Marta Sanz. Escritora

"Apostamos por una cultura que buscaba entretener, no metimos el dedo en la llaga"

  • La autora ganó el Premio Herralde con su última novela, 'Farándula'. El libro, una sátira sobre el mundo de los actores, se pregunta por la función del artista frente a su tiempo.

¿Puede expresar su opinión, sumarse a alguna causa, un actor al que le sonríe el éxito? ¿Es posible el compromiso en la sociedad del espectáculo? ¿Tiene cabida la rebeldía en un entorno donde parece ganar la partida la frivolidad? Marta Sanz se interroga en Farándula (Anagrama), la novela con la que ganó el Premio Herralde, por estas y muchas otras cuestiones. Una sátira sobre actores que aborda, entre otros muchos asuntos, la mercantilización de la cultura y el papel del creador frente a su tiempo, y que la autora de La lección de anatomía y Daniela Astor y la caja negra escribe con toneladas de sarcasmo y una prosa excepcional, porque "los escritores que nos llamamos comprometidos tenemos que serlo por las cosas que contamos y muy especialmente por cómo lo contamos".

-El personaje de Ana Urrutia define farándula como "la síntesis de faralaes y tarántula", y unas líneas antes se habla de "gente retorcida y cínica; el teatro no era misticismo". Esa visión descreída del mundo de la interpretación impregna las páginas de su novela.

-Yo quería hablar de las zonas más luminosas y brillantes del mundo de la cultura, pero mostrar que detrás de todo eso hay un reverso que no es tan amable: un oficio marcado por la precariedad, por los altibajos, incluso por los instintos autodestructivos en muchos casos. Me parecía que la profesión de actor, no sólo en este país, es una metáfora muy buena de cómo es nuestra sociedad, con rascacielos de cientos de pisos pero con miseria, pobreza, desigualdades.

-Y le da pie para analizar, más allá del ámbito de la escena, el desprestigio que sufre la cultura.

-Uno de los temas que más me interesaba contar en Farándula era el de mis propias contradicciones como persona que escribe. Porque yo lo hago desde una perspectiva crítica, y critico el sistema, pero el sistema me visibiliza. No estoy escribiendo desde los márgenes, desde la periferia de la profesión. A veces tengo la sensación de que cuando las personas que somos críticas o directamente de izquierdas nos manifestamos, tenemos voz y la aprovechamos para decir cosas, nos desactivan políticamente, acusándonos de que hablamos desde dentro del sistema. Me parece una injusticia terrorífica. Y, luego, creo que el desprestigio de la cultura tiene mucho que ver con una estrategia que desde mi punto de vista es institucional, que las instituciones le han dado poco protagonismo y la han considerado como una suerte de guarnición del filete, aunque yo pienso que le dan ese trato porque saben de su importancia, de su peligro. También los propios agentes culturales hemos sido responsables de ese desprestigio. Hemos pensado que vivíamos en el mejor de los mundos posibles y hemos desarrollado una cultura bufonesca, de entretenimiento, que no metía el dedo en la llaga.

-En algún momento menciona a esa generación de actores de la posguerra que no pudo pronunciarse políticamente y luego se acostumbró a la discreción. Quizás el linchamiento que sufre Daniel Valls, ese actor que ya en el presente se manifiesta a pesar de estar en la cima, se deba a que esta sociedad, tras años de dictadura, no está acostumbrada a la libertad de expresión...

-Del abuelo de Valeria [el actor de la posguerra] se dice que ya en la democracia tuvo la listeza de saber que si tú te posicionas lo que estás haciendo es reducir el número de potenciales clientes. Y Valls, por su parte, encarna la contradicción entre querer ser una persona crítica y al mismo tiempo darte cuenta de que eres una persona premiada. En el caso de Valls puede ser más satírico o más paródico, porque no sólo es un actor de éxito, sino un hombre muy rico, y eso genera mucha animadversión en una sociedad cada vez más pobre y más cabreada.

-Su visión del público no parece muy alentadora: en su libro, los espectadores van al teatro a aplaudir a una actriz a la que conocen gracias a un reality.

-Eso enlaza con un documental que acabo de ver sobre Hitchcock y Truffaut. En ese documental, Hitchcock dice que le importa la audiencia, le importa el público, que él no hace películas para una persona sino para dos mil personas. A propósito de esa frase salen unas declaraciones de Scorsese que dicen: cuidado, el público en la época de Hitchcock no es el mismo que ahora. Ese concepto global de público se ha pervertido mucho, durante años los espectadores nos hemos convertido única y exclusivamente en consumidores culturales que queremos ser entretenidos. Eso es lo que plantea Scorsese...

-...Y lo que se cuestiona cualquiera que se dedique a algo creativo.

-Naturalmente, tú quieres culminar el proceso comunicativo que es la literatura o el cine, pero tener esa necesidad o pulsión no significa que tengas que responder a los eslóganes publicitarios del sistema y complacer a todo el mundo. Hay veces que te pones en la situación de escarbar en la herida, sacar a la gente de su zona de confort.

-Vittorio Gassman sostenía que un actor no debía ser especialmente culto, que incluso si era idiota haría mejor el trabajo. Y en su libro hay actrices de cuya inteligencia duda hasta su pareja: "Ahora que vivían juntos", se lee en un pasaje, "ni siquiera él podía asegurar si Natalia era una tonta natural o teñida".

-Farándula es una novela satírica que trabaja con los tópicos e intenta llevarlos a la mayor exageración posible. El personaje de Natalia de Miguel nos plantea a los lectores una pregunta, la de qué significa ser inteligente en el mundo en el que vivimos; si la felicidad es la capacidad de adaptación al medio, lo cual puede anular tu perspectiva crítica. Al final no sabes si es el personaje más listo, porque es el que logra vivir mejor, con menos contradicciones y siendo más querido, e incluso ganando por hacer lo que hace un dinero que no se le reprocha.

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