Eduardo Fernández | Pianista

"Lo más complejo ha sido reflejar en el piano el dolor de toda una vida"

  • El pianista madrileño Eduardo Fernández debuta en el sello sueco Bis con una integral de la música para piano del compositor alemán Bernd Alois Zimmermann en el cincuenta aniversario de su suicidio

El pianista Eduardo Fernández (Madrid, 1981)

El pianista Eduardo Fernández (Madrid, 1981) / Luis Gaspar

Eduardo Fernández (Madrid, 1981) no es pianista que se arredre con facilidad. Grabó la Iberia de Albéniz a una edad muy temprana. Luego, aún muy joven, se metió con las otoñales piezas de Brahms y después se volcó en los Preludios de Scriabin. Proyectos todos ellos de altísimas exigencias. Para no perder la costumbre, su último registro, que oficialmente se publica el próximo 5 de junio (hay plataformas que ofrecen avances ya), lo lleva a la música de Bernd Alois Zimmermann, un creador "poco explorado. Nadie con quien hablé conocía ni una de sus obras para piano, ni siquiera los pianistas". Y es que Zimmermann es conocido hoy casi exclusivamente por Die Soldaten, una de las grandes creaciones operísticas de la segunda mitad del siglo XX, en la que empezó a trabajar en 1957 y estrenó en Colonia en 1965.

Uno se acerca a este disco esperando algo parecido a esa exacerbación del expresionismo que supone Die Soldaten, ese mundo oscuro y profundamente torturado, y se encuentra otra cosa radicalmente diferente.

Die Soldaten es la culminación de todo un laboratorio de experimentos, una evolución que en el caso de la música para piano abarca sólo cinco colecciones de obras muy breves, salvo el Capriccio, que son algo más de 10 minutos. Es similar al laboratorio que tenía Scriabin con sus Preludios, que utiliza para ir creciendo, evolucionando. Ese laboratorio pianístico Zimmermann lo cierra justo cuando empieza a trabajar en Die Soldaten, porque descubre que puede abarcar un mundo ya superior al piano, la orquesta y la misma ópera. En esa concepción esférica del tiempo le caben el collage, las acciones simultáneas… Trata de integrar todas las artes en una. Y eso dentro del piano resulta inviable. Es una vida paralela a la de Scriabin, quien cuando concibe su Mysterium usa el piano como laboratorio. Pues el Mysterium de Scriabin es como el Die Soldaten de Zimmermann. Todo esto son percepciones muy personales, por supuesto. No digo que Zimmermann lo viera así ni mucho menos.

–¿Eso explica que deje de escribir para piano en 1956?

–Pienso que sí. Desde entonces escribe obras monstruosamente grandes, Die Soldaten, el Requiem para un joven poeta, una obra que exige centenares de personas en escena. Es como un dar la vuelta al sentido de su música. Porque en el piano se dirige hacia lo más pequeño. De unas obras casi románticas pasa al Enchiridion, una colección de piezas breves que viene a ser como un manual, que a veces es eclesiástico y a veces, no. Zimmermann dice que es manual sobre todas las formas de expresión y ataque. Son quince piezas en las que mezcla la danza, el misticismo, la liturgia.

–Zimmermann era católico. Muchas de sus obras están firmadas con la divisa de la Compañía de Jesús OAMDG (Omnia Ad Majorem Dei Gloriam; Todo a la mayor gloria de Dios). ¿Se refiere a eso cuando habla de misticismo y liturgia?

–Claro. El último cuaderno de Enchiridion son los Exerzitien, que pueden verse como ejercicios  espirituales… Él juega también con la ambigüedad de las palabras. En realidad ese segundo cuaderno lo que contiene son ejercicios de serialismo, en torno a una misma serie y con diversas formas de ataque. Y ya no volverá a escribir para piano sin usar esa serie, porque en las ocho piezas de Konfigurationen utiliza exactamente la misma serie. Estaba experimentando con una única serie, pero dirigiéndose a lo infinitamente pequeño. De hecho, el título de esta última colección hace referencia a la configuración química de los átomos de una molécula, intentando imitar en los sonidos del piano la constitución molecular a través de fórmulas estructurales que tuviesen en cuenta la posición exacta de los átomos en el espacio tridimensional. Es curioso que en el piano buscara eso, llegar a la esencia, al extracto mínimo, a intentar reproducir una molécula y de ahí pasara a hacer todas esas obras gigantescas. Es como si hubiera encontrado la molécula exacta para construir este tipo de obras.

