Tribuna de Opinión

La mirada rota

  • Nosotros, indolentes malagueños que no dejaremos perdurar la ciudad que Vicente Aleixandre vio y recorrió de la mano de su madre

Infografía del futuro hotel del Puerto de Málaga.

Infografía del futuro hotel del Puerto de Málaga.

UN profesional conseguidor y un Ayuntamiento consentidor. Ojalá no alcancen su propósito. En la plaza María Guerrero quisieron un centro comercial con un teatro; la fácil demagogia periodísticopopulista arremetió contra la supuesta defección a Antonio Banderas simplemente porque hubo personas que exigían transparencia, no un proceso opaco, subrepticio, ideado con el exclusivo propósito de favorecer los intereses de nuestro internacional, querido y admirado actor. Como si ese aprecio justificara el fraude, como si él lo quisiera o lo necesitara.

Ahora respiramos tranquilos. Antonio Banderas es aclamado por un público entusiasta en su nuevo teatro –sólo teatro– del Soho, en calle Córdoba, y la Plaza de la Merced ha quedado despejada.

El mismo conseguidor nos trajo de la mano a otro inversor, esta vez extranjero, para acometer la torre o rascacielos del puerto. Muchos aplauden su llegada bajo la falaz consigna del progreso o de la imitación de otras ciudades; califican el proyecto, incluso, como signo supuestamente identitario (no lo será, claro, la farola que quedará cabizbaja y ensimismada a las faldas del monstruo).

Pero otras ciudades no tienen horizonte, un lugar ancho y propio donde la vista se pierde en todas direcciones. Por ello es inútil el argumento de Torre Sevilla, donde estuve hace unos días y contemplé la bella estampa de nuestra capital andaluza; pero las orillas del Guadalquivir desde abajo carecen de horizonte, como tampoco lo tienen los habitantes de Frankfurt, donde los rascacielos se multiplican a lo largo del río Meno.

Hace unos meses, con motivo de una manifestación convocada por el grupo Defendamos nuestro Horizonte escribí unas notas que titulé Colgada del imponente… rascacielos, que comenzaban así: “¿Cuánto tiempo seguirán viendo nuestros ojos la “ciudad voladora entre monte y abismo”, la ciudad “colgada del imponente monte?”

Algún día, nuestra ciudad quedará aprisionada por una enorme torre, grave, compacta, que no dejará cruzar "labios celestiales con destino a las islas remotísimas…", etcétera. Podría seguir glosando los versos de Vicente Aleixandre que nos regaló este poema, a nosotros, indolentes malagueños que no dejaremos perdurar la ciudad que él vio y recorrió de la mano de su madre.

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