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Cristianos, una reliquia en Tierra Santa

  • Las continuas migraciones, sobre todo a países árabes vecinos o a EEUU, han hecho de esta comunidad una minoría exigua que lucha por sobrevivir y mantener vivo el espíritu de Jesús en su lugar de nacimiento

Tras décadas de migraciones, la comunidad cristiana de Tierra Santa se ha convertido en una minoría tan exigua que lucha por sobrevivir y mantener vivo el espíritu de Jesús en el lugar de su nacimiento.

Un año más en Semana Santa salen a la luz los datos de peregrinos que acudirán a los Santos Lugares y, en especial, a la ciudad cisjordana de Belén, cuna del cristianismo, pero en contraste con las cifras récord de este año -cuando se espera la llegada de 90.000 visitantes-, los cristianos en Tierra Santa se encuentran reducidos a la mínima expresión.

Una vez concluidos los solemnes actos litúrgicos de la Pasión del Señor, la comunidad cristiana en Tierra Santa regresará a la difícil realidad de subsistir como minoría en territorios diferentes, bajo regímenes administrativos distintos y el influjo de la mayoría musulmana palestina o la judía israelí.

"Somos una pequeña comunidad, una minoría cristiana en una masa musulmana y una masa hebrea, pero esperamos que esta presencia sea efectiva y que tenga un impacto positivo sobre la sociedad", declaró el Patriarca Latino de Jerusalén, el monseñor Fuad Twal.

De acuerdo a los datos del Centro Inter Iglesias, apenas 200.000 cristianos viven repartidos en Israel, de los cuales 150.000 son mayoritariamente palestinos o árabes con ciudadanía israelí.

En Cisjordania y Gaza son 60.000, un número reducido si se compara con los más de 350.000 cristianos palestinos emigrados que hoy residen en países árabes vecinos, incluidos campos de refugiados, Estados Unidos, naciones latinoamericanas como Chile, algunos países nórdicos europeos, Australia o Canadá, según datos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

En la ciudad de Jerusalén sólo 15.400 personas se identifican como cristianos, comparadas con las 31.000 que así lo hacían hace seis décadas, en el período del Mandato Británico de Palestina, según los datos difundidos por el Instituto para Estudios de Israel.

Según ese instituto, la comunidad cristiana en la Ciudad Santa está integrada por 12.800 cristianos árabes y 2.600 clérigos, monjes y emigrantes de ex repúblicas soviéticas. Si en 1948, año del establecimiento del Estado de Israel, los cristianos constituían el 20% de la población, hoy no llegan a ser el 2% y el éxodo continúa.

La familia Qumsieh, de la localidad cristiana de Beit Sahur, cerca de Belén, abandonará la región en breve. Eman Qumsieh, 48 años y madre de familia, explica que la decisión familiar de emigrar a Estados Unidos no es nueva. "Hemos intentado durante la segunda Intifada poder establecernos en América. Nuestros padres tienen nacionalidad estadounidense y nos ofrecieron ayuda. Tras ocho años, finalmente obtuvimos los papeles y estamos deseando salir de esta prisión en que se ha convertido Belén", explica al referirse a la claustrofóbica situación desde que hace unos años se levantara el muro de separación israelí.

Recuerda cómo su marido, Munther Qumsieh, de 40 años e ingeniero genético de profesión, ha llegado a vender café por las calles de la población para traer un jornal a casa. "El futuro aquí es incierto. No podemos garantizar que nuestros hijos tengan un futuro. Tampoco vemos salida al proceso político y las disputas internas entre Al Fatah y Hamas desmoralizan a nuestro pueblo. Sencillamente, no vemos ninguna otra solución", se lamenta.

Esta palestina cristiana es madre de cuatro hijos con edades comprendidas entre los 24 y los 14 años, y relata con orgullo que el mayor ha logrado una beca en Estados Unidos para jugar al fútbol. "Ha tenido suerte porque allí aprecian el talento de los jóvenes, no como aquí, que continuamos luchando por nuestra propia supervivencia", sostiene.

Eman reconoce, sin embargo, que con su partida la comunidad cristiana seguirá menguando. "Estoy triste porque los cristianos en Belén constituimos menos del 2% de la población y si me voy seré una menos. Con todo, sigo pensando que hay que proteger nuestra religión", concluye.

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