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Sarkozy no piensa dejar la primera línea

  • El presidente francés se prepara para seguir liderando la Unión durante el mandato de los euroescépticos checos

Tras un turbulento semestre bajo la presidencia de turno del enérgico mandatario francés, Nicolas Sarkozy, los europeos pueden prepararse para una continuidad de la dirigencia francesa. "¿Nicolas Sarkozy? Se instala el 1 de enero en Praga", bromeaba el ministro de Presupuestos galo, Eric Woerth.

El Gobierno checo asumió el jueves la presidencia de turno de la UE de manos de París. Y Sarkozy quiere mantener en marcha al gobierno de Praga, conocido por su euroescepticismo. "Los europeos ya no aceptarán un regreso a la inmovilidad", se dice en el Palacio del Elíseo.

Sarkozy podría desplegar iniciativas para la Eurozona, a la que un día llegará Reino Unido, según cree París, y para la creación de un espacio económico y de seguridad común con Rusia, Ucrania y Turquía. "Europa debe hacer política", declaró Sarkozy en la última cumbre de la UE en Bruselas, "Europa debe sacudir el mundo para que cambie".

En la guerra de Georgia y en la crisis financiera los franceses fueron los primeros en comprender la dimensión de la catástrofe que se avecinaba y, sin poseer un mandato para ello, obviando la costumbre diplomática, obligaron a un alto el fuego y forzaron la aprobación de un acuerdo internacional.

Europa se convirtió en modelo para americanos y rusos. Para ello, Sarkozy tuvo que asumir el riesgo de que cuestiones centrales quedaran abiertas en el acuerdo, como por ejemplo, la unidad de Georgia o la cuestión de los refugiados. "Hay que asumir riesgos", dijo.

Para lograr sus objetivos, Sarkozy se saltó las reglas de la UE y pasó por encima de las perezosas instituciones. Voló a Moscú sin la aprobación previa de sus socios europeos para "frenar el avance de los tanques rusos sobre Tiflis".

Y para afrontar la crisis financiera invitó a los grandes de la UE a una cumbre a cuatro bandas y a los países del euro más Reino Unido, para obligar a Alemania y a otros países más reticentes a actuar, además de fraguar la conferencia financiera internacional en Estados Unidos.

En la UE no estaban previstas reuniones a este nivel, pero la canciller alemana, Angela Merkel, no logró evitarlas. El pragmatismo y la acción están por delante de las tablas de la ley, explicó el secretario de Estado para Europa francés, Jean-Pierre Jouyet: "Los acuerdos están hechos para tiempos tranquilos".

La Comisión Europea no había sido escuchada hasta ahora en grandes crisis, pero los vigorosos franceses la sometieron a sus planes: Sarkozy convirtió al presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, en su "primer ministro" en la UE, escribía el diario galo Le Journal du Dimanche. Barroso necesita también a los franceses para su reelección en 2009.

Sarkozy ha cambiado Europa: la Comisión perdió poder e influencia respecto a los gobiernos nacionales y los franceses quieren que siga siendo así. "La Comisión necesita una cúpula fuerte a la cabeza del Consejo de Europa", dijo Sarkozy en su cumbre de despedida. En caso contrario, la Comisión debería "ser el guardián del espíritu de los acuerdos y al mismo tiempo hacer política". El presidente de la Comisión debe trabajar "en los límites de la política".

En ello están de acuerdo Sarkozy y el premier británico, Gordon Brown, uno de sus aliados en la UE. Con él logró incluso someter a Merkel para convocar la cumbre especial sobre la crisis financiera y el paquete coyuntural de la UE. "El Elíseo opina que Sarkozy ha ganado la lucha por el liderazgo en Europa a Angela Merkel", escribía Le Monde tras hablar con asesores presidenciales.

Por todas partes Sarkozy recibe ovaciones por volver a poner a Francia en el centro de Europa, después de que el país quedara a un lado tras su "no" a la Constitución Europea en 2005. Sin embargo, con sus iniciativas sin consultar chocó más de una vez con la oposición, sobre todo de Merkel.

La presidencia de turno "me ha enseñado sobre todo a asumir los problemas de los otros", dijo Sarkozy al finalizar su mandato con un toque de autocrítica desacostumbrada.

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