Málaga

Del dolor a la esperanza

  • La asociación Alhelí trabaja acompañando a aquellas personas en proceso de duelo

  • La mayoría de pacientes buscan ayuda tras el suicidio de un familiar o la muerte de un hijo

Las terapias de grupo son una herramienta fundamental en el día a día de la asociación.

Las terapias de grupo son una herramienta fundamental en el día a día de la asociación. / Javier Albiñana

“Intenta que Salva no sea un hijo de padres tristes”. Fue la frase que le dijeron a Chary Vázquez el día en el que falleció su bebé de nueve meses. Esa reflexión, pronunciada en voz alta “con el cuerpo presente”, marcó su proceso de duelo. Una parte de ella se fue, desvanecida en la pérdida irreparable, pero desde ese momento fue consciente de que “no le podía privar” a su otro hijo de la infancia porque la mala suerte se hubiera topado en sus caminos.

“Ese consejo me cambió por completo. A los dos días, estaba con Salvita en el Zoo de Fuengirola. Dos días después, en el Cocodrilo Park de Torremolinos y a las pocos semanas, de casa rural. No quería, pero lo hice por él”. Han pasado ocho años de aquella mañana en la que dejó al pequeño en la guardería. Por un momento, el paso del tiempo se ve traducido en un conteo incesante de números. “Catorce, quince, dieciséis... Veintiuno”, murmura: “Sé que nació en 2012, y que ahora tendría nueve años. Se me llegan a olvidar las fechas, y creo que eso es bueno, porque trabajamos con el recuerdo en positivo”.

El uso de la primera persona del plural no es casualidad. Chary Vázquez es psicóloga voluntaria en la asociación Alhelí, un proyecto de acompañamiento del duelo para aquellas personas que han vivido la pérdida de un familiar cercano, especialmente en los casos de suicidio, muerte natural o muerte prematura de hijos, el ángel de la eterna sonrisa.

Chary Vázquez es psicóloga y desde hace tres años es una pieza clave del proyecto Chary Vázquez es psicóloga y desde hace tres años es una pieza clave del proyecto

Chary Vázquez es psicóloga y desde hace tres años es una pieza clave del proyecto / Javier Albiñana

Yolanda Verdugo, presidenta y fundadora, puso en marcha esta iniciativa después del fallecimiento de su madre: “Sufrió una enfermedad degenerativa que la dejó casi vegetal. Durante todo ese tiempo estuve con ella. Fue muy duro, porque el cuidador no tiene quien le cuide”, explica. Tras su muerte y varios meses de espera a ser atendida por salud mental, recibió el diagnóstico: “Me dijeron que mi caso no tenía cabida porque los recursos son mínimos. Lo único que me ofrecieron fueron unas pastillas que rechacé; yo no tenía depresión, sino duelo, y aquel medicamento no me iba a solucionar el problema”.

Como si el tiempo fuera capaz de curar las heridas, Yolanda comenzó a “sentirse mejor”. Empezó a escuchar a gente “con el mismo problema”: “Te encuentras a la hija de una mujer que ha sido asesinada por su pareja, a un hombre que su chico de 15 años que se ha estrellado con la moto o a unos padres que han perdido a su bebé en el parto y te das cuenta de que no tienen ayuda psicológica. Cogí fuerzas y en octubre de 2015 empecé esta aventura”.

Fueron meses en los que el devenir de la asociación se balanceó entre la falta de financiación y una llamada constante a la puerta de todo aquel que pudiese aportar algo: “Invertíamos lo poco que había en la psicóloga; siempre intentamos que se valore su tiempo”. Comenta que la gente “se mueve” cuando la causa de la enfermedad es “visible”: “Hay imágenes que impactan más, pero la pena va por dentro y no se ve”. 

En el día mundial de la Salud Mental, hoy 10 de octubre, Yolanda Verdugo reflexiona sobre el papel que este fenómeno está jugando en la sociedad: “Estoy apreciando un cambio. Los partidos nos llaman porque quieren presentar mociones relacionadas con este tema. Veo un gran avance, pero son necesarias medidas concretas, como activar un teléfono de tres cifras, similar al del maltrato o de emergencias. Es muy importante porque se está cerrando la puerta a evitar que se tome una mala decisión”. Una medida que el gobierno comunicó ayer, a las vísperas de esta celebración.

La gente llega a Alhelí derivada, mayoritariamente, de centros de salud mental. Chary Vázquez explica que el duelo no se trabaja en la carrera, sino que aparece mencionado dentro de una asignatura: “Vi la necesidad de especializarme en este tema”.

Relata que los pacientes necesitan que "les escuches": "Buscan respuestas que sus amigos o familiares no tienen. Todos dudan de si volverán a ser los mismos. Sufren una pérdida de identidad porque se va el proyecto de sus vidas". Detalla que, en todo el proceso de duelo, los abuelos desempeñan un papel fundamental, porque viven una "doble pérdida". El dilema entre llorar la muerte de su nieto o mantenerse firme ante sus hijos: "Muchas veces no saben cómo abordarlo". 

