo de cambio se modifique para equilibrarla.

Una última modalidad de tipos de cambio es el semifijo en el que se permite la flotación libre de la moneda dentro de unos límites marcados, fuera de los cuales el banco central interviene con el objetivo de evitar oscilaciones excesivas del tipo de cambio. Este tipo de cambio era común en los países del sudeste de Asia pero tras la crisis que pasaron en 1997 se fue abandonando ya que muchos analistas apuntaron a que el régimen cambiario era en parte responsable de la crisis. Derivado de tal situación, en el ámbito académico esta crisis provocó el desarrollo de una tendencia denominada el enfoque bipolar del tipo de cambio. Este enfoque requiere básicamente que los países adopten ya sea un tipo de cambio fijo o flexible, pero no un régimen intermedio, dado la experiencia de dichos países.

Ahora bien, adoptar un tipo de cambio u otro lleva a cabo una serie de ventajas e inconvenientes. La principal ventaja de un tipo de cambio fijo es que los operadores extranjeros en esa moneda tienen la seguridad de cuál será el cambio aplicable en sus operaciones con pagos aplazados, siempre que el país sea responsable y no modifique la paridad de su moneda frecuentemente. En cambio para el tipo de cambio flexible destaca como ventaja que aumenta la interdependencia monetaria entre países. Como principales inconvenientes entre los tipos de cambio fijo podemos señalar la pérdida de autonomía de la política monetaria y la elección de un tipo de cambio objetivo, en el caso de los tipos flexibles su inconveniente es la volatilidad del tipo de cambio.

Tras los estudios realizados por diversos profesionales ante qué sistema cambiario adoptar, se ha llegado a la conclusión de que no existe un sistema cambiario perfecto ni el sistema cambiario óptimo es el mismo para todos los países. La elección, en todo caso, depende de las características concretas de cada economía tales como el tamaño y grado de apertura de la economía, la tasa de inflación, la flexibilidad del mercado de trabajo, el grado de desarrollo financiero, la credibilidad de los responsables de política económica, las movilidades de capital y el patrón de establecimiento de los precios de las importaciones, entre otros.

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