Cultura

"Cantar en inglés era una postura nihilista, un preludio del botellón"

  • El artista nacido en Cataluña pero criado en Cádiz y Sevilla publica después de cinco años su primer álbum propio, 'Dice la gente', donde sus píldoras de música popular están atravesadas por cálidas vetas africanas

Kiko Veneno fue a la consulta de su médico y al salir era otro. Él lo llama su paso por "la aduana de Algeciras". Ni hablar de tabaco, café, alcohol o marihuana. Una enfermedad causada por su "termostato" defectuoso le mostró este verano su rostro "de forma violenta". "Menos mal que no soy Paco de Lucía", dice, porque unos fuertes dolores en las manos llegaron a impedir que tocara la guitarra. "Pensaba que era artrosis, algo de la edad, o de la sabiduría, mejor, ¿no? He estado triste, pero ahora me río un montón, incluso disparato. Tiene cura. Ha sido consecuencia de una forma de tomarme la vida que me estaba haciendo daño y le estaba haciendo daño a los demás. Es una de las cosas más importantes que me han pasado, y hay que intentar enmendarse", dice José María López Sanfeliú (Figueras, 1952), que ha vivido todo este proceso mientras ultimaba el lanzamiento de su último y espléndido disco, donde no hay lugar para el dolor.

El músico nos atiende en Valencina de la Concepción. Se fue a vivir allí gracias al pelotazo que supuso en 1992 la publicación de Échate un cantecito. "Me dio para comprar la casa y luego volví a estar a dos velas. Pero bueno. El parque es bonito, ¿verdad? Yo no me fío de la gente a la que no le gustan los parques". En el de este pequeño y tranquilo pueblo del Aljarafe habla para este periódico de Dice la gente (Ele Música/Warner), de los momentos trascendentales de su carrera y de su participación en la Bienal de Flamenco el próximo viernes con un concierto en el Auditorio de la Cartuja.

-¿Cuándo supo que por fin tenía un disco entre manos?

-En diciembre de 2008. Como es corriente, no nos ofrecían contrato discográfico. Así que mis músicos trabajaron sin ni siquiera saber si iban a cobrar. Esa complicidad es importante. Dieron lo mejor. Luego la cosa salió bien y le vendimos el disco a Warner. El anterior, El hombre invisible, fue más casero, experimenté mucho en mi estudio con el Pro Tools; éste me apetecía hacerlo más tocado, más enrollado. Disfrutamos muchísimo del sonido. Algunos temas los hicimos en directo, y otros sin claqueta [por lo que no se pueden editar después]. Fue mágico.

-Se está destacando mucho del disco sus vetas africanas...

-Ha sido algo muy consciente. Empecé a escuchar música africana a principios de los 80, Mario Pacheco [del sello Nuevos Medios] me pasaba discos de afrobeat nigeriano, cosas en ese plan. Aunque ya había hecho canciones antes que tenían influencia africana, Yo lucho de Pequeño salvaje, o Yo nací de Punta Paloma. El hachazo me lo pegó Ali Farka Toure. La música de Mali yo la conecto no sólo con el blues, también con el flamenco. Me atrae la esencialidad, la pureza, la sencillez, la tierra seca, lo mismo que me atrae del flamenco. Cuando escucharon Dice la gente [la canción], muchos pensaron que era una versión de Ali Farka Toure, pero no, es una canción mía. Yo tengo todos los discos de Ali Farka Toure. Y no viene en ninguno. Tiene el aire, el ambiente, eso sí, porque me he empapado de eso.

-El álbum incluye un tema-homenaje a Andalucía bastante sensorial. Desde un punto de vista más racional, ¿cómo vive su relación con esta tierra?

-Hombre, bien. Yo creo que en la canción está aceptablemente bien explicado. Es una canción de amor, de convivencia, larga además. Y claro, también pasa que donde hay confianza da asco. Cuando algo es tan maravilloso ya no puedes decir nada. Ya es caer en el topicazo. Hay una parte de Andalucía tan florida, tan de somos la hostia... que esa parte no me la creo para nada porque soy una persona crítica. Pero esta luz, este sonido, este color, este arte... En la canción ella habla conmigo y me dice "dímelo otra vez, que eso me ha gustado". Me emocionó mucho escribirla.

-¿Y cómo sabe que una canción va a emocionar también a los demás?

