Cultura

"Cambian los detalles, pero todas las dictaduras son lo mismo"

  • El que fuera Premio Nacional de Narrativa publica 'Londres es de cartón', una novela donde se reinventa y propone una reflexión sobre los efectos de los dogmatismos

Convencido de que "sorprender y arriesgar" son dos de los objetivos de la literatura, Unai Elorriaga ha dedicado los últimos cuatro años a la búsqueda de un estilo y un tono diferentes a los de sus obras anteriores, marcadas por la repercusión del Premio Nacional de Narrativa que recibió en 2002 su debut, Un tranvía en SP, cuando el escritor tenía 29 años, y por un imaginario próximo a la inocencia y la infancia, a lo lúdico y lo estrafalario. Londres es de cartón (Alfaguara), su nueva novela, es su intento de capturar la naturaleza inalterable y común a cualquier clase de dictadura y totalitarismo. "Cambian los detalles, la forma de matar. Pero en esencia me parecen lo mismo: un grupo de personas tiene una visión del mundo y elimina a aquellos que no la comparten", dice.

Con prosa fría y seca, el autor vasco recoge rasgos de regímenes conocidos (de Camboya a la Argentina de Videla, de la Alemania nazi a la Rumanía de Ceaucescu) y los ensambla en "una dictadura que nunca ha sucedido pero que es real", y en un escenario atmosférico y casi abstracto, un lugar en el que sus jóvenes se reúnen clandestinamente en los tejados para hablar del miedo de sus mayores, compartir dudas en voz alta, esperar la anunciada llegada de Sora, la misteriosa hermana de uno de ellos, desaparecida 20 años atrás, y planear el robo de unas extrañas grabaciones donde unos médicos exiliados en Londres denunciaron las prácticas de "la administración" para la que trabajaron.

-La novela reflexiona sobre las dictaduras, tanto más peligrosas cuanto más pretenden reclamar para sí el estatuto de la normalidad. ¿De dónde surge esta inquietud?

-Yo no viví la dictadura, pero me ha afectado por medio de mis padres. La herencia social y cultural fue tremenda, así que soy como soy, o soy en parte como soy, por la dictadura. Por eso me interesó pensar por qué un grupo determinado de gente decide controlar al resto de la sociedad de una manera tan cruel.

-En su libro aparecen los mecanismos de control social más empleados a lo largo de la Historia. Pero en nuestros días, sin embargo, éstos parecen aspirar cada vez más a la invisibilidad...

-Ahora todo es más sutil, claro. Internet, por ejemplo, parece la libertad absoluta, pero yo no estaría tan seguro de eso. Tampoco vemos a un militar con cara de malo dando un golpe de estado. Hoy es difícil saber contra quién hay que combatir. Esas empresas que van a África, arman a una guerrilla, o a niños, porque hay un mineral que interesa en industrias de Norteamérica y Europa... ¿quién hay detrás de esas empresas? Es difícil, sí, pero por eso siempre está bien que la gente esté sobre aviso.

-Pero en España, por ejemplo, es disparatado pensar en este momento que pueda volver una dictadura, ¿o no?

-Lo es. Espero que sí. Pero nadie podía pensar en los años 30 en Alemania, un lugar tan avanzado en todos los aspectos, que iba a ocurrir algo como lo que ocurrió.

-Da la impresión de que contempla esta cuestión con fatalismo, que piensa que el comportamiento dogmático y violento forma parte del ser humano, y que sale aquí o allí, de una forma u otra, pero sale antes o después...

-Pues sí. La historia nos ha hecho así. Quiero pensar, y esto quizá sea muy inocente, que con una educación diferente se puede llegar a otros sitios. Hay que reflexionar sobre toda esa crueldad humana, sobre cómo la economía y la política, cuando son desastrosas, nos impiden ser personas.

-Y en éstas, llega la segunda parte y toda cambia. Aparece entonces una novela juguetona, victoriana, con su crimen inexplicable y sus señores ingleses en el club. Esta parte tiene relación con lo anterior, pero desconcierta. ¿Por qué este cambio de registro?

-Se trata de descolocar al lector para que no se duerma, para que no diga: "ah, vale, esto es como George Orwell, 1984, muy bien". No, el lector no tiene que saber en ningún momento dónde está. Y de repente lo llevo al siglo XIX. Aunque le doy pistas para que vea que todo esto tiene mucho que ver con la parte anterior. Pero no puedo desvelar mucho...

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