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Un nazi en la corte de la BBC

  • La presencia del líder ultra británico Griffin en la emisora pública termina en un fiasco para él, que estuvo torpe, impreciso y sin capacidad de argumentar

La controvertida, criticada y, sin embargo, esperadísima presencia del líder ultraderechista británico Nick Griffin en un programa estrella de la BBC, que alcanzó más de ocho millones de telespectadores, empezó y terminó para él como el rosario de la aurora.

Si Griffin acudió a Question Time, un programa de gran tirón en la cadena pública británica parecido al español Tengo una pregunta para usted, con la esperanza de dar un impulso a su figura y a sus ideas, el tiro le salió por la culata.

Griffin dio una imagen penosa. Lejos de mostrar una retórica cautivadora y de presentar sus mensajes de forma atractiva, apareció nervioso, se contradijo en numerosas ocasiones y las palabras se le trababan en la lengua. "La BBC le proporcionó a Griffin oxígeno para presentarse ante la gente y él mismo se ahogó", resumía ayer el diario The Independent.

Hasta el jueves por la noche el British National Party (BNP), un partido racista y xenófobo que aboga por un Reino Unido donde el 99% de la población sea blanca, nunca había sido invitado a participar en un programa de la televisión pública. Pero, en esta ocasión, la BBC justificó su presencia porque los ultras británicos habían alcanzado representación popular (obtuvieron 900.000 votos y dos eurodiputados).

La decisión provocó un aluvión de críticas y un aluvión de manifestantes que durante todo el día se concentraron a las puertas de la emisora con la intención de cerrar el paso a Griffin. Aunque hubo enfrentamientos violentos con la Policía, el polémico contertulio consiguió llegar al estudio por una puerta trasera.

El director general de la cadena, Mark Thompson, aludió en un artículo publicado en The Guardian que impedir la presencia de Griffin sería un modo de censura que puede ser impuesta por el Gobierno central pero no por un canal informativo.

Pero diputados laboristas e incluso ministros como Peter Hein lamentaron la decisión de la BBC "porque si se trata al BNP como al resto de los partidos, entonces ganan terreno. Ya lo vimos en la Alemania de Hitler". "La BBC no quiere reconocer que está concediendo al BNP un enorme regalo de Navidad por anticipado", insistió Hein, quien desde muy joven fue un activo militante antiapartheid ya que vivió en Suráfrica donde muchos años.

El propio primer ministro, Gordon Brown, sin querer mojarse en la cuestión, consideró que la intervención del BNP podría destapar "sus terribles ideas políticas".

Intentando aparentar una moderación de la que carece, Griffin, licenciado en Derecho por la Universidad de Cambridge, de 50 años y padre de cuatro hijos, negó constantemente que fuera un nazi y que su partido compartiera los ideales nazis, aunque en sus estatutos se aboga por la supremacía de la raza blanca y se niega la militancia a negros y homosexuales. Reconoció, eso sí, que durante su juventud había leído "con interés", el libro Mein Kampf de Hitler, del que consideró que "quizá fue un poco lejos".

Pero no sólo Griffin dejó perlas de este estilo en el aspecto político. También señaló en numerosas ocasiones que el islam es una "religión malvada y salvaje" y que le produce "asco" ver a dos hombres besándose.

Sobre el islam no se retractó lo más mínimo, aunque intentó disfrazar su opinión con el velo de que "considera a las mujeres como ciudadanas de segunda" y añadió que "si los musulmanes quieren seguir viviendo en este país tienen que acatar que queremos seguir siendo británicos y cristianos, con un sistema político basado en valores democráticos y no en el Corán".

La intervención más aplaudida fue la de un participante en el programa que abogó por enviar a los miembros del BNP al Polo Sur. "Al menos allí no tendrán problemas con el color", señaló.

Según el Daily Mail, Griffin no es reacio a usar una táctica empleada ya por el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, y consistente en repetir una mentira hasta que la gente termine por creerla.

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