revueltas árabes En un año se han conocido más trastornos que durante décadas

¿Una 'primavera' consolidada?

  • La euforia provocada por las revoluciones comienza a disiparse y da lugar a la inquietud ante la ascensión del islamismo pero el proceso democrático parece irreversible

La euforia provocada por la primavera árabe comienza a disiparse dejando lugar a la inquietud ante la ascensión de los islamistas, pero el proceso democrático parece irreversible, estiman los analistas. En un año, el mundo árabe ha conocido más trastornos que durante las décadas anteriores: tras derrocar a sus dirigentes, los tunecinos y los egipcios organizaron las primeras elecciones libres de su historia y los libios descubrieron la libertad después de la revolución contra Muamar el Gadafi.

Los yemeníes están a punto de dejar atrás un régimen autocrático, mientras que en Siria la insurrección contra el régimen del presidente Bashar al Asad no ceja y recibe el apoyo de la Liga Árabe y la comunidad internacional.

"Estas sublevaciones pusieron fin a un largo periodo de despotismo e inmovilismo, y espero que abran la vía a un desarrollo democrático y pluralista", afirma el influyente pensador sirio Sadek Jalal al Azm.

Una opinión compartida por Ziad Majed, especialista de Oriente Próximo de la Universidad estadounidense de París, para quien "el proceso democrático es irreversible, no hay más retorno a los golpes de Estado ni al despotismo".

Pero aún cuando los jóvenes que acabaron en 2011 con el mito del "despotismo oriental" no estaban dominados por los islamistas, son estos últimos quienes han cosechado, mediante las urnas, los primeros frutos de la primavera árabe.

En Túnez, los islamistas se impusieron como la primera fuerza política del país en las elecciones de octubre, mientras que en Egipto la sorpresa vino por el resultado de los salafistas en la primera fase de las elecciones. Los islamistas obtuvieron en conjunto el 65% de los votos.

"Los islamistas registran actualmente victorias coyunturales, a causa de la paradójica renta heredada de la dictadura: la propaganda negativa que se les hizo durante años de despotismo les sirve ahora para ganarse la simpatía de la gente", explica Jean-Pierre Filiu, profesor de Ciencias Políticas en París. "Los diferentes dictadores, al plantearse como la única muralla contra el islamismo, han contribuido ampliamente al crédito que tienen los partidos islamistas como alternativa de gobierno", añadió.

Ziad Majed recalca por su parte que "la victoria de las corrientes islamistas en las elecciones no significa el fin de las esperanzas de democracia despertadas por estas revoluciones, ya que los islamistas llegan al poder a través de las urnas y no por la violencia o la yihad (guerra santa)".

El verdadero enigma es si esos movimientos islamistas que no tienen experiencia de gobierno podrán mantenerse en el poder o cederlo si más tarde son derrotados en otras elecciones.

Jean-Pierre Filiu, autor de La revolución árabe: diez lecciones sobre la sublevación democrática, estima que los islamistas "tendrán dificultades para consolidar esa ventaja a causa de la indigencia de sus programas sobre la cuestión social, sin duda uno de los mayores desafíos del mundo árabe en el transcurso de la próxima década".

Sadek Jalal al Azm, autor de Crítica del pensamiento religioso, que causó escándalo en los medios islamistas a fines de los 60, recalca también que los islamistas "no parecen tener un verdadero programa para solucionar los problemas" en Egipto.

Pero considera que "si los islamistas, sobre todo en Egipto y en Túnez, logran imitar el modelo turco y realizar aunque sea el 50% de lo que han logrado sus homólogos turcos", el proceso democrático continuará. Por el contrario, si "se aferran al poder" y se niegan a pasarse a la oposición, "volveremos al despotismo", asegura.

Sadek Jalal al Azm tiene menos temores con respecto a Siria, "cuya diversidad étnica, confesional y religiosa debe permitir un equilibrio democrático más importante", en caso de que caiga el régimen de Al Asad, como en Egipto o Túnez.

En el resto del mundo árabe, las monarquías podrían escapar a la fiebre revolucionaria, pero deberán introducir profundas reformas, un proceso que ya ha comenzado en Marruecos, mientras que los países del Golfo redistribuyen la riqueza petrolera para calmar toda revuelta.

"Los dirigentes de esas monarquías no podrán escapar a las repercusiones del cataclismo árabe e ignorar las reivindicaciones de reforma", advierte Ziad Majed.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios