el prisma

El sucio juego de Limasa

  • Durante años se ha permitido el carácter hereditario de los empleos sin que existiera una contestación política El número dos de Medio Ambiente confirmó lo que es obvio: se limpia más donde hay turistas

POR fin una comisión de investigación sirve para algo. Para algo más que para rellenar las agendas de quienes participan en ellas y de hacer perder el tiempo de manera imperdonable. Por más dudas que pudiera generar tras su constitución, la comisión creada para profundizar en la gestión de Limasa está dejando momentos gloriosos.

Gloriosos pero sobre todo preocupantes. Durante años se ha asumido con normalidad pasmosa que los trabajadores de esa empresa, pagada con dinero público, pero cuyo 51% está en manos privadas, podían designar a sus familiares para ocupar sus puestos en caso de enfermedad o muerte. Durante años se ha permitido y consolidado el carácter hereditario de estos empleos sin que haya existido una contestación política que reseñar. A excepción del que fuera portavoz de IU en la Casona del Parque Pedro Moreno Brenes, en los mandatos pasados pocos o ninguno de los representantes municipales ha hecho de este asunto una afrenta suficientemente grave como para cambiar la situación.

Muy al contrario, se ha optado por una actitud contemplativa, por dejar pasar el tiempo sin más, como creyendo que de ese modo se garantizaba la paz social de una empresa siempre en ebullición. Todos equivocados. La pregunta es por qué. Quizás el testimonio dado por el presidente del comité de empresa, Manuel Belmonte, en la sesión del pasado viernes sirva para responder. El cabecilla de los trabajadores, no en una charla de bar, no en uno de esos vídeos que cuelgan en YouTube burlándose del alcalde o del concejal de Medio Ambiente, sino de manera oficial en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, abrió la caja de Pandora. Lo hizo cuando aseguró que los viejos partidos, sin especificar cuáles, habían maniobrado para colocar en la empresa personas de su entorno. Es decir, que habían usado Limasa para enchufar a los suyos.

"Me consta que algunos mediaron para facilitar la entrada de trabajadores", respondió el dirigente sindical a preguntas del concejal de Ciudadanos Alejandro Carballo, quien, seguramente atónito ante la contestación le repreguntó si lo consideraba "inadmisible". "No me parece bien", confesó Belmonte, quien para redondear el asunto aseguró que nunca lo denunció porque "todos hemos estado dentro de ese juego". ¿Qué juego? ¿El del silencio cómplice? ¿El de tapar las vergüenzas del otro para que no se descubran las suyas? Las afirmaciones del comité de empresa suponen, de ser ciertas, la existencia de un entramado más que sospechoso, capaz de moldear a su antojo los preceptos mínimos de legalidad y ética. La gravedad de estas palabras obligan a constituir una comisión de investigación exclusiva para este turbio descubrimiento, poniendo bajo el foco a todos aquellos que durante los últimos 15 años han podido participar activamente en este poco escrupuloso proceso de selección.

Lo curioso del asunto es que ninguno de esos "viejos" partidos reprochó a Belmonte sus acusaciones, pudiendo con ello limpiar en algo la sombra de duda generada. Sólo el director general de Medio Ambiente, Luis Medina, aseguró durante su intervención no tener constancia de ello. Bien es cierto que de haberla tenido difícilmente lo hubiese asumido. Limasa, alimentada con cerca de 90 millones anuales procedentes de las arcas municipales, ha acabado por convertirse en una especie de cajón de sastre, en el que los comportamientos corruptos parecen a la orden del día. No hablo de dinero oculto en los bolsillos, no hablo ya de comisiones y pagos por trabajos no realizados, hablo de esa corrupción más de andar por casa, que pasa por eludir los controles mínimamente exigibles a todos, pero más a aquellos que se nutren del dinero público.

Belmonte desveló lo que, según parece, muchos sospechaban. Sin embargo nada se ha hecho hasta el momento. El tiempo de levantar las alfombras, ahora asumido en esta comisión de investigación, debe dar paso a una limpieza absoluta de la propia Limasa. No sólo por lo ahora trasladado, sino por el funcionamiento en sí de una sociedad incapaz de responder a las necesidades de los vecinos a los que sirve. Vecinos que a ojos del propio Ayuntamiento no son iguales. Mismos impuestos, mismas cargas, pero diferente limpieza, diferente privilegio. El número dos del área de Medio Ambiente confirmó lo que es obvio: se limpia más donde pasean los turistas. "Todos tenemos el salón mucho más limpio que el cuarto de estar o el dormitorio", puso como ejemplo. Quiero pensar que el vecino de Palma-Palmilla, el de Churriana, el de Carretera de Cádiz imaginan su barrio como el salón de su casa. Definitivamente Jauja, esa ciudad de extraordinaria riqueza y prosperidad, no está en Perú. Jauja está en Málaga. En un rincón apartado de la capital, allá donde no llega la mirada curiosa de los turistas, se levanta un gran edificio en el que se lee L-I-M-A-S-A. Ahí, justo ahí, es Jauja.

Un moneo en málaga

Rafael Moneo acaba de ser distinguido como Premio Nacional de Arquitectura. Antes de eso lo fue con el Nobel de la disciplina, el Pritzker, y el Príncipe de Asturias. Al leer la noticia me dio por pensar en ese "mamotreto" que, según algunos, plantea en la margen izquierda del Guadalmedina; en esa casi repudiable operación "especulativa" que dibuja en Hoyo de Esparteros, un espacio caracterizado por su actual hermosura.

Me dio por pensar en el modo en que con demasiada frecuencia se abordan las oportunidades en una ciudad que sigue sin desprenderse de manera definitiva del cascarón; que parece necesitar ese último empujón para hacerse adulta y afrontar de manera decidida los retos. Quizás a ello ayude la presencia de Moneo. Siempre deseada, reclamada e incluso exigida, pero hasta la fecha desaprovechada. Moneo no es quien es por los galardones ni por los reconocimientos nacionales e internacionales que acumula; Moneo es quien es por su trabajo, por sus obras, por la seriedad y el respeto que ofrece a todo cuanto toca. Incluida La Mundial y sus exagerados valores; incluida La Mundial cambiada de lugar.

La última visita del arquitecto tudelano a Málaga, de lo que ya hace varios meses, permitió ver en primera persona a un arquitecto afectado por no poder materializar cuanto tiene trazado sobre el papel; molesto incluso con la vinculación de su apellido a un proyecto que no acaba de ver la luz, azotado por los problemas de financiación de la promotora. La imagen serena, al tiempo que apasionada del casi octogenario maestro, engrandecida aún más ahora, sólo pone el dedo en la herida de Hoyo de Esparteros. Ojalá a no tardar mucho Málaga pueda presumir de tener en sus calles un Moneo. No es obligatorio y cambiará la historia de la ciudad, pero la hará mejor.

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