Arquitectura | Centro Pompidou Málaga

El icono improbable

  • Un libro que se presenta este miércoles dentro de la Semana de la Arquitectura recoge las claves del proyecto que definió la sede del Centro Pompidou Málaga

Área expositiva destinada a la colección permanente del Centro Pompidou Málaga.

Área expositiva destinada a la colección permanente del Centro Pompidou Málaga. / Javier Albiñana (Málaga)

Muy a pesar de los diagnósticos del boom del ladrillo, resulta revelador que uno de los proyectos arquitectónicos más significativos, arriesgados y determinantes de los desarrollados en Málaga en los últimos años tuviera más que ver con la transformación que con la construcción. Si se tiene en cuenta el punto de partida (lo más parecido a un no lugar, un espacio en bruto en el que difícilmente podría darse una experiencia humana reconocible como tal) y la meta finalmente conseguida (un centro para el arte concebido más para la experiencia que para la mera observación y que, además, ha necesitado sólo un lustro para convertirse en uno de los iconos más divulgados y compartidos de la ciudad), cabría calificar de milagro lo que antes parecía una operación improbable. Pero el proyecto arquitectónico que convirtió el llamado Cubo del Muelle Uno en el Centro Pompidou logró precisamente esto, en una carrera contra el reloj y con toda la opinión pública implicada en la vigilancia presupuestaria. Semejante historia merecía ser contada y esto es lo que brinda, precisamente, el libro Centre Pompidou Málaga, que acaba de ser publicado gracias a la participación de la Fundación Unicaja y que este miércoles a las 19:00 se presenta en el mismo Pompidou, dentro del programa de actos de la Semana de la Arquitectura de Málaga, de la mano de los autores del proyecto: los arquitectos Javier Pérez de la Fuente (jefe del Departamento de Arquitectura e Infraestructuras del Ayuntamiento) y Juan Antonio Marín.

"Partimos de un espacio en bruto encima un aparcamiento. No era un edificio, sino un local", explica el arquitecto Javier Pérez de la Fuente

Tras el esclarecedor ensayo introductorio de Javier Terrados, y con un notorio despliegue de imágenes, Pérez de la Fuente y Juan Antonio Marín detallan todas y cada una de las decisiones adoptadas para la intervención en el espacio, así como el contexto en el que estas decisiones finalmente se llevaron a cabo. Preguntado al respecto por Málaga Hoy, Javier Pérez de la Fuente admite que, ciertamente, la casilla de salida no era la mejor de las posibles: “Teníamos un espacio en bruto de 7.600 metros cuadrados, sobre un aparcamiento, con quince metros de fachada y para el que se había contemplado anteriormente un uso comercial. Es decir, teníamos un local, no un edificio. Y el primer reto que asumimos fue el de generar una imagen que de alguna forma definiera el equipamiento, que imprimiera en el espacio la identidad que perseguíamos”. Después de barajar no pocas opciones “encontramos la mejor solución en la instalación de un zócalo metálico tras el que podía asentarse la estructura, que a partir de entonces sí que empezó a parecerse a un edificio propiamente dicho”. Con respecto al interior, los arquitectos tuvieron en consideración, por una parte, “las oportunidades que el espacio nos ofrecía para empezar de cero en la definición de un espacio museístico” y, por otra, “los requerimientos del Centre Pompidou de París, que eran claros y específicos. Finalmente, apostamos por distribuir todo el espacio en dos grandes vacíos, uno hacia dentro y otro hacia fuera. El primero quedaría reservado a las distintas áreas expositivas y el segundo a la zona superior del centro”.

Visitantes hacen cola en el exterior del edificio durante una Noche en Blanco. Visitantes hacen cola en el exterior del edificio durante una Noche en Blanco.

Visitantes hacen cola en el exterior del edificio durante una Noche en Blanco. / Marilú Báez (Málaga)

Las prerrogativas de la institución parisina no sólo eran exigentes, también urgentes: “La primera vez que nos sentamos a abordar el asunto con el equipo francés del Pompidou fue en diciembre de 2013, y el centro se inauguró en marzo de 2015. Es decir, tuvimos que hacerlo todo en quince meses con un presupuesto de 7,2 millones de euros, que era realmente ajustado”. En cuanto a la naturaleza de la destinada a ser la primera sede del Centre Pompidou fuera de Francia, “los responsables ni siquiera hablaban de museo. Preferían emplear el término centro, más apropiado para un lugar al que no se va sólo a ver arte, sino a experimentarlo. Sin embargo, los requerimientos no eran tanto formales como relativos a la instalación: había que garantizar, por ejemplo, el mejor sistema interno de televisión y el mejor dispositivo de seguridad. Por eso decidimos emplear pocos materiales: hormigón, metal y madera”. En cuanto al plazo acordado en un principio para la vida del centro, establecido en cinco años con una posible prórroga de otros cinco (prórroga que finalmente también se aprobó), y la posibilidad de que tras el mismo el mismo espacio pudiera quedar abocado a otro uso, explica Pérez de la Fuente que el Centre Pompidou de París “nos garantizó desde el principio que la sede permanecería siempre que el público lo demandara y siempre que el centro se convirtiera en un signo de identidad para la ciudad. Y así ha sido. La perspectiva con la que trabajamos hoy es que el Pompidou se quedará bastantes años”.

Y, precisamente, sobre la calidad icónica del Pompidou, emblema visible de la Málaga de los museos y de su identidad contemporánea, el arquitecto recuerda que “es la ciudadanía la que determina que un edificio llegue a adquirir esta categoría. Es cierto que la marca Pompidou es muy poderosa, y que la colorida instalación de Daniel Buren para el Cubo contribuyó mucho a la causa. Pero, al final, la gente ha aceptado el Pompidou como un lugar para adquirir experiencias nuevas, y eso es lo que hace especial este edificio”. Bien lo saben las musas.

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