Vigilantes de la zona azul Casos curiosos de su trabajo diario

"Esta máquina no expende tabaco"

  • Confundidos a menudo con policías locales, por la similitud entre los dos uniformes, y reclamados todos los días como informadores turísticos, los trabajadores del SARE retratan su día a día

El personal laboral del SARE o auxiliares de Policía Local son los encargados de vigilar la zona azul de aparcamientos de la capital y colocar las odiosas multas que muchos malagueños se encuentran a diario al aparcar sus coches en estas calles y excederse del tiempo de estacionamiento para el que han pagado, por lo que muchas veces se han encontrado en situaciones en las que han tenido que lidiar con conductores que no se toman nada bien el sobrecito azul. Desde mensajes en el buzón de cancelación de sanciones a ataques a los vigilantes, en más de 20 años de servicio, hay reacciones para escribir un libro.

"Cuando peor lo pasé fue el día que un hombre me tiró un ladrillo a la cabeza, porque no entendía que lo hubiera multado por pasarse del tiempo del tique". Uno de los vigilantes del SARE recuerda este caso, por el que incluso fue a juicio y, ahora, con el paso de los años, hasta se ríe. Aún así, "si no me hubiera agachado no lo estaría contando", comenta. Como él, otros compañeros se han visto envueltos en situaciones similares, en las que los conductores reaccionan ante la multa con ataques físicos, como le ocurrió hace años a un vigilante en La Malagueta, donde fue agredido por un camarero de un bar de la zona que encontró su vehículo denunciado o a otro en el mercado de Atarazanas, al que intentaron agredir con un cuchillo.

Lo más común son los ataques verbales y estos sí que los sufren a diario y no hay ni que explicarlos. También hay conductores más ingeniosos y en lugar de enfrentarse personalmente con los vigilantes, utilizan el buzón de cancelación de las sanciones para expresar su opinión. En algunas se quejan de este tipo de aparcamiento y otras van más allá y reclaman el pago de la multa al mismísimo alcalde. "Suelen echar papeles sueltos, como si esto fuera un buzón de sugerencias", comenta uno de los inspectores del SARE, que son los encargados de vaciar estos depósitos para llevarlos a Smassa, la empresa municipal que gestiona los aparcamientos, para luego añadir: "Las quejas deberían hacerlas en el Registro, para que quede constancia de ellas".

Las máquinas del SARE, además del citado buzón de sugerencias, también han sido confundidas con máquinas expendedoras de tabaco, aunque el vigilante que lo cuenta, reconoce que esto pasó hace unos años. "Llegué a una de las calles de zona azul que tengo asignadas y vi a un hombre dándole patadas a la máquina. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me dijo que la golpeaba para que saliera el tabaco; yo no me lo podía creer". Además, los chicles en la ranura de las monedas y los petardos en el cajón del cambio -algunos han llegado a reventarlas-, son todo un clásico en los ataques a estas máquinas.

A diario los vigilantes del SARE son confundidos con policías locales, ya que el uniforme es similar, por lo que los ciudadanos les reclaman información sobre denuncias y sirven a los ciudadanos y turistas de punto de información, tareas que ya asumen como propias, pero lo que nunca se imaginaba una compañera cuando empezó a trabajar por la zona de la calle Córdoba es que se encontraría casi a diario con exhibicionistas. Explica que empezó a ser conocida porque todos los días acababa llamando a la Policía Local por uno de estos casos. "Todavía me sigue pasando, aunque cada vez con menos frecuencia", añade.

Otro de los problemas que se encuentran a diario en las zonas de SARE son los gorrillas, que normalmente desaparecen cuando los vigilantes llegan, aunque alguna vez se han visto obligados a llamar a la Policía Local para que ellos actuaran. En este sentido, culpan a los conductores de que permanezcan en estos aparcamientos. "Si están ahí es porque los conductores les dan dinero y luego algunos se quejan de que los multamos, a pesar de que ellos le han pagado un euro al gorrilla", explica uno de los vigilantes.

Si un coche estaciona en doble fila e impide el paso de otro aparcado en zona azul, el personal del SARE está autorizado para llamar a la grúa, pero en una de estas situaciones, pasados más de 20 minutos desde el aviso, el vigilante no podía creer lo que estaba pasando: el conductor del vehículo que pretendía salir del aparcamiento, en un acto de desesperación, "cogió el gato del coche, rompió el cristal del vehículo que le impedía el paso, le quitó el freno de mano y lo movió, para poder salir", explica.

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