La realidad surafricana El presidente está en el punto de mira por sus constantes excesos

Zuma, el insaciable zulú

  • El incesante goteo de escándalos sexuales y de corrupción ensombrecen la realidad del líder surafricano, quien luchó junto a Mandela y la élite intelectual del país por la abolición del 'apartheid'

La historia suele ser despiadada y escribe en sus libros lo peor de cada acontecimiento. Así ocurrirá con Jacob Zuma, el actual presidente de Suráfrica, quien ha ensombrecido un pasado audaz e idealista con su incesante goteo de escándalos por corrupción, sus constantes devaneos sexuales y el alarde de su incultura e imprudencia, que han terminado por empañar una historia vital llena de aventuras.

A sus 68 años, el líder surafricano ha salido de nuevo a la palestra tras reconocer a su vigésimo hijo, fruto de la relación extramatrimonial con la hija de un magnate amigo suyo. La poligamia es legal en el país, pero al parecer, sus tres esposas no son suficientes para saciarle.

No es la primera vez que el líder africano mantiene relaciones extramatrimoniales con las hijas de sus amigos. Ya en 2006 fue acusado y absuelto de violación por la hija seropositiva de un camarada del partido y lo hizo, además, sin usar preservativo. Según la denunciante, Zuma le doblaba la edad y era amigo de la familia hasta el punto de que ella solía llamarle "tío".

Por supuesto, el presidente y sus secuaces aseguran que se trata de una conspiración del ala más conservadora del Congreso Nacional Africano (ANC), pero las versiones de Zuma resultaban difíciles de creer para la población, que ya había vivido cómo se suicidaba una de las esposas del presidente dejando en su carta de despedida el deseo expreso de que Zuma no acudiera a su funeral.

Pero la polémica no es la poligamia, sino las imprudencias del presidente de uno de los países con mayor número de infectados con el VIH, que no usa preservativos a pesar de las millonarias campañas de información que el Gobierno lleva años realizando para la prevención del sida.

Durante este juicio, dejó aún más clara su incultura al manifestar que no había usado condón "porque sabía que el riesgo de contagio mediante relaciones heterosexuales era mínimo" y por si fuera poco añadió que, tras el sexo, se tomó "una higiénica ducha". Fue entonces cuando saltaron las alarmas, los teléfonos para preguntar sobre la eficacia de la profilaxis del presidente no paraban de sonar y su credibilidad fue puesta en entredicho por todos.

Pero hubo un tiempo en el que Zuma estaba plenamente dedicado a hacer de Suráfrica un país más justo. Puede que esa mirada combativa sea la que vio la opinión pública que ahora empieza a abandonarle. Cada día, editorialistas y caricaturistas vuelven a evocar el sentimiento de ultraje de un país que aceptó el mes pasado sin rechistar otra boda del jefe del Estado y el anuncio de que una cuarta novia espera su turno.

El líder surafricano pasó gran parte de su vida entonando canciones de guerrilla y sumergido en la lucha por la abolición de la segregación racial legal, el apartheid. Sus peripecias son dignas de una biografía (no autoriza da), ya que Zuma ha pasado por la selva, la cárcel y los tribunales antes de ser en el imprudente y controvertido político en el que se ha convertido.

Nacido en la histórica región de Zululandia, Zuma no recibió una educación escolar normal por la precariedad familiar y pronto se vio seducido por el activismo sindical y político. A los 16 años se adhirió al Congreso Surafricano de Sindicatos y al Congreso Nacional Africano, principal movimiento de liberación en la lucha contra el apartheid y del que actualmente es presidente.

Aunque no era un hombre educado, pasar la tercera década de su vida entre rejas acompañado de la elite intelectual africana debió amueblar la cabeza de Zuma. Como si de Hollywood se tratara, estuvo encerrado en una prisión de máxima seguridad en una isla junto a grandes activistas y pensadores como Nelson Mandela o Walter Sisulu.

Su historia demuestra que es un hombre testarudo. Tras salir de la cárcel le faltó tiempo para reactivar la red clandestina del ANC y contraer matrimonio con la primera de sus cinco esposas (de las que hoy en día conserva tres, ya que ha vivido un divorcio y un suicidio en su prolífico currículum amoroso).

Zuma fue entonces incansable en su lucha, tras la liberación de Mandela y la legalización de su partido, fue el primer dirigente en el exilio que volvió al país para participar en el proceso reformista y el desmantelamiento del apartheid.

Hay grandes logros en su carrera: realizó importantes labores en el proceso de paz conducido entre 2000 y 2003 en Burundi y también intervino en el acuerdo de paz y repatriación de tropas de 2002 con el Congo y Ruanda, todos ellos enturbiados por sus numerosos escándalos una vez que empezó su carrera política.

El 1994 su escalada en el partido le llevaba a convertirse en el número dos tras Thabo Mbeki. Los analistas consideraban a Zuma como un hombre poco ilustrado, sin grandes visiones de futuro con respecto al país ni su relación con el resto del mundo. Sin embargo, a tenor de su victoria electoral en 2009, su intuición, simpatía y seguridad en sí mismo compensaban esas carencias.

El poder y la avaricia alejan del pueblo al insaciable zulú de baja cuna y lanza rápida. "Demasiado está tardando en desmoronarse el mito de Zuma", asegura Steven Friedman, investigador del Centro de Estudios sobre la Democracia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios