Málaga

Y qué haremos con todo lo que no arda

  • La quema del 'júa', la música, los fuegos artificiales, y los 'tupper' a pie de playa volvieron a componer el sortilegio imprescindible en la celebración de la Noche de San Juan

Pues a eso de las 16:00 ya se encaminaba una cuadrilla de canis en la calle Victoria con el radar orientado a la Malagueta, armados con bolsas llenas de hielo y alcohol barato además de toallas y poco más. "Es para ir cogiendo sitio", decía uno de ellos, el más avispado, que pastoreaba el rebaño con una gorra de Obey. Por alguna razón misteriosa (seguramente tuvo mucho que ver esta primavera pasada que se empeñó en ser invierno hasta bien entrado mayo, para desesperación de quienes prefieren ir por ahí con todo desabrochado) Málaga tenía ayer muchas ganas de Noche de San Juan, de celebrar el solsticio, de prender fuego al júa, de bailar como si no hubiera un mañana y de terminar la jugada con una cogorza del calibre siete, lo que constituye, ya se sabe, una combinación cuanto menos peligrosa. Por ello las fuerzas de seguridad y los encargados de que no hubiera que lamentar desgracias no tuvieron más remedio que emplearse a fondo en una velada que se brindó pletórica, con el clima perfecto y el más paradójico de los paisajes. La Málaga más tradicional, la más pegada a sus símbolos y más sabedora de sus esencias acaparó el protagonismo especialmente en La Misericordia, donde con más brío cobró sentido el ritual del fuego; mientras que la ciudad inconsciente, la que a estas alturas del año entona el que me dejes que estamos de vacaciones y la que ha amanecido esta mañana tumbada en la playa con la boca plastosa se lo pasaba en grande en La Malagueta. Pero no crean, que júas hubo hasta en Lagunillas (y bien molones, no crean; otra cosa es que ardieran, que no), y terrazas llenas y bares a tope hasta altas horas de la madrugada en cualquier barrio que se preciara. El fin del curso escolar y la definitiva conquista de las cimas termométricas dieron ayer por inaugurado el verano de una vez por todas. Y sí, hubo chapuzones nocturnos. Algún tiburón que otro, también.

El júa municipal, el único legítimo, ardió como se esperaba caída la madrugada en la playa de La Misericordia con un motivo dedicado al narcotráfico (y pocos argumentos merecen, ciertamente, acabar con tal rotundidad en la hoguera). Tras las llamas continuó el consabido espectáculo de fuegos artificiales, que cierto señor barrigón, con gorra de pintor, camiseta interior comprada en Los Mellizos y los pies llenos de arena se empeñaba en jalear mientras seguía comiendo tortilla sin parar, al parecer, desde las ocho de la tarde. Para entonces, la Orquesta Ritmo Andaluz ya había puesto a bailar a propios y extraños, pero eran los autóctonos, los que ya vivían aquí cuando todo esto era campo (hace tan poco, en realidad), los que seguían vaciando los tupper, los que iban y venían desde la playa hasta las puertas de sus casas, memoria de una Málaga extinta que encuentra en la magia hipnótica de San Juan un cierto consuelo a su derrota. Los niños, claro, se lo pasaron en grande con el júa, y algún chaval que otro se atrevía a arrimarse con suficiente imprudencia para ver si la presunta se daba por impresionada. En la arena, todo un muestrario de mesas, sillas, mobiliario doméstico, toldos, jaimas y las más inusuales construcciones espontáneas servían para que el personal pudiera dejar a buen recaudo la ensaladilla de pimientos, los pinchitos y la cerveza, aunque en honor a la verdad lo que predominaba era el bocata de toda la vida.

Mientras tanto, en La Malagueta, lo de comer y pasar el rato en familia no era precisamente la nota dominante. El concierto organizado por MegaStarFM trajo hasta el lugar a algunas estrellas rutilantes de la música de baile, que convirtieron el enclave en una pista en la que o te movías o, en su defecto, lo mejor que podías hacer era largarte. Irse, no se fue nadie, por lo menos hasta las tantas. El fuego cundió aquí de otra manera, con menos ánimo de espantar lo malo y más hacia dentro. La pregunta esta mañana es, claro, quién va a limpiar todo esto. Con lo fácil que era traerse una bolsita.

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