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La UE vuelve a contener el aliento ante el segundo referéndum irlandés

  • La mayoría de las encuestas pronostican una victoria del sí al Tratado de Lisboa pero ni el Gobierno ni los analistas las tienen todas consigo · El impacto de la crisis económica, la mejor baza para el triunfo

Esta vez no hay plan B pero, en principio, tampoco parece que vaya a ser necesario. Tres millones de irlandeses acuden hoy a las urnas, por segunda vez en 15 meses, para decidir si ratifican con su voto el Tratado de Lisboa. Y a diferencia de lo sucedido en la anterior consulta, los sondeos indican que esta vez entre un 58 y un 68% de los irlandeses darán su aprobación al texto. En esta ocasión, todos los sectores sociales, excepto el Sinn Fein y pequeños grupúsculos antimilitaristas, ultracatólicos, de extrema derecha o de extrema izquierda, quieren rectificar y donde dije digo, digo Diego.

Pero no lo tiene tan claro el primer ministro, Brian Cowen, para quien "cada voto valdrá hoy su peso en oro". Tampoco Edward Burke, irlandés y experto de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride), las tiene todas consigo. "Es verdad que los sectores más cualificados apoyan sin reservas el sí, pero en el importante mundo rural o pesquero las cosas no son tan evidente. El Gobierno de Cowen es tremendamente impopular y no se puede descartar que los electores quieran darle una bofetada, pero en la cara de la Unión Europea", asegura.

Los partidarios del no mantienen su decisión en el supuesto desprecio hacia una decisión democrática que supone la repetición de un referéndum sólo quince meses después del anterior. Para ellos, lo sucedido demuestra que la UE está manejada por una elite de políticos que medran en Bruselas y cuyo objetivo es convertir a la UE en una superpotencia que pueda competir con otras a nivel económico y militar.

Ante la impopularidad del Gobierno han tenido que ser personalidades sociales las que salieran a dar la cara por el sí. Desde el ex presidente del Parlamento, Pat Cox, hasta la poderosa Iglesia Católica, satisfecha con las garantías de que no se introducirá el aborto en el país, o el dueño de la compañía aérea de bajo coste Ryanair han apostado por la ratificación.

Para ello ha sido necesario que la Unión Europea haya garantizase a los irlandeses la neutralidad de la isla, el mantenimiento de su ventajoso régimen fiscal, la prohibición del aborto, la protección de los derechos laborales de sus trabajadores o el mantenimiento de un comisario europeo de su nacionalidad.

Una Europa a la carta al gusto Guinness podría titularse el culebrón que ha mantenido en vilo a la UE desde el rechazo de 2008. Sin duda, las garantías concedidas han inclinado el debate en favor del sí pero, aun siendo importantes, no son las únicas causas del esperado vuelco en la opinión pública. Más importante es el temor a tener que afrontar la actual crisis económica en solitario, sin el paraguas de la Unión, como le ocurre por ejemplo a sus vecinos islandeses.

"Los irlandeses no tenemos confianza en nuestras instituciones financieras, pero sí que podemos salir de la crisis con el apoyo del Banco Central europeo, de las instituciones de Bruselas", confirma Burke.

Pero aKieran Allen, experto en sociología del University College de Dublín, y partidario del no, argumenta que "los planes de rescate de los bancos han sido un robo a mano armada contra el pueblo irlandés. Por eso votar no es un acto de legítima protesta contra la gestión del Gobierno".

La economía irlandesa, que se benefició de forma espectacular de los años de bonanza hasta el punto de convertirse en el país europeo que más progresó en la última década (el llamado tigre celta que se ha quedado en un gatito) ha sufrido un brusco golpe y los irlandeses no dejan de mirarse en el espejo de Islandia, condenada al ostracismo y las dificultades sin cabos a los que agarrarse.

"El problema es que la UE no ha sabido vender sus evidentes ventajas. Yo soy del oeste de Irlanda y la gente que vive allí jamás ha visto a nadie de la UE; desconoce totalmente el esfuerzo que personas como Javier Solana han hecho por incluir a Irlanda en Europa; no han hablado jamás con un español o con un alemán...Es verdad que nuestro Gobierno tiene mucha culpa, porque es el más débil que hemos tenido desde el final de la guerra, pero también la Unión Europea es culpable por no haber sabido llevar a cabo una labor eficaz de información", se lamenta Burke.

Pero aunque se solvente el trámite irlandés, las dificultades no habrán acabado para el Tratado. La férrea oposición del presidente de la República Checa, Vaclav Havel, no ha disminuido ni un ápice. Los expertos consideran que un sí irlandés al Tratado puede propiciar dos escenarios: o bien Klaus cede ante el hecho de que todos los países de la UE hayan aceptado el Tratado, o bien insiste en la vía dura, animado en este caso por la carta enviada por el líder conservador británico, David Cameron, que le ha pedido que frene el proceso hasta las elecciones británicas de 2010. Cameron ha prometido someter a consulta popular el Tratado, lo que podría suponer un golpe mortal si, como todo parece indicar, los conservadores ganan las elecciones y aprovechan el viento a favor para hundir a Lisboa. Por lo pronto, un grupo de senadores checos ya presentó el pasado miércoles un recurso ante el Constitucional de su país para intentar impedir la entrada en vigor del Tratado.

"Las consecuencias de un no serían muy serias para toda Europa. Es difícil saber qué pasaría pero es evidente que se produciría una crisis importantísima . Sin duda, la construcción europea seguirá adelante de alguna manera pero Irlanda podría quedar fuera de los sistemas de toma de decisoones en política exterior, defensa etc. Seríamos sólo un país europeo a medias", concluye Edward Burke.

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