Bernd Alois Zimmermann - Eduardo Fernández Bernd Alois Zimmermann - Eduardo Fernández

Bernd Alois Zimmermann - Eduardo Fernández

–El Capriccio es una obra muy original, una pieza construida sobre el principio de las variaciones a partir de siete canciones infantiles.

–Sí, y sobre todo es interesante el momento en el que lo escribe. Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando en apariencia todo tendría que ser muy pesimista y desgarrador, justamente como serán sus últimas obras. Pero es como si su cuerpo no hubiera asimilado aún lo sucedido en la guerra. El Capriccio se conforma como una mezcla extraña de humor, terror y locura. Es muy llamativo. Después de conocer Die Soldaten no te esperas que esa obra naciera en la más inmediata posguerra.

–En ese mismo sentido, resulta chocante que sus dos primeras colecciones pianísticas sean obras casi neoclásicas escritas en medio del clima de la guerra.

–De hecho, Extemporale la escribe durante la guerra. Algunas de las piezas son anteriores a su propia experiencia en el frente y otras posteriores. Pero la barbarie ya la ha vivido en primera persona. A partir de ahí su vida es devastadora. Es como si para él la guerra hubiera continuado. Dura toda su vida, hasta su suicidio a los 52 años. Sin embargo, en el momento en que pasa la guerra no parece que a su música le afecte. Le afectará con el tiempo.

"Su evolución se parece a la de Stravinski, en cuanto va del neoclasicismo a lo serial"

–Además de la de Scriabin, ¿qué otras influencias encuentra en esta música?

Bach está muy presente, hay referencias claras. Las dos primeras piezas de Extemporale son un preludio y una invención. Y luego la misma Die Soldaten está estructurada como si fuera una suite. Es curioso porque a la hora de estructurar la obra en movimientos resulta muy apolíneo, pero su concepción de la música es profundamente dionisíaca. En las obras de su primera época hay también mucho de Ravel, con una alusión directa al Bolero en la misma Extemporale. En las variaciones de Capriccio hay desde Ravel hasta Bartók, que también se ve en diferentes movimientos de Enchiridion. Su evolución se parece a la de Stravinski, en cuanto va del neoclasicismo a lo serial. Entra en contacto con Darmstadt, pero sin tener nunca un modelo a seguir, sin una corriente concreta. Él acuña su propio sello.

Bernd Alois Zimmermann (1918-1970) Bernd Alois Zimmermann (1918-1970)

Bernd Alois Zimmermann (1918-1970) / D. S.

–El jazz es también referencia habitual al hablar de la música de Zimmermann. ¿Dónde está el jazz en su música para piano?

–El primer movimiento de Extemporale me recuerda a las armonías disonantes que va buscando Keith Jarrett. esas armonías del Köln Concert. Y me pasa lo mismo con ciertos movimientos lentos, como con el Intermezzo de las primeras piezas, que nace de una curiosa mezcla de raíz raveliana, entre lo impresionista y lo modal jazzístico. Lo que ocurre es que en el piano todo es más sutil. Cuando en alguna de sus grandes obras finales utiliza una jazz band es mucho más evidente, claro.

–¿De dónde le llegó la chispa para meterse en este mundo?

–En 2018 el Teatro Real estrenó Die Soldaten, y me pidieron presentar la ópera con alguna música que tuviera que ver con ella. Y para mí que tuviera que ver tenía que ser algo del mismo compositor. Si no, no sabía qué tocar. Pero no conocía su música para piano. Me puse a explorar y encontré maravillas. Me apasionó. En la presentación toqué algunas de estas piezas. Luego asistí al estreno de Die Soldaten. Yo había visto la ópera en vídeo, pero no había experimentado el horror así, en directo. Al salir, entendí que ese era el punto final de todo lo que había estado viendo en sus piezas para piano. Vi clarísimo ese punto final y sin embargo no encontraba grabaciones, me fue difícil llegar hasta las partituras. Por qué este camino no está más recorrido, si es apasionante, me decía. Así que sentí la necesidad de compartir lo que estaba descubriendo aunque me llevara mucho trabajo. Igual es por deformación propia, pero en mi vida he estado rodeado de tantos compositores a los que de un modo o de otro conocía, hasta encontrarme cómodo con ellos, que me sentí desbordado al toparme con una  figura tan impactante.

