Conflicto en áfrica El país subsahariano es el perfecto caldo de cultivo para la violencia

Nigeria, un país sin tregua

  • El principal grupo rebelde pone fin al alto el fuego y provoca el cierre de tres plantas petrolíferas · Conflictos religiosos causan 464 muertos y 50.000 desplazados

Ser rico en petróleo es uno de los peores privilegios que puede tener un país subdesarrollado. El oro negro no sólo es una fuente ingente de ingresos, es también un caldo de cultivo inigualable para gobiernos corruptos, mercenarios, conflictos y destrucción del medio natural. Es el caso de Nigeria y de otros países africanos, donde el 90% de sus exportaciones provienen del crudo y están sumidos en varios conflictos religiosos, tribales y económicos.

El pasado sábado, los rebeldes del Movimiento para la Liberación del Delta del Níger (MEND) anularon un alto el fuego que a penas ha durado tres meses. Esta región nigeriana produce el 40% del crudo y las empresas petroleras se han convertido en el blanco de éste y otros grupos de las 300 etnias diferentes que existen en el país.

"Todas las empresas relacionadas con la industria del petróleo que realizan sus actividades en el Delta del Níger deberán prepararse para un ataque total contra sus instalaciones y su personal", indicó el grupo insurgente. Esto puede parecer un farol, pero la última vez que el MEND alzó las armas, logró reducir la extracción de petróleo 20% en la región.

Las acciones rebeldes no se han hecho esperar. El día después de que el MEND pusiera fin a la tregua, un ataque rebelde obligó a la petrolera Shell a cancelar tres de sus estaciones en la zona, según la multinacional. Aunque no se atribuyó la autoría del sabotaje, el grupo insurgente aseguró que "ha sido, ciertamente, una respuesta a nuestras órdenes de reanudar las hostilidades por parte de uno de los varios grupos independientes a los que apoyamos".

Nigeria ha sido durante décadas el mayor exportador africano de petróleo, sólo superado por Angola desde 2008, lo que le permitió durante el último par de décadas remontar la economía del país. Sin embargo, las repercusiones sociales y medioambientales no son tan positivas: la variedad étnica hace que haya muchas milicias diferentes y a eso hay que sumar a los grupos mercenarios pagados por el Gobierno o las mafias que luchan entre ellas por el control de los recursos petrolíferos. Todos ellos han aprendido desde siempre que la única forma de ganar las disputas es a base de violencia, y no con machetes o viejas metralletas, sino con el último grito en armas financiadas por el crudo.

La región del Delta del Níger es una de las más perjudicadas porque sus tierras esconden gran parte del petróleo del país y la población sufre todos los efectos negativos de la extracción de crudo sin recibir nada a cambio. Esto ha provocado que proliferen los rebeldes en la zona y se organicen para perpetrar atentados contra las empresas que explotan sus recursos, como son los casos de la británica Shell o la norteamericana Chevron.

La asociación internacional Amigos de la Tierra asegura que las filtraciones de petróleo han contaminado tierras de labranza y lagunas de pesca, y piden a Shell que limpie el crudo y compense a la población. El Tribunal de la Haya admitió a trámite la semana pasada una denuncia por estos supuestos daños causados por la petrolera anglo-holandesa en Nigeria, un "gran paso" que demuestra "que Shell puede ser perseguida por estas acciones. Esa es nuestra victoria", afirmó un portavoz de la asociación ecologista.

Y éste no es el único origen de conflictos en este país subsahariano cuya inestabilidad es casi un paradigma de lo que ocurre en gran parte del continente. Además de la desgraciada fortuna de ser ricos en petróleos, la sociedad está totalmente divida en un eterno conflicto religioso entre musulmanes y cristianos, aderezado con la falta de entendimiento entre las cientos de etnias diferentes. A finales de enero, "al menos 464 personas murieron y 50.000 han tenido que desplazarse en enfrentamientos entre las dos religiones mayoritarias en la ciudad de Jos", según la ONG Human Rights Watch.

Casas destruidas, viviendas saqueadas, iglesias y mezquitas quemadas en un recrudecimiento de la violencia al que la población nigeriana está ya acostumbrada. Esta rivalidad es detonante de continuos brotes de violencia desde que los musulmanes del norte se empeñan en instaurar la Ley Islánica (sharia), lo que supone una ofensa para los cristianos afincados en su mayoría en el sur, que lo ven como un intento de islamización que ha desembocado en esporádicos pero graves incidentes.

Este conflicto viene de lejos y se aviva con cualquier pequeño acto que al vecino no le parezca adecuado. Por mucho menos se han segado vidas como ocurrió en el certamen de Miss Universo en 2003, cuando la declaración de un periodista que opinó que "Mahoma seguramente hubiera elegido como esposa a una de las candidatas" provocó enfrentamientos que dejaron más de 100 muertos.

Por si fuera poco, ahora el Gobierno es débil. Su presidente, Yar'Adua, lleva en Arabia Saudí desde finales de noviembre por problemas de corazón y se resiste a delegar sus poderes. Más de una decena de antiguos dirigentes nigerianos, así como ex fiscales generales y ancianos prominentes han pedido estos días a Yar'Adua que permita al vicepresidente, Goodluck Jonathan, asumir provisionalmente el poder.

Una población de más de 140 millones de personas, su puesto como la segunda economía más importante del África subsahariana y el primero en el ranking de producción de energía, hacen que los esfuerzos internacionales sean claves para mejorar la gobernanza en el continente. "La estabilidad y la democracia de Nigeria tienen un gran significado más allá de sus fronteras inmediatas", señala un comunicado emitido por lo mejorcito del poder occidental: la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, el secretario británico de Asuntos Exteriores, David Miliband, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, y la Alta Representante de la Unión Europea, Catherine Ashton.

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