Cultura

Aire sereno

  • El jerezano Andrés Cea graba un disco con música de Antonio de Cabezón en el órgano de Castaño del Robledo

Aunque la fecha tiene bastante de conjetura, se celebra este año el quinto centenario del nacimiento del burgalés Antonio de Cabezón (Castrillo de Matajudíos, c. 1510-Madrid, 1566), el organista ciego que sirvió a príncipes, reyes y emperadores, a los que siguió por toda Europa antes de asentarse definitivamente en Madrid como músico de Felipe II. La música de Cabezón se ha preservado en dos obras cruciales para entender el desarrollo de la práctica instrumental en la España del Renacimiento, el Libro de cifra nueva publicado por Luis Venegas de Henestrosa en Alcalá de Henares en 1557 y las Obras de música para tecla, arpa y vihuela, que editó su hijo Hernando de Cabezón en Madrid en 1578. A ellos se une un manuscrito que custodia la Universidad de Coimbra, donde figuran copias de algunas piezas del Libro de Venegas de Henestrosa y otras sin mención de autor y que no aparecen en ninguna otra fuente.

La labor compositiva de Cabezón está sin duda marcada por sus contactos directos con prácticamente todas las tradiciones europeas, pues en sus largos viajes acompañando al futuro Felipe II pasó por Italia, Flandes, Francia, Alemania e Inglaterra, lo que supuso no sólo la relación con los grandes maestros del continente, sino también su acercamiento a las técnicas organeras más diversas, lo que habría de afectar en el futuro a la propia tradición española, ya que por mediación de Cabezón constructores flamencos trabajaron para la corte española.

La obra organística de Cabezón puede dividirse en cuatro grandes grupos: 1) piezas para la liturgia, que incluye kiries, himnos, magnificats, salmos, etc; 2) tientos, esto es, piezas libres en el estilo de las recercadas italianas, que habitualmente utilizaban el estilo de la polifonía imitativa; 3) intabulaciones de motetes y canciones de la época; 4) diferencias (o variaciones). A todas estas formas recurre el gran maestro jerezano residente en Sevilla Andrés Cea para este disco, cuyo hermoso título ("Suavidad y extrañeza") proviene del comentario que dejó escrito en un libro de viajes un testigo directo del arte como organista del compositor.

Ha escogido Andrés Cea el excepcional órgano de la iglesia de Santiago de Castaño del Robledo, en plena sierra de Huelva, instrumento recién restaurado por el taller de Gerhard Grenzig y que era original de Francisco Ortíguez, quien lo levantó entre 1748 y 1751 utilizando casi con toda seguridad tubería de los antiguos instrumentos construidos en la Catedral de Sevilla por el flamenco Maese Jorge en 1567-79, un material pues del siglo XVI que había llegado al siglo XXI prácticamente íntegro y en perfectas condiciones, hecho casi sin parangón en toda Europa. La bellísima sonoridad del instrumento de Castaño es empleada por Cea en originales combinaciones de registros, que apoya en una concepción musical rigurosa pero flexible, fluida, elegantísima, hasta desvelarnos una música de una belleza suave y extraña, capaz de provocar esa magia que Fray Luis de León atribuía a Francisco Salinas, colega y estricto contemporáneo de Cabezón: que con su escucha el aire en torno nuestro se serene.

Andrés Cea, órgano Lindoro (Diverdi)

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