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"Querían matar y matan"

  • Los habitantes de las barriadas miserables de Nairobi culpan a la Policía al servicio del presidente Kibaki de haber utilizado munición real para reprimir las protestas

La pared y el suelo de cemento ante un comercio en Mathare están manchados de sangre y en el muro se ven marcas de disparos. Huele a humo y a carne en descomposición. Un lugar triste. Y lo último que vio en vida Felix, un joven keniano de la etnia luo, fue el polvo de la calle y la multitud corriendo presa de pánico. Ahora está muerto.

En medio de las barricadas incendiadas y el gas lacrimógeno que todavía se siente en el aire, decenas de personas de la barriada huyeron en masa. "Vivo aquí desde hace veinte años y nunca creí que fuese a vivir algo así", reconoce William Owila con la voz acongojada. "Ya no nos sentimos seguros en nuestro propio país", recalca.

"Acordamos que hoy no íbamos a ir a la ciudad", añade Gordon Ogath, uno de los dirigentes de la comunidad luo en este barrio de infraviviendas de Nairobi. Ya en la víspera la oposición había intentado manifestarse en la ciudad, pero el despliegue policial lo impidió. "En lugar de ello, quisimos concentrarnos aquí, pacíficamente. Luego vino la Policía y abrió fuego contra la multitud", describe Ogath.

El dirigente abre el puño y mostró cápsulas de metal. "Emplearon munición real. Querían matar y mataron", añade. En Mathare fallecieron dos personas. El líder de la oposición Raila Odinga habló más tarde de 17 muertos en los últimos días.

En el centro de Kisumu, otro de los barrios donde la violencia se ha hecho más presente, la Policía dio sin embargo muestras de apostar por la contención: "Seamos hermanos, evitemos la confrontación y hagamos la paz", pidió un alto mando policial a los seguidores de Odinga.

Los residentes en los barrios de infraviviendas se debaten entre la indignación y la impotencia. Son los que han pagado el precio más alto en los sangrientos disturbios registrados tras los comicios. Hay numerosos destrozos y los precios de los alimentos y los combustibles, así como para el agua limpia, se han duplicado desde los días y noches en los que se saquearon los comercios.

Muchos no han podido acudir a sus puestos de trabajo, otros fueron despedidos como consecuencia de las tensiones étnicas, pues los patrones kikuyu ya no se fían de sus trabajadores luo.

"¡Mwai Kibaki crea un Estado policial!", se quejaba Miheso Mitalo sobre el polémico vencedor de las elecciones presidenciales en diciembre y enarbola su machete. "Aquí ya hace tiempo que no impera la ley y el orden. La Policía ya no nos protege y ahora es nuestro enemigo".

La situación está que arde en las calles de Mathare y en otros barrios de infraviviendas de la capital keniana, donde reside casi dos tercios de la población de Nairobi.

Mujeres y niños se asoman a las ventanas y levantan los puños: "Sin Raila, no hay paz para Kenia", o gritan: "Sin Raila, no hay justicia".

El líder de la oposición (y miembro de la etnia luo como ellos), Raila Odinga, constituye la esperanza de paz y justicia para los pobres del lugar.

"Para nosotros Raila es el presidente electo", insiste George Otiendo, de 32 años. "Si Kibaki está tan convencido de que fue elegido por la mayoría, entonces debería convocar nuevos comicios, pero que la ONU vigile el recuento", dijo Otiendo, que confía en la gestión mediadora entre Odinga y Kibaki que llevará a cabo Kofi Annan, el ex secretario general de la ONU.

Sin embargo, cada vez es más fuerte el llamamiento de parte de la multitud, que pide armas. "Vamos a devolver el golpe", dijo un joven.

"Estamos dispuestos a morir para que Kenia tenga su verdadero presidente", asegura Odanga, un luo más joven. "Sabemos que la Policía regresará y matará a más de los nuestros. Pero aquí hay más personas que balas. Algunos de nosotros quedará para informar sobre lo que acontece".

La oposición keniana anunció que ayer sería el "último día de manifestaciones" y que la "lucha" entrará en una nueva fase con el boicoteo de las empresas pertenecientes a los allegados de Kibaki.

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