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Obama logra enderezar un mal año

  • El presidente consigue aliviar su situación a última hora con una retahíla de éxitos que dan un nuevo impulso a su mandato

El presidente de EEUU, Barack Obama, de vacaciones navideñas en Hawai, tiene motivos para sentir que ha merecido su descanso, tras cerrar un mal año aliviado a última hora con una retahíla de éxitos que dan un nuevo impulso a su mandato.

Obama llegó a Hawai, el Estado donde nació y donde le esperaban su esposa Michelle y sus hijas Sasha y Malia, tras estar en Washington hasta el final del Período de Sesiones del Congreso.

Desde ese momento, Hawai debe de significar descanso, playa, golf, tranquilidad y amigos para los Obama, que han alquilado una propiedad frente a la playa de Kalua.

En los 15 días anteriores, Obama pudo apuntarse los tantos de la aprobación de un acuerdo de recorte de impuestos; la abolición de la ley que prohibía a los soldados que se declaraban homosexuales continuar en las Fuerzas Armadas (DADT) y -la joya de la corona- la ratificación del tratado de desarme nuclear con Rusia Start.

Se trata, como han puesto de relieve los analistas políticos, del final de sesión legislativa más productiva que se había logrado desde la II Guerra Mundial.

Pocos hubieran podido sospecharlo cuando, el 3 de noviembre, el presidente estadounidense comparecía ante los medios para admitir que los demócratas habían recibido una "paliza" en las elecciones legislativas el día antes.

Los republicanos habían conseguido arrebatar la mayoría en la Cámara de Representantes y ganar seis escaños en el Senado.

Obama entonces indicó que interpretaba los resultados como un llamamiento de los ciudadanos a que los dos partidos colaboraran para sacar adelante medidas que beneficiasen al país.

El presidente prometió que intentaría "encontrar terreno común, hacer avanzar este país y conseguir cosas en favor del pueblo estadounidense"

Ese compromiso representaba en sí un giro significativo para un presidente que, en su primer encuentro con los republicanos tras su triunfo en los comicios de 2008, les había recordado que "gané yo".

Arropado por las mayorías absolutas de que disfrutó en los comienzos de su mandato, Obama había optado inicialmente por sacar adelante sus prioridades legislativas a base de rodillo, como ocurrió en la reforma del sistema de salud, que no obtuvo ni un solo voto a favor republicano.

Forzado por las nuevas circunstancias y por la necesidad de sacar adelante medidas que tenían un futuro muy incierto una vez comenzara la nueva legislatura de mayor presencia republicana, el presidente llegó con los republicanos al acuerdo de prorrogar los recortes de impuestos de George W. Bush a cambio de prolongar 13 meses los subsidios al desempleo.

El pacto le valió críticas de los demócratas, que como el propio Obama en su día, reclamaban que esos recortes no se aplicaran a los más acaudalados.

Esas críticas, y el apoyo republicano que recibió, permitieron al presidente presentar una imagen de líder que tiende puentes a la oposición, incluso a costa de enemistarse con su propio partido.

El acuerdo se convirtió en ley después de que la Cámara de Representantes le diera su visto bueno el día 17.

La buena voluntad generada a raíz del acuerdo impositivo -y una serie de maniobras entre bambalinas entre representantes de la Casa Blanca, legisladores demócratas y políticos republicanos- permitió a Obama ganar adeptos para la abolición del DADT y la ratificación del Start.

El día 22 también se logró una medida en favor de los integrantes de los servicios de emergencia que respondieron al 11-S.

El único -aunque muy importante- revés ha sido la derrota en el Senado del Dream Act, el proyecto de ley que hubiera abierto una vía a la legalización de los inmigrantes indocumentados que llegaron a EEUU con menos de 16 años y que se matriculasen en la Universidad o se enrolaran en la Fuerzas Armadas.

Tras estas victorias, Obama parece haber encontrado de nuevo la fórmula mágica que le valió el respaldo de los votantes en 2008.

Lo que está por ver es si durará o si podrá utilizarla una vez que unos republicanos en alza hayan ocupado sus nuevos asientos en el Capitolio.

El presidente puede verse forzado, para imponer su agenda, a contar a partir de ahora menos con el Congreso y más con el poder de sus órdenes legislativas. O renunciar a parte de su agenda y escorar su mandato hacia el centro, como hizo en su día su predecesor Bill Clinton.

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