Hasta el 1-0, se celebraba la capacidad del Málaga para sujetar al Villarreal; cuando cayeron los goles, salió a flote esa continua sensación de que el equipo pierde el examen de las áreas, especialmente la contraria. No difirió mucho el choque con respecto a lo hecho en Sevilla o en el Wanda Metropolitano: muchos minutos de control que luego acabaron en derrota.

Así que hoy no se puede hablar del mejor del partido. Queda en el haber blanquiazul una mejor sensación de equipo, buena sintonía entre las líneas. Pero se echaron en falta destellos personales para romper el partido, más que nada en ataque. Adalberto Peñaranda encabeza la producción más peligrosa, un cabezazo bien ejecutado que mandó con apuros a córner Barbosa. Pero su nivel distó mucho del que desequilibró ante el Celta.

Luis Hernández, en cambio, volvió a salir en las fotos más feas, las de los goles. Le faltó contundencia en la marca en las acciones de los goles. Además, al club de los menos eficientes se unió ayer Roberto: tuvo una mala salida que le dejó vendido ante Sansone y en el 2-0 el remate, ni muy fuerte ni muy colocado, entró por debajo de su cuerpo.

Desde el banquillo no llegó nada de aire fresco más allá de un par de centros de Jony que no llegaron a tener respuesta de parte de sus compañeros.