Málaga

"Ser turista espacial es un esnobismo"

  • Jubilado de la Agencia Espacial Europea (ESA), Claros se dedica a la divulgación para transmitir el interés por la ciencia

Valeriano Claros Guerra (Fuengirola, 1942) no muda el buen semblante, ni cuando señala la que fue casa de su abuela, en la Plaza de la Constitución de Fuengirola, ni cuando alude al programa espacial Kopérnikus, ideado para la vigilancia del medio ambiente. Jubilado recientemente de la Agencia Espacial Europea, ha trabajado para la NASA y ha sido testigo privilegiado de hitos como la llegada del hombre a la Luna o la mítica misión del Apolo 13. A la espera de tener nietos a quienes narrar sus experiencias, este ingeniero se dedica a la divulgación científica y es asesor del museo Art-Natura de Málaga. Está asentado en Madrid, donde viven sus hijos, pero siempre que puede se escapa a la Costa del Sol.

-¿Cómo empezó a trabajar para la NASA?

-Al terminar la carrera tuve dos ofertas, una para Telefónica y otra para Standard Eléctrica, y me decanté por ésta porque podía ir al extranjero. Era 1967 y estuve en Sudáfrica seis meses. Al terminar, tuve oportunidad de quedarme, pero regresé a Madrid. Había mejorado mi inglés y leí los anuncios del periódico del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (Inta), que buscaba ingenieros jóvenes para trabajar en las estaciones que la NASA había montado en España. Decidí probar. Me destinaron a Maspalomas (Canarias), donde estuve hasta 1975, cuando cerró la estación.

-¿Y viajó a Estados Unidos?

-Pasábamos allí varios meses en los centros de formación de la NASA, que están en Greenbelt, cerca de Washington, en el estado de Maryland.

-Cuando el hombre llegó a la Luna estaba en la estación de Canarias. ¿Cómo lo vio?

-Pues lo vi muy mal. Antes no era como ahora, con una conexión directa de televisión entre la península y las islas. Los únicos que pudimos verlo en el momento en que ocurría fuimos los que estábamos en Maspalomas y un grupo de gente que se subió al Pinar de Tamadaba. Con una antena de televisión, recogieron una señal que procedía de Madeira y pudieron ver en tiempo real ese momento, pero tan mal como nosotros. La antena que teníamos mirando a la Luna era de nueve metros y para ver bien la televisión hacía falta una de 27 metros, y eso sólo lo tenía la estación de Fresnedilla (Madrid). Vimos a Aldrin y a Amrstrong, pero con una cantidad de nieve...

-Se lo tengo que decir, hay mucha gente que no se lo cree.

-Lo sé, lo sé. Hay gente pa tó, como diríamos aquí. Esas célebres fotos que han circulado por internet, donde alguien quiere decir que son tomadas en la Luna, y es mentira. Todo el mundo sabe que se tomaron, probablemente, cuando Kubrick preparaba 2001: Una odisea en el espacio; otros dicen que no, que fueron los Estados Unidos quienes pidieron a Kubrick que las hiciera por si no llegaban. Es una polémica estéril que sólo sirve para escribir cosas en internet. Para mí fue una de las noches más emocionantes de mi vida profesional.

-¿Hay más cosas que no podrá olvidar?

-El Apolo 13 (1970). La estación de Maspalomas era secundaria, es decir, primaria mientras la nave estaba alrededor de la Tierra, pero cuando se iba hacia la Luna, quien tenía el peso y la responsabilidad del seguimiento eran las estaciones de 27 metros. Pero estábamos en contacto por si alguna fallaba. En un momento determinado, vimos que la consola, repleta de lucecitas verdes y rojas que indican si todo va bien o mal, estaba en rojo. Lo que pensamos es que el ordenador se había roto, hasta que se oyó la voz de un astronauta diciendo: Houston, tenemos un problema. Y aquello fue la movilización de cerca de 30.000 personas en Estados Unidos en menos de 24 horas para intentar que la nave no se insertara en la órbita y regresara.

-Cuando empezó su trabajo para la NASA aún estaba la guerra fría. ¿Eso se notaba en el trabajo de los técnicos?

-No. A mí, la única vez que se me encendió la luz sobre la presión que había entre Estados Unidos y la antigua URSS fue cuando llegó al puerto de Las Palmas un barco soviético con una estación de seguimiento, el Gagarin. Fue durante el proyecto Apolo y la carrera hacia la Luna entre las dos potencias. Tuve la oportunidad de ver el barco, pero cuando les dije a mis jefes del Inta y de la NASA que iba a visitarlo, resultó que no era políticamente correcto. Y no fui. La verdad es que me hubiera gustado y poder comparar la tecnología rusa con la norteamericana. Pero en las estaciones, el programa espacial no se vivía como algo político, sino técnico.