-La gente. Eso, la gente. No todos los grupos que gustan llegan a todo el mundo, pero cuando un grupo consigue algo se nota. Porque a la gente le gusta. Yo estoy en el polígono tocando y la gente se acerca a escuchar. Si yo soy un tío listo, yo sé cuándo a la gente se le ponen las orejas de pico. Si tú no percibes eso no te puedes dedicar a la música. Si le gusta a la gente, sabes que está sobre algo sólido. Esto no funciona como una encuesta... simplemente se sabe.

-No se tome esto como una trampa para que me dé un gran titular ególatra. Pero es casi un tópico eso de 'Kiko Veneno no está suficientemente reconocido'. ¿Usted qué piensa cuando lee cosas así?

-Pienso que en parte es así. Sobre todo aquí. Y es cierto que no soy un andaluz puro, pero llevo en Andalucía desde los dos años. Y siempre se me ha tildado un poco de letrista, siempre me han dicho eso en las entrevistas, siempre, siempre... y eso me ha hecho daño.

-Pero es verdad que las letras en sus discos son esenciales, ¿no?

-Sí, pero yo soy músico. Yo empecé en la música en el 77. Y no empecé haciendo letras, empecé haciendo canciones. Cuando escuché a Dylan yo no sabía qué decía pero me enamoró. Y empecé a hacer canciones. Luego tuve que cantar. En aquella época el español estaba muy limitado en las letras. Intenté hacer letras que no se habían hecho nunca, meter una vena dylaniana, pero entendía la letra como una excusa para hacer música. Siempre me han dicho que era un gran letrista, que era muy ingenioso, pero eso me ha hecho sentir minusvalorado. Por qué. Porque yo no me considero un gran músico, pero me considero músico. Suficiente para estar en la torre de la canción, como cantaba Leonard Cohen [se refiere al tema Tower of Song], aunque sea en el sótano, en el piso más humilde. Me ha dolido mucho que precisamente aquí es donde más ha irradiado eso... Yo sé que si me hubiera ido a Madrid o Barcelona hace 20 años ese estigma habría desaparecido, habría tenido más proyección, me habrían valorado mucho más. Pero no habría tenido esas coquinas, ni ese ambiente, ni esa gente, ese genio, las cosas que me alimentan. Y me digo: ¿para qué quiero triunfar más de lo que he triunfado, si aquí estoy feliz?

-¿Cuál es la incomprensión que más le ha dolido?

-Las que he sufrido aquí no las he sufrido en ninguna parte, sinceramente. Las cosas negativas que me han dicho aquí... Me lo tomo como peleas de amantes. No me gusta hablar de esto... Cuando empezó Veneno inmediatamente se dijo que me estaba aprovechando de los gitanos. De ahí p'alante... Nunca he dejado de escuchar cosas parecidas. Me da hasta vergüenza decirlo. Pero no hay que darle más trascendencia. Aquí quien me quiere me da un cariño muy especial. Vale la pena quedarse. Hay muchas carencias culturales, industriales, de organización... correcto. Pero ¿quién lo va a solucionar? Nosotros. No quiero ser injusto, Andalucía me ha dado mucho, y tengo que perdonarle a mi señora que me haga algunos feos.

-Veneno y La leyenda del tiempo son desde hace tiempo discos reconocidos como capitales, pero en su momento...

-En su momento la gente ponía el disco de Veneno para echar a las visitas, ¿entiende?

-Eso es. En su momento fracasaron comercialmente, fueron incomprendidos, incluso descalificados. ¿Cansa ir a contracorriente?

-Es una condena maravillosa. En el mismo momento en que hicimos Veneno supe que era una cosa genial. La gente la entenderá cuando pueda, cuando quiera, tardará más o menos, pero a mí ese disfrute no me lo quita nadie, eso pensaba yo. Muchísima gente ha tenido más reconocimiento y ha ganado mucho más dinero con obras muy menores. Yo pienso que el disco de Veneno mis nietos lo escucharán y les seguirá emocionando. Mucho más de lo que yo podía pedir cuando me metí en la música casi por azar.

-¿Pudo intuir que el disco seguiría fascinando décadas después?

