Cultura

La memoria viva

  • El pianista estadounidense Orrin Evans publica un álbum a la cabeza de su trío donde repasa su experiencia personal y musical a través de temas propios y de lecturas ajenas.

THE EVOLUTION OF ONESELF. Orrin Evans. Smoke Session Records.

Cuarenta años, 25 álbumes como líder o colíder, registrados en formatos que van del trío a la big band, y la participación en proyectos como Luv Park o Tartaby no han bastado para que el nombre del pianista Orrin Evans (1975) trascienda de los círculos especializados y se difunda entre sectores mayoritarios de aficionados al jazz. Cierto es que su asociación con etiquetas discográficas independientes tampoco ha favorecido la expansión de su música aunque, por contra, sí haya garantizado una regularidad comercial sostenida en una creatividad fuera de toda discusión.

Natural de Nueva Jersey, Evans despuntó en la escena de Filadelfia donde comenzó a codearse con líderes como el saxofonista Bobby Watson -busquen su piano en el estupendo Quiet As It's Kept (1998)- o el batería y trompetista Ralph Peterson. Antes había perfeccionado sus estudios junto al gran Kenny Barron como vía segura para iniciar una trayectoria en solitario que él mismo se vio obligado a autofinanciar en 1994 pero que tres años más tarde ganaría en firmeza de la mano del sello Criss Cross. Sus cinco trabajos entre 1996 y 2000 para el sello holandés no dejaron resquicio a la duda: Evans representaba la actualización de la herencia hard-bop a través de un modelo que combinaba ímpetu y lirismo y cuyo guión transcurría por adaptaciones de clásicos -Four, My Romance o The Inchworm- además de por un sólido catálogo de composiciones propias. Los formatos de esta aventura saltaban del quinteto al trío y contaron con colegas de la solvencia del saxofonista Tim Warfield, el contrabajista Eric Revis o el batería Nasheet Waits compartiendo protagonismo en los créditos.

La entrada en el nuevo milenio empujó a Evans a un itinerario por distintas marcas discográficas -Palmetto, Imani o Posi-Tone o la propia Criss Cross- donde, inmune a los cambios, su estilo se fue consolidando y expandiendo. De hecho, desde entonces su trayectoria no ha conocido bache ni descanso y trabajos como Flip The Script (2012), ...It Was Beauty (2013) o su recuperación del proyecto Captain Black, ahora en big band y con el título de Mother Touch (2014), pueden ser abordados con entusiasmo, sin miedo a la más mínima frustración.

Con tales antecedentes, no debe extrañar que la nueva aventura de Orrin Evans en el sello Smoke Sessions Records (distribuido en España por Distrijazz) fuera esperada con sobradas ganas por sus seguidores. La pasada temporada, Liberation Blues (2014), su debut en la casa en formato de quinteto, evidenciaba que talento y pasión seguían ejerciendo de sabios consejeros. Y ahora, The Evolution of Oneself ratifica la sensación de encontrarnos ante un músico valioso y maduro que retorna al espacio del trío para relanzar sus tesis. El contrabajista Christian McBride y el batería Karriem Riggins estrenan protagonismo junto a Evans a través de un itinerario que, como su propio nombre indica, retrata no sólo el impulso musical del pianista sino también su evolución vital, jugando con un permanente paralelismo entre música y vida guiado por la brújula de la memoria.

La composición eje del álbum es el estándar All the Things You Are, de Jerome Kern y Oscar Hammerstein II, y sus lecturas actúan de preludio y cierre del trabajo: canónica la primera, breve y asociada al territorio neo-soul la segunda y triste y baladística la tercera y última, con la conmovedora voz de JD Walter discutiendo el primer plano al líder. La conexión familiar aflora ya en estas versiones, dedicadas a su mujer Dawn Warren Evans, al igual que ocurre con For Miles y Tsagli's Lean, consagradas a su hijo mayor Miles Tasgli. El menor, Matthew, tampoco sale mal parado y comparte con su padre protagonismo compositor en las tres secuencias de Genesis.

El resto de temas recurren, de nuevo, al estándar -Autumn Leaves- o a influencias de juventud como Grover Washington Jr. (A Secret Place), con la aportación del guitarrista Marvin Sewell. Sus seis cuerdas también se activan en el enésimo guiño al bagaje musical de Evans con la recreación del clásico folkWildwood Flower, una canción popularizada hace casi un siglo por la Carter Family y relanzada ahora como despedida de Felicia, la desaparecida mujer del amigo batería Matt Wilson.

Otros miembros de su escenario familiar -su padre Don o su madrina Ruby Massari con Ruby Red- y de su entorno de relaciones como el citado Eric Revis, compañero de Evans en Tartaby, o el trompetista Jafar Barron, amigo del encuentro entre jazz y hip-hop, completan el cuarto de invitados de este álbum aparentemente coral y ecléctico pero donde Evans encauza una cohesión sin hendiduras. El resultado armoniza la experiencia personal con la inspiración musical a la vez que diseña un paso más en la progresión de un músico sin cuya presencia el pelotón de cabeza del piano contemporáneo no quedaría hoy plenamente definido.

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