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En el interior del 'no' a Europa

  • Creta está muy lejos de Atenas y aún más de Berlín, y sus habitantes esperan con tranquilidad el resultado del referéndum "Está en juego nuestra dignidad", dicen algunos

Reza un dicho cretense presente en camisetas, fundas de móviles y portadas de cuadernos para turistas que "El raki es la respuesta... aunque no recuerdo la pregunta". El raki es un destilado de uva, muy semejante a los orujos y aguardientes españoles, que corre por todas las tabernas y cafés de la isla más meridional de Grecia de manera generosa, y bajo cuyo efluvio se desarrollan en estos días las conversaciones más acaloradas. Es verdad que a los griegos no les hace falta este licor amable y firme para hablar de política, siendo como fueron ellos los creadores de la polis.

El caso es que hace unos días, recién convocado el referéndum que debe decidir su futuro inmediato ("no mucho más allá, tenemos miles de años de historia", recordaba Andonis, dueño del Hotel Helena en el casco antiguo de La Canea, antigua capital de la isla) los cretenses parecían tener clara la respuesta a las propuestas europeas: "Yo votaré no", decían muchos. Y no procedía inquirir sobre si conocían la pregunta. Claro que la conocían. "Votaré no porque quiero respeto a mi dignidad como pueblo", argumentaba serena y sonriente una mujer desde detrás del repleto mostrador de su mini market en el centro de Heraklion, la capital de Creta. "Y lo haré por mí y sobre todo por mis hijos, porque si seguimos aceptando las medidas (metra en griego), terminarán viviendo en un país miserable, y dentro de pocos años ya ni existirá Grecia".

En eso de la desaparición del país en un futuro cercano coincidía con Andonis, que se quejaba de una de las medidas concretas que exigen los llamados acreedores de Grecia: "¿Cómo se puede aceptar que nos suban el IVA a los establecimientos turísticos desde el 6% que pagamos ahora hasta el 23%? Y todo eso después de cinco años que llevamos de subidas de impuestos y recortes de todo lo demás". El padre de Andonis luchó en la resistencia contra los invasores nazis, cedió su barco de pesca en el sur de la isla para la evacuación de los soldados aliados ante el avance de las tropas alemanas, y él tal vez recuerde ese hecho cuando lamenta que sea Alemania "la que nos diga a los griegos, y a todos los europeos, lo que tenemos que hacer". Eso sí, en el primer día de corralito reconoce que esa medida del Gobierno constituye un gran problema (megalo próblima), lo que no merma sin embargo su decidido parecer favorable al Gobierno.

Creta está muy lejos de Atenas, es el último territorio europeo al sur, una gran isla a medio camino entre Europa y África, a sólo unos centenares de kilómetros de Libia, así que hay que imaginar la distancia a la que se encuentra de Berlín, París o Londres. Syriza ganó allí ampliamente las elecciones. Entre riadas de turistas tranquilos y paseantes por el muelle del precioso puerto veneciano de La Canea, Christos, propietario de uno de los mezedopoleio (restaurante especializado en mezedes, una especie de entrantes) de más éxito de La Canea, se despidió hace apenas una semana con el acostumbrado apretón de manos y, esta vez, una advertencia a mitad entre la ironía y la profecía: "Quizá el próximo año tengáis que venir usando de nuevo pasaporte". Antes se había declarado partidario decidido de las políticas del Gobierno de Syriza, y especialmente de la actuación del primer ministro Alexis Tsipras y de su ministro de Finanzas, el mediático Yiannis Varoufakis. Con pocas palabras, pero repetidas sonrisas y gestos se reafirmaba en sus ideas: "No me gusta la política, pero me gustan mucho Tsipras y Varoufakis", repetía, a la vez que aseguraba no saber lo que va a pasar después de este domingo. "Quién lo sabe, nadie lo sabe. Si se rechazan las propuestas europeas tampoco será el caos, yo todavía tengo algunos dracmas de antes del euro", afirma entre risas y mientras, por supuesto, obsequia a sus clientes con botellitas de raki.

Aquella lejanía de la metrópolis ateniense, donde casi la mitad de la población total griega dirime en miles de tertulias una costumbre inveterada de hablar de política, hace que en la ruda y salvajemente bella isla de Creta las conversaciones se atemperen. También por el aguardiente, para qué engañarse. Ayuda también el sonido de liras, laúdes y mandolinas que acompañan a las recias voces de los cantantes, las canciones de amor y rebeldía que suenan por la megafonía de la Taberna Filenia, mientras su dueño, otro Andonis, habla de la música de su isla, la más pujante de todas las músicas griegas, la que cuenta con más intérpretes y autores. La Filenia está en las cercanías de las solitarias y espectaculares playas de Triópetra y Agios Pavlos, entre dos curvas de esas carreteras sinuosas que llenan la isla desde que, hace pocos años, existen las carreteras. Una fuente antigua y un emparrado con mesas componen la imagen perfecta de la taberna cretense.

Andonis podría ser el prototipo del empresario griego medio, el que desmiente a cada paso el estereotipo que de los nacionales de ese país se tiene fuera. En realidad, el trabajo que le da de comer es el de la carpintería de aluminio. Por eso, porque lleva puertas y ventanas por toda Creta, conoce bien la gran isla. Su taberna, que también es pensión y que regenta su mujer Irini, es de hecho un complemento perfecto para los ingresos familiares. Y el lugar ideal para la conversación de medianoche con dos visitantes curiosos, desierta la terraza y a la hora en la que el raki aparece casi por milagro una y otra vez en la mesa. Varoufakis es el protagonista ahora. Andonis está leyendo el mismo libro escrito por el ministro que los dos insistentes turistas, el que en España se acaba de publicar con el título de Economía sin corbata: "Es un libro estupendo, muy claro, explica muy bien de donde viene todo el problema que tenemos ahora encima", explica.

El problema. Algunos, más lanzados, se lo toman más bien como un reto, pero no sólo para los griegos. Así, Yorgos, encargado de la taberna familiar Hipokampos, frente a la fortaleza de la capital Heraklion, responde a nuestro deseo de buena suerte para el pueblo griego con chulería cretense: "¿Suerte? Suerte a vosotros. Nosotros seremos pronto independientes, ahora os toca a España, a Portugal...".

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