-No piensas en esos términos, no piensas que va a seguir escuchándose dentro de 30 años. Yo me voy a algo anterior. Cuando Raimundo y yo nos ponemos a tocar juntos, y él me dice a mí con su música que lo que yo estoy haciendo no es pasar el rato, que eso es algo, ese día yo sabía que eso era algo, pero gordo. Algo digno de estar en la rueda de la música. Escuchábamos a Miles Davis, Pink Floyd, flamenco por un tubo... y lo que hacíamos era inclasificable, pero era algo dentro de esa rueda. Lo que pasa es que su elaboración fue muy precaria, el sonido no es bueno, ese desaliño formal... No creo que pueda atravesar más generaciones.

-¿Y La leyenda del tiempo?

-Paco de Lucía dijo hace poco que no le parecía tan importante. Yo estoy de acuerdo con él, y él no lo decía despechado. La gente se ha quedado un poco con la cáscara. Era una cosa más ornamental que esencial. La revolución ya la había hecho antes Camarón con Paco de Lucía en la esencialidad del flamenco, en una silla y con cuatro acordes, los palos nuevos, la forma de tratar las melodías y las letras, los melismas. La historia dirá eso. La historia dirá que Camarón, Lorca y Falla eran unos genios y que Rocío Jurado era una cantaora que tenía mucha voz. Eso todavía no se puede decir en Andalucía pero la historia lo dirá, clarísimamente. La batería, la guitarra eléctrica... eran accesorios solamente. No me parece que hubiera un cambio esencial en La leyenda del tiempo. Sin quitarle mérito, porque es un disco maravilloso, único en la historia del flamenco. Pero se quedó ahí.

-Déjeme que volvamos con las letras. ¿Qué pensaba de la pléyade de bandas de jóvenes cantando en inglés en los 90? ¿Hay algún letrista actual que le interese?

-Algunas cosas de Pony Bravo me parecen muy interesantes. Éste que es muy lacónico cantando, que es amigo del Jota... Sr. Chinarro. Y lo de cantar en inglés era rehuir el compromiso, una postura nihilista de los jóvenes. Cantar en inglés fue el preludio del botellón, era como decir: para qué voy a cantar en español si no me vas a hacer caso.

-Para usted la música es una fiesta. Supongo que viviría con estupor ciertas actitudes en los escenarios. Había grupos que casi parecían lamentar estar tocando...

-Como la bajista que tenía Los Planetas, que tocaba de espaldas. Yo preguntaba, y me decían "no, que es vergonzosa"... Bueno, también es una forma de hacerse el malo. Es lo que mis músicos y yo llamamos la estética de los chavalitos con problemas. La estética de Radiohead, grandes músicos por otra parte, porque han hecho cosas maravillosas. Pero para mí ésa es una barrera que hay que superar, hay que estar con la gente. Me gusta más la actitud americana, la actitud show, creo que en un escenario tienes que disfrutar. La música es una celebración, ésa es una de las cosas grandes que te enseña Andalucía. Mover el cuerpo es como pasear a La Macarena, es santo.

-Sus canciones juegan mucho con los lugares comunes...

-Me gusta el lenguaje, pienso mucho en por qué decimos las cosas de la manera que las decimos. Me gustan mucho los refranes...

-¿Alguno favorito?

-Todos. Todos son verdad. Y todos tienen su contrario. Uno de los filósofos más importantes ha sido el doctor Perogrullo. Y lo hemos descartado por tonto. Descartamos continuamente las cosas de Perogrullo... Empieza por el principio, continúa por la mitad y cuando ya veas que no tienes nada que decir, ve terminando. Perogrullo dice unas cosas muy tontas pero es que nosotros creemos que somos muy listos, tanto que no lo escuchamos.

-¿Cómo vivió un rebelde como usted que el Gobierno le concediera la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes?

-Al principio con gran sobresalto. Ni me lo creía. Me descolocó un montón. Después me dije: malo no puede ser. Puede ser injusto, que haya gente que la merezca más que yo. Pero cómo voy a ser desagradecido. La recibo con mucho cariño. Lo malo es que te pongan una medalla y creas que eres alguien. En España nos decimos las cosas cuando ya estamos muertos, y a mí me gusta que me digan las cosas antes de morirme, las buenas y las malas, para que me den la oportunidad de rehacerme y mejorar. Lo que no me gusta es estar callado hasta que se muere el tío. Y entonces: era una gran persona, fue un rebelde sin causa, fue no sé qué. ¡Vamos a querernos en vida, hombre ya!

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