Crítica de Cine cine

Barata y digna: no confundan valor y precio

Una imagen de la película.

Una imagen de la película.

La literatura gótica, fantástica o de terror explotó lo que en cine se llama found footage o metraje encontrado. Cartas o diarios perdidos y encontrados relatan hechos fantasiosos o terroríficos. Manuscrito encontrado en una botella de Poe, publicado en 1833, es tal vez su más ilustre precedente. El recurso permite dar voz en primera persona a las víctimas de las desventuras u horrores descritos. En cine, donde las grabaciones domésticas en 8 mm. o vídeo sustituyen a los escritos, el precedente más citado es Holocausto caníbal (1980) y el éxito culpable de que en los últimos años este recurso se haya convertido en un subgénero de terror que nos ha inundado de películas más bien flojas es El proyecto de la bruja de Blair (1999), aunque El crepúsculo de los dioses de Wilder (1951) tiene todo el derecho, al ser una historia contada en primera persona por un muerto, de ser considerada la pieza fundadora. Eso sí, como Wilder era un genio no necesitó de un documento hallado: el propio muerto flotando en la piscina contaba esta historia gótica sobre la muerte del cine clásico.

En este caso se trata de unas desapariciones desentrañadas (o hechas aún más oscuras: a veces es mejor no saber) por una grabación en 8 mm. Para dar mayor verosimilitud, haciendo también de la necesidad virtud, el debutante realizador mexicano Víctor Dryere -con muchos años de experiencia en la producción y dirección de cortometrajes- la ha rodado en el viejo sistema de Súper 8. Agrada por su modestia sin pretensiones, por su exacta reconstrucción de la estética y la imagen doméstica de los 70, por su heroica forma de sacar partido de sus limitaciones y por la inteligencia con que explota el desasosiego que a muchos nos producen las viejas películas familiares en las que los vivos parecen anunciar a los muertos que con el tiempo serán.

Se le puede reprochar hacer trampas al introducir músicas y efectos de sonido. Pero se le perdona. Se cuenta que antes del rodaje de Náufragos Hitchcock quiso tomarle el pelo a Hugo Friedhofer, el compositor de su banda sonora, preguntándole: "Si toda la película se desarrolla en una barca perdida en el océano, ¿dónde vas a poner la orquesta?". Y que el compositor le contestó: "Dime dónde pondrás la cámara y te diré donde pondré la orquesta". Pues eso, aunque Náufragos no fuera celuloide encontrado.

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