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Las minorías no esconden su temor a lo que les depare el futuro

  • La incertidumbre acecha a los 100.000 serbokosovares pero también a pueblos como los goranos, que no se creen en absoluto las promesas de los líderes albaneses

Los serbios de Kosovo prometieron quedarse en su tierra tras la independencia de la provincia de mayoría albanesa, y reservaron duras críticas a la Unión Europea (UE) por su papel en la secesión, durante un encuentro cargado de emoción con el heredero al trono de Serbia el pasado sábado.

El príncipe Aleksandar Karadjordjevic llegó a Kosovska Mitrovica, la ciudad étnicamente dividida del norte de Kosovo, para manifestar su apoyo a los serbios y exhortarlos a permanecer en la provincia, independientenente de lo que ocurra. "Permanezcan con la frente alta (...) Lo más importante para ustedes es quedarse aquí, y no perder la calma", dijo el príncipe, añadiendo: "Calma, sabiduría, la ley y la justicia son nuestras únicas armas, no debemos olvidarlo".

Acompañado de su esposa, la princesa Katarina, el pretendiente a la corona serbia asistió a una misa por los serbios de Kosovo, oficiada en la iglesia San Dimitri por el arzobispo Artemije, jefe de la Iglesia ortodoxa serbia en Kosovo, en presencia de varios centenares de personas. La iglesia, situada en las alturas de Kosovska Mitrovica, domina la ciudad y la vista se extiende hasta Pristina.

Kosovska Mitrovica está dividida étnicamente de un lado y otro del río Ibar. Unos 40.000 serbios viven al norte y cerca de 80.000 albaneses en el sur, y la tensión entre las dos comunidades ha provocado incidentes violentos.

"Es un gran día para mí ver a su alteza expresarnos su solidaridad", dijo a la AFP Ivanka, de 83 años, reprimiendo sus lágrimas.

"Los serbios no merecen vivir esta tragedia. Ya han sufrido suficientemente", declaró muy emocionada la princesa Katarina.

"Majestad, tengo 84 años, pero estoy dispuesto a defender nuestro Kosovo y me quedaré aquí", dijo un anciano a Aleksandar. "Resista usted. Éste es nuestro país", responde el príncipe.

"Yo nací en Kosovo, mis cinco hijos también y nos quedaremos todos en Kosovo, eso es seguro", declara Branko Milicevic, de 46 años, quien llegó de Gracanica, un enclave serbio situado muy cerca de Pristina.

Pero no son sólo los estimados 100.000 serbokosovares los que sienten miedo ante la independencia. En la región de Gora, en las montañas de Shar, cerca de la frontera con Macedonia, los alrededor de 15.000 miembros de la minoría gorana, de religión musulmana y lengua eslava, similar al búlgaro, viven atemorizados. Todos se quejan de lo mismo, como la falta de trabajo y la incertidumbre política.

Además, expresan un sueño común, el de obtener un pasaporte de otro país, preferiblemente el de la cercana Bulgaria, que entró en la Unión Europea (UE) en enero del año pasado. Así espera sobrevivir Fadil Imeri, maestro del pueblo, porque con el documento podría salir de Kosovo.

"Es muy difícil para nosotros, los albaneses nos suprimen, quieren que hablemos su lengua, pero no lo podemos hacer, ya que tenemos nuestra propia lengua materna", explica.

"Dicen que van a garantizarnos los derechos como minoría, que nos sentiremos bien en el nuevo Estado, pero no lo creemos", dice otro vecino.

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