Cultura

Originalidad y calidad en altas dosis en una obra sin desperdicio

Compañía Javier Latorre. Fecha: miércoles 7 de julio. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

Hay que estar contentos por la respuesta de público que tuvo el estreno absoluto de El duende y el reloj el pasado miércoles. Lleno en el Gran Teatro, confirmando el interés despertado por un original espectáculo en el que el diálogo artístico y teórico se consumó con brillante resultado. Javier Latorre y Philippe Donnier han acertado a explicar, visualizar y hacer comprender la "metáfora de la eterna dialéctica entre arte y ciencia, razón y sentimiento, forma y expresión".

Se hizo patente la creatividad de Latorre, que volvió a mostrar su talento e inventiva en las coreografías presentadas y en la correcta elección de los artistas. La complejidad teórica del guión de Donnier, el componente didáctico y la exposición de los diferentes conceptos planteados fueron resueltos de manera atinada. Baile, música, textos, dramaturgia, vestuario, animaciones…, todos los ingredientes empleados en el espectáculo estuvieron sazonados en su punto y listos para su disfrute por parte del espectador, como así fue.

Dividido en cuatro actos, la primera parte de la obra se centró en el alborozado descubrimiento de diferentes compases. Para provocar este acontecimiento embrionario, el corazón del Duende despierta con un estornudo que le provoca una pluma; hasta entonces caminaba sin destino, en oquedad. A través de una explícita animación vemos todo el proceso vivido por el Duende, tras derramar una lágrima, viéndose impregnado de ritmos y percusiones sin medida, en un alboroto en el que pronto intenta poner orden el Reloj. Es el inicio de una obra en la que Karen Lugo en su papel de Duende estuvo ingeniosa, simpática, dúctil y eficaz en todo el proceso narrativo; chispeante en el baile cuando así lo demandó el guión, elegante y exquisita en el rigor de bailes como la soleá. Junto al Duende, el Reloj representado en una austera animación para subrayar el férreo marcaje de los compases. En el transcurso de la obra el Reloj fue cambiando su cariz hasta llegar a ser afable y quedar satisfecho con el uso de diferentes medidas rítmicas.

La disputa entre racionalidad e imaginación estuvo bien planteada, y para ello personajes históricos de la filosofía, la ciencia, las matemáticas y la pintura fueron apareciendo por el escenario para explicar, corregir y corroborar planteamientos matemáticos con una específica utilidad: el correcto uso de los compases flamencos. Descartes, Leonardo da Vinci, Dalí y Einstein figurado en una marioneta. Cada uno exponiendo en conseguida síntesis sus estudios y teorías inteligentemente aplicadas al flamenco. Tampoco faltó el Diablillo, en una animación cuyo objetivo fue confundir al Duende. Todos estos personajes fueron protagonizados con extraordinaria naturalidad por artistas de incuestionable calidad. Cristian Lozano como Descartes estuvo ingenioso en su papel, perfilando un baile por farruca rico en sugerentes movimientos y giros, con guiños constantes al personaje que representaba. Las puntuales apariciones de Daniel Navarro en el papel de Dalí resultaron claves para ir aclarando teorías. Así, en la segunda parte del espectáculo, cuando el color hizo acto de presencia y los ritmos/música comenzaron a adoptar nuevos giros y combinaciones, Dalí, con sus relojes blandos, confirmó la teoría de la relatividad de Einstein aplicada a la música. Para ello el ejemplo fueron unos fandangos en los que Daniel Navarro hizo gala de su exquisitez en el zapateado y porte de figura, manteniendo la actitud extravagante de Dalí, con una oportuna aportación cómica. Fundamental como hilo conductor de la obra fue el actor Ricardo Luna, que estuvo ingenioso representando a Leonardo.

La música de los guitarristas Gabriel Expósito y Juan Requena y el cante de Antonio Campos y Jesús Corbacho estuvieron a la altura pretendida, un trabajo bien elaborado. El cuerpo de baile de la Compañía Javier Latorre estuvo en gracia artística, con una solvencia profesional que resultó ejemplar. Cabe destacar a Hugo López, que estuvo pletórico en conjunto con sus compañeros y en solitario en las seguiriyas; joven bailaor a tener en cuenta.

Sólo hay que desear que El duende y el reloj, espectáculo que presenta Requetedanza, tenga el recorrido que merece.

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