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Los chatarreros de la guerra

  • Miles de personas completan sus ingresos en Vietnam con la recogida de todo tipo de proyectiles 35 años después del final de la primera contienda mediática

Las miles de toneladas de bombas arrojadas durante la Guerra de Vietnam son todavía, 35 años después, el modo de sustento de muchos vietnamitas que se juegan el pellejo rastreándolas para venderlas por unos dólares como chatarra.

Morteros, bombas, balas, minas, proyectiles de todos los tamaños y calibres, restos de metralla: todo cuenta para estos chatarreros que baten los escenarios de los combates entre el Vietcong y las tropas survietnamitas y norteamericanas. La mayoría es gente sin otras alternativas o campesinos que aprovechan ratos libres para buscar unos metales con los que sacan unos 3,5 dólares diarios de media para redondear su modesta renta.

"Sabemos que es peligroso pero, como no tenemos otro trabajo, tenemos que hacerlo", respondió Thoi Yanfun, una mujer vietnamita de 49 años que admite conocer a mucha gente que ha sufrido accidentes.

Lo más arduo del oficio consiste en desactivar el explosivo y desmontar el artefacto sin que estalle, una operación que mata o mutila a decenas de personas cada año.

"Comerciar chatarra es legal. Pero la tenencia y el almacenamiento de explosivos, no. Por eso los recolectores y vendedores se ven obligados a desactivar las bombas antes de comercializar el metal", explica a Efe Lee Moroney, coordinador en Quang Tri de la organización no gubernamental Norwegian People's Aid (NPA), que ayuda al Gobierno en tareas de limpieza de explosivos.

"Se la juegan pero son muy habilidosos y expertos", apuntó el activista Moroney.

"Muchos de los que buscan bombas fueron combatientes y saben mucho sobre explosivos", añade Thoi.

Cerca de la frontera con Laos se ubica la antigua base de los Boinas Verdes de Khe Sanh, convertida actualmente en museo, pero que en 1968 fue el escenario de la batalla más cruenta de la guerra.

Allí, Nyth intenta vender todo tipo de medallones a los turistas sin que se percate el guía del grupo, y explica con un hilo de voz a quien se interese que los proyectiles grandes son cada vez más escasos en la zona y que hay que ir lejos, a las montañas, para encontrarlos.

La provincia de Quang Tri, donde estuvo situada la frontera entre el Vietnam del Norte y el del Sur, es la apropiada para buscar bombas, porque las autoridades han clasificado como "contaminado" el 90% del territorio, frente al 20% que, de media, conceden al resto del país.

Desde el final de la guerra, en 1975, 38.000 vietnamitas han muerto por culpa de los explosivos abandonados, y una tercer parte de ellos eran "chatarreros de la guerra".

Algunos expertos calculan que durante la contienda fueron arrojadas sobre Vietnam del Norte unas 40.000 toneladas de bombas y que más de 3,5 millones de minas antipersonal y 300.000 toneladas de artefactos explosivos quedaron abandonados tras la firma de la paz.

Lo que más valor tiene es el metal -cuanta más calidad más dinero cobran-, que acaba en empresas de fundición de acero, cobre, hierro o aluminio en Danang, el principal puerto comercial del centro del país.

Huyen, una joven de 26 años, trabaja desde 1999 en una de las 26 chatarrerías de Quang Tri y paga a los colectores unos 3.500 dong (14 céntimos de euro) por kilo de metal, que luego revenderá por 7.000.

Mientras apila unos cascotes de proyectiles de 155 milímetros, de unos 35 kilos de peso cada uno, Huyen afirma que su oficio no tiene nada de peligroso porque sólo compra objetos que considera seguros.

El negocio genera para los chatarreros unos 216.000 dólares al mes en todo el país, según datos de NPA, al menos antes de que surgiera esta crisis financiera internacional.

"Ahora no vendemos como antes, por lo que vamos almacenando material hasta que la situación mejore", indicó Huyen.

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