Coronavirus en Málaga

¿Por qué hay que quedarse en casa?

  • Frente al coronavirus todavía no hay inmunización; por eso, cada persona que no se contagia viene a ser una vacuna

¿Por qué hay que quedarse en casa?

¿Por qué hay que quedarse en casa?

No es fácil entender por qué hay que quedarse en casa. Los sanitarios lo comprenden, pero resulta difícil para los demás. Las razones son de salud pública

Cuando una persona se vacuna frente a una enfermedad, adquiere una inmunidad individual. Pero cuando el porcentaje de personas de una sociedad inmunizadas frente a una patología -sea la gripe o la quincena de enfermedades incluidas en el calendario vacunal infantil- es alto, se consigue una inmunidad colectiva. La explicación de esa inmunidad -llamada de grupo o de rebaño- es que los patógenos (virus o bacterias) que causan esas patologías no pueden circular debido a que la mayoría están vacunadas. Por ejemplo, Andalucía tiene un porcentaje de inmunización infantil que ronda el 95%. Esa proporción alta logra una inmunización colectiva porque virus y bacterias de las enfermedades antes citadas prácticamente no encuentran a quien infectar y, además, las personas vacunadas actúan como cortafuegos de los patógenos. 

El problema con el coronavirus es que no hay vacuna. Por lo tanto, no existe ni inmunización individual ni colectiva: estamos indefensos frente a este nuevo virus. Para colmo, los individuos ni siquiera han desarrollado la inmunidad natural que a veces se adquiere con los años por haber tenido algún contacto previo con la enfermedad. Es decir: frente al coronavirus somos vulnerables.

Quedarse en casa es una responsabilidad con nosotros mismos y un deber para con los demás

Por eso hay que quedarse en casa: por uno -para no contagiarse- y por los demás -para no contagiar-. Porque como no hay vacuna y no existe ni inmunidad individual ni colectiva, el único cortafuegos posible es que el virus no encuentre seres humanos en los que reproducirse. Porque vive en nosotros, pero sin nosotros muere. De modo que quedándonos en casa es, por decirlo en términos comprensibles, como si lo matáramos de hambre ya que no encuentra a quien infectar.

En el caso de la gripe, las personas de riesgo y los sanitarios se protegen vacunándose. Pero contra este nuevo virus, como aún no hay vacuna, ambos grupos tan sensibles quedan expuestos. Las personas con el sistema inmune más fuerte pueden superar e incluso pasar la enfermedad de manera asintomática. Pero los enfermos con otras patologías y los mayores son muy vulnerables. De hecho, la amplia mayoría de los fallecidos superan los 70 años. 

Así que para ponerle cortafuegos al coronavirus, mientras no haya una vacuna, quedarse en casa es la mejor medida de salud pública. Frente al virus todavía no hay inmunización. Por eso, cada persona que no se contagia actúa como una vacuna. Reunirse, compartir espacios o aglomerarse sea en el trabajo, en un bar, en la playa o en un parque infantil facilita los contagios y que el virus, en vez que ir a menos, vaya a más. Por eso hay que confinarse, para que el virus no encuentre a nadie a quien infectar y muera. Así que en este caso, quedarse en casa es una responsabilidad con nosotros mismos, pero sobre todo en estos días es un deber hacia los demás

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