-China se ha incorporado a la carrera espacial. ¿Qué puede significar eso?

-Pues que se acerca cada vez más a las grandes potencias. El proyecto chino es similar al que tiene la Agencia Europea Espacial (ESA), y hemos colaborado. Ellos han tenido que vivir como nosotros, adaptando la tecnología norteamericana, pero poco a poco han ido imponiendo su tecnología, bueno, hasta con taikonautas en órbita. En el futuro, esa cooperación que ahora existe en la estación espacial también afectará a China, que ahora no está. Hablamos de China, pero también de Japón, la India y Brasil, que está haciendo un gran esfuerzo, sobre todo para observar la deforestación de la Amazonia.

-¿Cuál será el próximo gran hito en el espacio?

-La piedra hacia la que todo el mundo apunta es Marte. Pero es muy probable que antes haya que hacer un programa para volver a la Luna, volver con una serie de estancias a medio y largo plazo, para estudiar los problemas de supervivencia que pueden encontrar los astronautas en Marte. La ESA descubrió en la Luna los picos de luz eterna en las montañas del polo sur, donde la luz del sol no se pone. Ése podría ser un buen sitio para poner una huerta solar. Los americanos querrían estar con una pequeña base en la Luna en 2020, los europeos creemos que no antes de 2025, pero lo de Marte es a más largo plazo.

-¿Cree que la crisis afectará a la carrera espacial?

-Todo el mundo piensa que los gobiernos se tienen que atar los machos. Lo que está claro es que no habrá una expansión de los presupuestos hacia el espacio. Pero bueno, esperemos que sea una cosa pasajera. Y la posibilidad de futuro de lo de Marte es que no es un proyecto individual, sino un proyecto de la humanidad para hacer posible la colonización en otros planetas.

-Suena a ciencia ficción.

-Bueno, también era ciencia ficción que los hombres pudieran salir de la Tierra. Sin visionarios no funciona el mundo, y además, es gente que pone sobre la mesa datos y cómo hacerlo.

-¿Y le gustan las películas de ciencia ficción?

-Uhm... Algunas, pero... Tampoco he tenido demasiado tiempo. Me gusta la lectura, la novela histórica, por ejemplo, pero a la ciencia ficción no le dedico mucho tiempo porque creo que no me aporta nada.

-¿No cree que de tanto mirar al cielo se puede acabar con la magia que ha significado para la humanidad?

-Hay magia y hay hechos muy reales. Copérnico, con mirar al cielo, cambió la concepción de dónde estábamos en el universo, de un sistema geocéntrico pasamos a uno heliocéntrico. Hay que mirar al cielo no sólo por magia, sino para estudiar. Las célebres preguntas de quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, eso se hace sobre todo mirando al cielo, y ha provocado que se desarrollen la Astrofísica, la Astronomía. Lo que no tiene mucho sentido para mí es la Astrología. Pero bueno. Es como quien cree en los platillos volantes con hombres verdes con orejas puntiagudas.

-O sea, que tampoco cree en los extraterrestres.

-No. En los 40 años que he estado mirando al cielo, con nuestras antenas apuntando a los satélites, nunca hemos tenido ningún tipo de historia.

-¿Alguna vez ha querido ser astronauta?

-La verdad es que no. Conozco a varios y soy amigo de Pedro Duque. Es una vida muy dura. Lo mío estaba en las estaciones, intentando ayudar.

-¿Y ahora turista espacial?

-Pienso que es un esnobismo, la verdad. Qué gana una persona. Hay que hacer un entrenamiento, no tan duro como el de un astronauta, pero hay que hacerlo. Creo que es un esnobismo que no aporta nada a nadie, más que a su propio ego. No me atrae.

-De todos los cielos que ha visto, ¿cuál le ha gustado más?

-Cuando estaba en Canarias, íbamos muchas veces a El Aiún (Marruecos) y el cielo en el desierto era impresionante. También el del hemisferio sur, tanto en Suráfrica como en Australia, es algo que no vemos en el hemisferio norte. Y cuando era pequeño, en Fuengirola, en verano comprábamos sandías e íbamos por la noche a la playa. Se podía mirar al cielo y distinguir el Camino de Santiago.

-¿Guarda muchos secretos?

-Muy pocos. Los programas de la ESA son civiles. Ya no soy funcionario y no tengo información privilegiada, pero saber algo no serviría de nada porque al final esa información se hace pública.

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