Yolanda Verdugo fundó Alhelí en 2015 y desde entonces, es la presidenta. Yolanda Verdugo fundó Alhelí en 2015 y desde entonces, es la presidenta.

Yolanda Verdugo fundó Alhelí en 2015 y desde entonces, es la presidenta. / Javier Albiñana

Eso es precisamente lo que trabajan en los GAM (Grupos de Ayuda Mutua); terapias conjuntas en las que el relato de cada familia se presenta como el eje conductor de la sesión: "Advertimos de que la primera es la más dura. Todos vienen con su dolor, pero se llevan el de las otras cinco o seis familias que haya en ese momento. Avisamos que pueden tener hasta síntomas físicos, y algunos no quieren volver porque sienten que se van peor de cómo han llegado. Sin embargo, pedimos una segunda oportunidad". Todo esto, con un objetivo claro: "Evitar el duelo patológico y cronificar ese dolor".

A lo largo de la historia, la muerte ha estado cargada de un halo de romanticismo: la Peña de los Enamorados o Romeo y Julieta son algunos ejemplos. Pero la muerte es "más que eso", es "el vacío en casa". Por eso, Chary Vázquez insiste en que el doliente comience a trabajar sus emociones "cuanto antes": "Hay que afrontar que no está, y que no va a volver. Muchos momifican la casa o el cuarto, y lo dejan tal y como lo dejó el fallecido".

Además de las terapias, esta psicóloga se encuentra inmersa en dos proyectos marco: una campaña de sensibilización del duelo perinatal de cara al día 15 de octubre (jornada en la que se conmemora esta causa), y el Proyecto de prevención en duelo patológico dirigido a mujeres en situación de violencia de género, del Instituto de la Mujer, junto a la psicóloga Noelia Espinosa. 

"Los recuerdos son el único paraíso del que nadie puede echarnos" "Los recuerdos son el único paraíso del que nadie puede echarnos"

"Los recuerdos son el único paraíso del que nadie puede echarnos" / Javier Albiñana

En todo este acompañamiento, hay momentos en los que parece que la pena comienza a dejar paso a la esperanza: "Siempre les digo que yo sé por lo que están pasando. Con el tiempo, comienzas a ver pequeños cambios. Las lágrimas de dolor se convierten en amor. Te das cuenta porque te dan las gracias y ves como algunas madres, que vienen de luto riguroso, se ponen pequeños complementos de color, aunque sea una gomilla del pelo. A mí también me costó arreglarme. De hecho, fue algo que trabajé mucho con mi psicóloga; al final asumes que no vas a dejar de querer a esa persona porque te pintes los ojos o te maquilles, sino que ese amor lo integras en el día a día". 

Los recuerdos de alegría se suceden uno detrás de otro. Yolanda y Chary los cuentan con la ilusión con la que se celebran las grandes victorias: "Vinieron unos padres destrozados. Su niño de tres años cayó en la piscina de los abuelos y falleció. Su historia era muy dolorosa. Parecía que iban cada vez a peor, sin consuelo. Pero poco a poco comenzaron a avanzar, hasta el punto de que han tenido una hija. Le decimos la niña de Alhelí". 

Relatan que en una de las sesiones de la terapia grupal del suicidio, llegó una mujer cuyo hermano se había quitado la vida. Era médico y tenía una situación familiar "dura". "Ella quería suicidarse, pero en una de las sesiones, se levantó y dijo: 'Quiero que sepáis que todas las noches duermo con un bote de pastillas al lado y he deicidio tirarlo porque ya no voy a tener más esos pensamientos'". Subraya la presidenta que lo viven con tanta intensidad que "al final no hace falta el reconocimiento de empresas o instituciones, sino de personas". 

Un abrazo en la sede de la asociación Alhelí Un abrazo en la sede de la asociación Alhelí

Un abrazo en la sede de la asociación Alhelí / Javier Albiñana

¿Se llega a recuperar uno? Chary sonríe tímidamente: “Después del fallecimiento de mi bebé, he tenido una hija. A los niños que nacen después de la pérdida de un hermano se les llama bebé arcoíris, porque no dejan de ser el sol que sale después de la lluvia”. La siguiente respuesta no necesita pregunta: “He vuelto a ser feliz. Llevo mi pena, porque él no está, y una parte de mi corazón está tocado, pero tengo dos alegrías en casa que son mi hijo mayor, Salva, y mi niña, Marta”.

En la entrada de Alhelí, hay una frase pintada que llena toda la pared. Yolanda cuenta que la escribió después del fallecimiento de su madre: “El recuerdo es el único paraíso del que nadie puede echarnos”. Junto a ella, un abrazo entre dos personas libera la esperanza de la vida.

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