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Banderas rusas en Damasco para agradecer el veto a sanciones de la ONU

  • Moscú alega que la resolución que tumbó no contemplaba exigencias a la oposición siria de renegar de los extremistas violentos · Al menos 31 muertos por la represión de los leales al régimen de Asad

El régimen de Bachar al Asad ha depositado su suerte en la escena internacional en manos de Rusia y los partidarios del presidente sirio salieron ayer a Damasco para agradecer, banderas rusas al viento, el apoyo de Moscú.

El veto de Rusia a una resolución del Consejo de Seguridad sobre Siria le ha valido el rechazo unánime de los países árabes y occidentales, además del propio secretario general de la ONU, pero ha encontrado el reconocimiento de los fieles asadistas.

Frente al creciente aislamiento en que se haya sumido Damasco, el respaldo ruso es percibido como la garantía de que la comunidad internacional no actuará con una sola voz en la crisis siria.

El fantasma de una intervención como la de Libia planea sobre las calles de la capital.

"Sabemos que los rusos son nuestros amigos, y que nunca nos van a dejar caer", señaló a Efe el joven Ali al Yafar mientras agitaba la bandera tricolor rusa por la ventanilla de un coche.

Otros jóvenes como él circularon por Damasco con enseñas sirias y fotos de Al Asad, en un clima de exaltación patriótica que altera la aparente normalidad que se vive en la capital, con familias paseando y los comercios abiertos de par en par.

Los opositores a Asad no ocultan que la incapacidad del Consejo de Seguridad para actuar de común acuerdo es un balde de agua fría para sus aspiraciones.

Como reconoció a Efe una simpatizante de la oposición que pidió no ser identificada, aunque el bloqueo ruso se esperaba, el fracaso en hallar un apoyo fuerte en Naciones Unidas aleja todavía más el final del conflicto.

Según Moscú, el proyecto de resolución que se votó el sábado en el Consejo de Seguridad, y que fue vetado por Rusia y China, "no contemplaba (...) las exigencias a la oposición siria para que renieguen de los elementos extremistas que han optado por la violencia". Sin embargo, Rusia deberá definir todavía más su postura en la esperada reunión que mantendrán mañana con Asad en Damasco con su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior, Mijail Fradkov.

Siria es uno de los pocos aliados estratégicos que le restan a Rusia en Oriente Próximo, además de ser su puerta al Mediterráneo a través del puerto de Tartús, que cobija la única base naval rusa en este mar.

A la espera de novedades, los damascenos intentan proyectar una sensación de normalidad para el forastero, pero no hace falta rascar muy hondo para descubrir que la inquietud y el temor a una guerra civil se halla en todos los pensamientos. Ahmed, que se declara partidario del presidente, mide mucho sus comentarios al comenzar a hablar. No en vano, son muchos años de práctica en calcular cada palabra. "En la capital todo está tranquilo. La situación ha mejorado mucho en los últimos días y todo está volviendo a la normalidad", asegura.

Pese a todo, tiene claro que no quiere que su país "se convierta en un nuevo Afganistán", donde los islamistas radicales puedan llegar a alcanzar el poder en medio de la violencia.

Al menos 31 personas murieron ayer en Siria, la mayoría en la provincia central de Homs, por las acciones represoras de las fuerzas del régimen de Bachar al Asad, informaron los grupos de la oposición. Los Comités de Coordinación Local señalaron en un comunicado que entre las víctimas mortales figuran cinco menores y dos mujeres, y que el número de fallecidos en Homs, uno de los principales bastiones opositores, ascendió a 18 personas.

La mayoría de las muertes en esa provincia se produjeron por disparos de las fuerzas de seguridad, así como por el bombardeo de algunos barrios.

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