Eduardo Fernández durante la grabación del CD. Eduardo Fernández durante la grabación del CD.

Eduardo Fernández durante la grabación del CD. / Fernando Briones

–¿Cuáles fueron los principales problemas que encontró al trabajar esta música?

–Hay problemas técnicos, evidentemente. Hay música muy compleja. En las primeras obras, además Zimmermann apenas añade matices. Y conforme avanzamos, los detalles se van haciendo muy específicos. Se trata de un tipo de virtuosismo que va en aumento, desde lo romántico hasta lo específico de ataques con una precisión quirúrgica en los efectos y el tipo de sonido que tiene que resultar de todo ello. Pero lo más complejo ha sido asimilar ese dolor de toda una vida y poderlo reflejar en el piano en tan solo una hora. Es un proceso de introspección realmente complicado, duro de soportar. Es un viaje hacia la depresión, en el que a veces he sentido ese dolor. Es algo que no me había pasado con ningún otro compositor.

–¿Cómo llegó a un sello como Bis?

–Tenía ya conversaciones avanzadas con ellos para un primer disco, pero no teníamos un programa. De repente se me cruzó este proyecto, lo comenté y estuvieron encantados. Yo estoy también contentísimo. Antes de que se publique este, ya sé que el siguiente disco será con los Estudios de Scriabin. Me da mucha alegría trabajar con este sello.

–¿Y las Sonatas de Scriabin para cuándo quedan?

–Las Sonatas las iba a grabar hace cuatro años, antes de los Preludios. Pero me surgió luego un proyecto con la Fundación Juan March con esos Preludios, y cambié el proyecto de grabación sobre la marcha. Me salió luego lo de Zimmermann. Las Sonatas eran un proyecto demasiado grande para entrar en el sello. Y ahora me han pedido tocar los Estudios. Cuando me preguntaron sobre la música que tendría entre manos para la segunda grabación, les comenté lo que tenía y prefirieron los Estudios.

"El siguiente disco para Bis será con los Estudios de Scriabin. Me da mucha alegría trabajar con este sello"

–¿Cómo está afectando la pandemia a su actividad como concertista?

–Me ha pillado justo cuando tenía todo el pico de conciertos entre marzo y julio, con conciertos con orquesta que no se sabe que va a pasar con ellos. Tenía conciertos en la Semana de Música Religiosa de Cuenca, en Santander, el Festival de Úbeda, Fundación Juan March, un Emperador con la ORCAM y Víctor Pablo Pérez en Madrid y un montón de cosas para el año que viene. El panorama es incierto, pero lo llevo de forma bastante optimista, porque hay gente que lo está pasando muy mal. Estamos teniendo buena respuesta de los principales gestores musicales del país, no tanto del gobierno. Pero eso, en cuestiones culturales, ha ocurrido siempre en España. Sin embargo, me consta que los principales gestores están esforzándose por reprogramar todo lo que se ha caído de forma que pueda hacerse el año que viene o cuando se pueda. Lo más cercano es el Festival de Granada, que ha confirmado ya su programa. Mi concierto estaba planteado el día 10 de julio. Así que puede ser que ofrezca el primer recital de piano de la rentrée nacional

–Los conciertos con orquesta serán un problema, pero como solistas los pianistas tienen ventaja, ¿no?

–Lo de las orquestas es un problema grande. De repente tenía cosas muy interesantes y ahora no sé ni siquiera si se van a poder presentar, por lo que no puedo ni hablar de ellas. En cuanto a los conciertos como solistas cierto que no tenemos que soplar ni cantar y que estamos solos en escena. Pero nos sentamos delante de un instrumento que habrá que desinfectar, y no sé muy bien cómo irá eso de desinfectar un gran cola equis veces al día. 

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