Cultura

Aronofsky abre la Mostra con un enfermizo filme sobre el ballet

  • Natalie Portman interpreta a una bailarina en una película impregnada de horror

La belleza y el horror del mundo del ballet inauguraron ayer la Mostra de Venecia en la desconcertante Black Swan, una arriesgada pirueta de un director imprevisible como el estadounidense Darren Aronofsky, quien se apoya en la ductilidad de Natalie Portman para mantener un difícil equilibrio. Aronofsky, ganador del León de Oro hace dos años por El luchador, regresó con honores al Lido veneciano con una suerte de respuesta a aquella cinta: si entonces escarbó en la bestia para hallar belleza, ahora explora la exquisitez de una bailarina para descubrir tras ella a un violento animal. "El mundo del ballet y el de la lucha están muy relacionados. Son cuerpos sometidos a una intensidad física muy grande, aunque cada historia tiene, desde luego, su propio estilo", explicó el cineasta, quien se ha inspirado en El lago de los cisnes, de Tchaikovsky, para tejer su enfermizo filme.

Black Swan, aprovechando la dualidad del ballet del compositor ruso entre el cisne negro y el cisne blanco, está confeccionada con extremos que se tocan: disciplina y descontrol, pasividad y agresividad, realidad e imaginación, virginidad y pecado, dolor y placer. "Es una exploración del ego artístico. Ese narcisismo que crea atracción y rechazo por uno mismo", aseguró Portman, quien incluso tiene una escena de sexo con su otro yo en el filme y conoce de primera mano el doble filo de ser superdotada desde bien pequeña, cuando deslumbró con 13 años en León (El profesional). "El cisne blanco representa a alguien que actúa buscando corresponder a lo que los demás esperan de ella. El negro piensa en satisfacerse a sí misma", resumió. Y ella consigue dar la dimensión justa a toda la gama que va entre los dos colores hasta transmitir el verdadero terror de un personaje tan atrapado en la técnica que no conoce la pasión. "Supongo que tengo una herencia de la concepción rusa del drama, puesto que mi abuela era ruso-rumana", aseguró quien, para preparar el papel, entrenó durante más de un año -el proyecto comenzó a gestarse en 2002- y, en los últimos seis meses, dedicó a su forma física una media de cinco horas al día.

Con Barbara Hersey como madre castradora, Winona Ryder como bailarina en decadencia y Vincent Cassel como magnético director de la compañía de danza, Aronofsky forma las piezas de un puzle opresivo y angustioso en el que sólo hay una meta: la absoluta perfección del espectáculo. Juntar un arte tan exigente con el horror psicológico emparenta esta cinta con títulos como, por ejemplo, La pianista, de Michael Haneke.

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