El Prisma

El maltrato institucional

  • La ley para tratar de atajar la violencia de género fue una de las primeras medidas de la legislatura de Zapatero · Cuatro años después todo sigue igual

POR desgracia, 2008 comienza como acabó 2007 y la legislatura también termina como se inició, con la constatación de que la tan traída y publicitada Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género es un fracaso absoluto. Son muchos los estudios y demasiadas las estadísticas sobre la denominada violencia machista: que si las mujeres inmigrantes o extranjeras tienen seis veces más probabilidades de morir a manos de sus parejas o ex parejas; que si los periodos festivos son lamentablemente, los más desgraciados y propicios para estos casos, que si los hijos y víctimas de maltratadores tienen tendencia a convertirse también en verdugos en el futuroý Parece como si la respuesta del Estado de Derecho a esta plaga fuera recoger datos y no combatirlos.

El PSOE hizo campaña, y muy dura, en los últimos meses del gobierno de Aznar contra lo que parecía pasividad oficial ante el incremento de mujeres asesinadas por sus compañeros. Los socialistas proclamaron a los cuatro vientos que la solución era crear una ley específica, un instrumento jurídico de protección a las víctimas. Pero volvemos al mismo problema de siempre de los políticos, que creen que con un legislando que es gerundio se acaba su responsabilidad. Y la realidad, al menos según vemos en las cifras y en sangrientos casos como el de Coín o el de La Cala del Moral, dista mucho de ser ideal a pesar de la nueva ley. Más bien parece una pesadilla sin fin y ahora el Gobierno inmovilista lo preside Zapatero.

Este verano he vivido demasiado cerca un caso de malos tratos a una mujer (noten que me ahorro el supuesto porque en este relato voy a ser absolutamente subjetivo y parcial) con abusos a un menor. Y a pesar de ser periodista y teóricamente estar al tanto de todos los servicios públicos, y a pesar de que la víctima es una mujer universitaria, trabajadora y que vive en la ciudad y no en una alejada pedanía rural, y a pesar de que sus amigas y amigos también son gente normal, todos hemos sido víctimas (principalmente ella y su hijo) del caos y la ineficacia de los mecanismos del Estado para afrontar casos como el suyo.

Uno de los problemas más graves de España es la multiplicidad, a menudo inútil salvo que lo que se pretenda sea colocar a unos cuantos enchufados, de organismos que tienen la misma misión. Como es natural, compiten y se estorban entre sí. En mi triste deambular de uno a otro, porque lógicamente cada uno está en un sitio totalmente distinto y alejado, he descubierto las vergüenzas de un sistema que está encantado de darse palmaditas en la espalda, de un montaje del que presumen nuestros políticos y que tiene mucho de marketing y poco de servicio público. Sólo una institución, curiosamente la más antigua y en la que menos expectativas tenía depositadas, respondió con creces a la dificultad del momento. Se llama Guardia Civil y la fundó un tal duque de Ahumada en 1844. Pero en cuanto se pierde de vista a la vieja Benemérita aparece un muro burocrático y competencial contra el que chocan unas mujeres que por lo general están desorientadas, desconcertadas, destruidas, arrasadas. Y que encima tienen que soportar ser víctimas también del "vuelva usted mañana".

Hay un área municipal de la Mujer en la mayoría de los grandes ayuntamientos malagueños, Servicio Provincial de la Mujer de la Diputación, Instituto Andaluz de la Mujer de la Junta y Juzgados de Violencia Doméstica. Un laberinto institucional en el que se pierden las víctimas, en el que se desvían las responsabilidades, en el que se atienden con horarios de funcionario laxo casos que requieren una atención inmediata, urgente y completa. Y al final todo se reduce a la suerte. A la suerte, buena o mala, de haber acudido a un servicio o a otro; de haber llamado la atención de tal o cual funcionario; de que la jueza no esté de puente y tenga ganas de trabajar; de que el fiscal no tenga prisa y quiera escuchar la denuncia que le dictaste a un administrativo semanas después de haberla transmitido, entre lágrimas, a la Guardia Civil; de que los técnicos que evalúan en media hora si tu maltrato es real o te lo estás inventando no estén de mala leche porque tú ya has acudido a otros de otro servicio rival que te han recomendado en una de las instituciones que has visitado previamenteý En definitiva, que la respuesta del Estado a las víctimas de violencia doméstica no es otra que desearles buena suerte en su ruleta del sufrimiento.

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