el avispero asiático Programa piloto en el conflictivo valle de Swat

De terroristas a electricistas

Eran potenciales jóvenes suicidas o estaban en la órbita talibán, pero el Ejército paquistaní tiene un proyecto educativo para que se reinserten en la sociedad y aspiren a ser electricistas o agricultores.

Los niños y jóvenes reclutados por los insurgentes son una de las grandes preocupaciones de las autoridades de Pakistán, que han puesto en marcha la iniciativa piloto en el valle norteño de Swat.

El Ejército abrió dos centros cerca de Mingora, principal ciudad del valle, poco después de lanzar en 2009 una gran operación antitalibán en la zona, que dejó más de dos millones de desplazados.

De forma cada vez más acusada, las redes yihadistas en Pakistán tienden a reclutar a menores de edad para perpetrar ataques suicidas, con promesas económicas para la familia.

Estos niños, que despiertan menos suspicacias entre las fuerzas de seguridad cuando llevan a cabo ataques terroristas, crecen en una atmósfera en la que la violencia es el lenguaje cotidiano.

El mes pasado, Pakistán arrestó a una niña de nueve años con un cinturón cargado de explosivos, enviada por los insurgentes para que atacara un puesto de las fuerzas de seguridad en la frontera con Afganistán.

"Vine aquí por mí mismo, decidí venir... Quiero ser electricista", dice Ali Khan, un estudiante de 22 años del centro de Mishal, uno de los gestionados por el Ejército.

Según datos oficiales, el 40% de los alumnos llegan de forma voluntaria a estos programas, es decir, o convencidos por sus familias o buscando un entrenamiento vocacional para abandonar con garantías económicas sus relaciones con la insurgencia.

Otro 40% de ellos son arrestados por las fuerzas de seguridad y luego metidos en las aulas de esta especie de reformatorios, mientras que el resto son entregados por la fuerza al Ejército por lugareños o familiares.

El perfil que buscan los talibanes, según destacan los responsables del programa, es el de jóvenes de familias numerosas, desestructuradas y de bajo nivel socioeconómico.

"Son la espina dorsal de los talibanes", aseguró Jamil ur Rehman, de la Policía de la región, en una conferencia celebrada en Swat sobre estos casos de rehabilitación social.

El más llamativo de estos proyectos es el de Sabaoon, también en los alrededores de Mingora, ideado exclusivamente para menores de 18 años.

Según la directora del centro, Feriha Peracha, muchos de estos niños no tenían reparos en amenazar a la gente con armas y, en un 65% de los casos, carecían de una figura de autoridad en la familia, ya que a menudo había muerto o vivía en otro lugar.

El mulá Fazlula, comandante talibán de Swat que animaba a los lugareños a través de la radio a que entregaran a sus hijos a la insurgencia, hizo que muchas mujeres "sintieran que tenían el poder de enviar" a sus hijos directamente al cielo, lamenta Peracha.

Los talibanes extorsionan a familias para que entreguen a sus vástagos pero también intentan explotar todo tipo de agravios: el hijo de un paquistaní muerto en una de las múltiples acciones que el Ejército lleva a cabo en la zona es un blanco ideal.

Por el momento, Sabaoon ha logrado reinsertar a 21 menores en la sociedad, mientras que otros 139 están acudiendo a las aulas, donde reciben la educación de maestros y la ayuda de psiquiatras y expertos.

"Urdu, religión islámica, ciencias sociales, ciencias naturales, matemáticas, inglés... Hay varios profesores, dan clases de 35 minutos", detalla uno de los maestros, Musaid Ahmed.

Los equipos encargados de esta labor educativa no esconden que intentan dar una narrativa alternativa a la de los talibanes, no sólo basada en desterrar la idea de que el islam permite los atentados suicidas, sino también en inculcar ideas nacionalistas.

Tampoco niegan que el objetivo es que los jóvenes tengan "expectativas realistas": trabajos como el de agricultor, electricista o reparador de aire acondicionado son el objetivo.

Muchos de los niños tienen problemas mentales y pertenecían al eslabón más débil de los grupos insurgentes, donde los utilizaban para cargar y limpiar armas. A este grupo de niños se les consideraba soldados rasos o bien potenciales suicidas.

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