Málaga C.F.

Un enfermo del fútbol

  • Voces autorizadas como Miguel Calzado, Manel Ruano o Sergio Pellicer hablan sobre la figura de Manel Casanova

  • "Adelantado", "paciente" o "trabajador", términos que lo definen

Manel Casanova, a la izquierda, junto a Antonio Benítez y Antonio Fernández, el año de su llegada, en 2011.

Manel Casanova, a la izquierda, junto a Antonio Benítez y Antonio Fernández, el año de su llegada, en 2011. / málaga hoy

Que su último aliento se produjera en un campo de fútbol, como es el del Malaka, es sintomático de lo que Manel Casanova significaba. De lo que era. De cómo sentía. De la pasión incontrolable que sentía por y para este deporte. "Era un enfermo del fútbol", decía Sergio Pellicer en la tarde de ayer. Es uno de los que conocían bien a Manel. Fue el que le trajo a La Academia tras sus experiencia en Elche y Valencia, el que apostó por él, el que le brindó la confianza necesaria para evolucionar y estar, a día de hoy, ayudando a que el primer equipo funcione de la mejor manera posible. No sólo tenía un ojo clínico para los jóvenes futbolistas, sino que también acertaba en quiénes los formaban.

El 28 de marzo de 2011, con una simple firma que unía a Málaga y Casanova, la historia del club cambiaría por completo. Fueron unos pocos, junto a él, los encargados de construir La Academia, no con ladrillos y cemento, sí con una estructura que con el paso de los años demostró ser sólida y capaz de dar un rendimiento sobresaliente. Francesc Arnau y Manel Ruano fueron dos de los pilares de Casanova en los tres primeros años de edificación. "Estábamos cada día juntos. Era un proyecto desde cero y eran muchas comidas juntos, muchas horas, hasta 15. Ahora las cosas son diferentes, el trabajo ya está hecho y va todo rodado", explicaba Manel Ruano, alguien que compartió mucho con Casanova, al que terminó sintiendo "mas que como un jefe, era como un padre".

"Es un referente. Todo lo que transmitía era fútbol. Era un hombre de despacho pero todo lo que hacía trascendía al verde. Cuando íbamos, él había ido y venido dos veces. Siempre estaba por delante", definía un Sergio Pellicer que sólo era capaz de transmitir agradecimiento por Manel: "Toda persona que ha estado vinculado a él, jugadores, entrenadores... están agradecidos. Yo soy uno más de ellos, por apostar por mí. Sobre todo después de un año tan duro que sufrí estando en el San Félix, él siguió confiando en mí. El mayor legado que deja Casanova es el número eterno de jugadores que han ido creciendo y llegando. Ese es su gran legado".

Desde otro prisma, uno más limitado a lo profesional, habla Miguel Calzado, actual director de La Academia del club. Él no coincidió apenas con Casanova, que pasó mucho tiempo recuperándose de sus operaciones de rodilla en Barcelona. Su recuerdo de él está en la competencia, cuando Calzado era aún parte del organigrama del Sevilla FC: "Es un referente del fútbol a nivel nacional. Para mí él es un antes y un después en La Academia del club. Él lo creo todo. Duplicó el nivel de todos los equipos de la base. Incrementó una barbaridad y lo hizo en muy poco tiempo. Son personas que están avanzadas a su tiempo, que van siempre por delante del resto. Cuando el resto intuye algo en un jugador, él ya lo había firmado". Calzado recuerda que su llegada a Málaga comenzó una etapa de disputa entre Málaga y Sevilla, ambos aspiraban a jugadores del territorio andaluz. Entre los que logró birlar Casanova a la casa nervionense está Juande, central cordobés que esta temporada volverá a militar en el Juvenil A malaguista.

Tanto Ruano como Pellicer coinciden en los valores de Casanova, en su factor humano que se imponía y dictaba su lado profesional. Ambos apuntan a esa sonrisa que siempre portaba como saludo inicial. "Revitalizadora", decía el técnico valenciano: "El tenía esa capacidad de adelantarse a todo, y siempre te avisaba, te daba consejos". Su relación con el actual técnico del Malagueño era más cercana aún. Fue el propio Ruano el que le presentó su proyecto a Casanova y éste confió en él, siempre lo hizo: "El confiaba mucho en mi trabajo. Me decía que estuviera tranquilo. Él llegó a poner su cargo a disposición del club si yo no continuaba, aunque yo no accedía a ello. Él me llamó y me lo dijo, delante de Vicente Casado. Eso te enseña la persona que es. Él no estaba aferrado al cargo, tenía unos principios y una manera de hacer".

"Él era 24 horas de fútbol, un cúmulo de anécdotas y lecciones. Era un adelantado, veía el talento donde nadie lo veía. Apostaba por ellos y pedía paciencia. Era su vida", recordaba Pellicer antes de colgar el teléfono, algo que corroboró Ruano: "Era un trabajador que amaba lo que hacía. Él se adelantaba porque era muy ágil negociando, tardaba poco en reconocer el talento y contratarlo. El factor humano que les daba a los jugadores era su marca diferencial, su trato era prácticamente como el de un padre". Manel Casanova, un hombre dedicado por y para el fútbol que acabó sus días haciendo lo que siempre disfrutó.

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