Málaga C.F.

La esperanza quebrada

  • El colegiado anula el 2-0 al Málaga por una falta inexistente de En-Nesyri

  • El equipo de José se deja remontar en cinco minutos después de haber cuajado una actuación muy seria

En la vida no se puede dar marcha atrás. Por mucho que soñemos con fantasías como la de H. G. Wells y esa máquina del tiempo que nos conduzca al instante que pidamos a nuestro antojo. Nada cambia, nada, una vez que ha sucedido. Se puede llorar, patalear, gritar a los vientos cualquier improperio o rezar a los dioses que no existen. Y si existen es que no quieren escuchar. Así que el lienzo del presente queda tal cual, con un Málaga hincado de rodillas en el césped, preguntándose cómo puede ser que ante el Valencia tampoco haya llegado la victoria.

Vida y esperanza desprendió este Málaga transformado, con los ojos inyectados en sangre, con la solidaridad por bandera, con el tú por mí y yo por ti, con el juntos podemos y el never walk alone, compañero. Y trabajo, muchísimo trabajo previo. Sabían los blanquiazules exactamente el partido que se iban a encontrar, sabían cómo se las gastaba el Valencia del zorro Marcelino. Por eso lograron competir de manera seria, con opciones reales de ganar más allá del discurso del corazón.

No estar muerto en este escenario ya es mucho para el Málaga. Discutirle el partido al Valencia, más aún. Luego llegan los factores que no se pueden controlar y la justicia demuestra por qué es ciega. Pero los jueces no lo son y habría que pedirles mayor profesionalidad. "Que nos dejen competir", lloran desde el vestuario de Martiricos. Menudas pulgas las de este perro flaco. La película marchaba 1-0, que el resultado final no impida ver el bosque. Y el Málaga, aferrado a la épica, logró hacer el 2-0. El tinerfeño Trujillo Suárez entendió que hubo falta de En-Nesyri a un defensa valencianista antes del gol de Diego González. El árbitro venía cuajando una actuación más que aceptable, permitiendo el contacto, sin apretar el gatillo de las tarjetas salvo contadísimas ocasiones, advirtiendo más que castigando.

Después de ese momento se comenzó a desencajar el Málaga, aunque también con otro matiz arbitral que pasó más inadvertido. Carlos Soler cometió una falta durísima sobre Recio sin opción de jugar el balón. El capitán, omnipresente, se marchó lesionado. Al poco, Soler sí fue amonestado merecidamente. La suma es sencilla.

Pero eso no sucedió y, como decíamos al principio, nadie lo cambiará. Todo lo bueno que realizó el Málaga se fue al garete con el empate. En el 1-1 falló el equipo. El Valencia no había hecho daño. Inquietar sí, pero Roberto sólo había tenido que intervenir una vez y fue en la primera mitad con un disparo de puntera de Guedes que tomó rumbo a la escuadra. No obstante, el tanto de Coquelin sólo fue culpa de los propios blanquiazules. Cabeceó dejando atrás a Lacen y superando a un Ideye que fue héroe en un área y villano en la otra.

El Málaga volvió los bolsillos del revés, desorientado por una realidad que no se ajustaba a lo vivido (y sufrido). En un tablero así el Valencia olió la sangre. Y tiene muchos tiburones en sus filas. Parejo, al que no le había dejado asomarse por su zona de influencia, creció con espacios. También el incisivo Guedes, que conectó con un Rodrigo mucho más hambriento que Vietto y Mina. Ignasi Miquel se vio forzado a detenerle por las bravas cuando encaraba a Roberto a unos pocos pasos de la red. Penalti, expulsión y gol de Parejo.

1-2, incredulidad en las gradas, manos en la cabeza en el banquillo malacitano, miradas al suelo, gritos de rabia. Y aun así, el Málaga se revolvió contra su destino. Con un hombre menos, una falta al corazón del área en el minuto 95 llegó al imponente Roberto, que se cambió de área para lograr un gol épico. Tomó los cielos, pero su remate salió ligeramente desviado. Suspiro y desconsuelo.

Así murió un partido que debía haber resucitado al Málaga. Pero como no se puede volver atrás en el tiempo, sólo quedará que perdió, como casi siempre en este curso. Se dará por bueno que el tercero de la Liga ganó al colista porque es lo que tiene que suceder. No se hablará del primer gol de Ideye ni de lo bien que lo hicieron los centrales cuando Recio botó ese córner. No se hablará de los litros de sudor derramados por Iturra, Chory o Rosales. No se hablará de la honradez de Lestienne en su debut. No se hablará, tampoco, de Trujillo Suárez. A nadie le duele el colista.

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